Los presidentes estadunidenses siempre han supuesto que sus encantos personales pueden marear o engañar a los presidentes mexicanos. Pero en 1977 el presidente Carter asumió compromisos personales con el presidente López Portillo, pero al final se impuso el enfoque estratégico del imperio. Carter sólo dijo: “Casa Blanca dice”.

La reunión formal por internet entre el presidente Biden y el presidente López Obrador fue, en consecuencia, de tanteo. Mientras que con Donald Trump hubo trato personal y compromiso directo del presidente estadunidense, Biden acudió con todo su aparato de inteligencia y seguridad nacional como para enviar el mensaje de que México no es un vecino, sino una pieza en el tablero geopolítico del regreso de la Casa Blanca al control imperial del mundo.

El saldo de la reunión se debe leer en lo no escrito ni dicho, sino en las intenciones de los enfoques de reconstrucción del imperio que ha anunciado Biden. Las tres prioridades de la Casa Blanca quedaron claras: seguridad fronteriza a nivel de Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, inversión extranjera en México en sectores estratégicos energéticos pactados en el Tratado y respeto al liderazgo estadunidense en materia de cambio climático y energías limpias.

En los hechos, Biden y su aparato de seguridad nacional regresaron la relación bilateral al modelo republicano-demócrata imperial de Bush-Clinton del Tratado Salinas-Negroponte de 1993, a través del cual EE. UU. jalaba a México al acuerdo productivo globalizado, pero a cambio de ceder en sus enfoques nacionalistas geopolíticos. Salinas cumplió con todos los requisitos, arrió la bandera de los intereses nacionales y cedió el ultimo resquicio de independencia geopolítica que anidaba en el “nacionalismo defensivo” en repliegue.

Lo que está en litigio en el caso actual de la reforma eléctrica mexicana no se localiza en los acuerdos privatizadores del Tratado, sino el compromiso mexicano de Salinas de Gortari de entregarle la economía mexicana a las necesidades estadunidenses. La reforma eléctrica de Peña Nieto, en la lógica del Pacto Salinas-Negroponte, puso en el centro del debate al Estado mexicano como instancia y autoridad soberana disminuida. Por eso los secretarios de Estado de Trump y de Biden formaron un trabuco para exigirle a México la privatización de la energía eléctrica mexicana.

El otro dato de la reunión vía internet radicó en los mensajes nada subliminales de los conductores de las agendas. Biden llegó sin embajador en México y con la exembajadora de Clinton-Trump, Roberta Jacobson, como la encargada de la línea de seguridad estratégica fronteriza dentro del poderoso Consejo de Seguridad Nacional. Ahí estuvieron los mensajes: Mexico es un riesgo de seguridad, la clave está en la frontera con migración y narco. El nuevo embajador mexicano en Washington, Esteban Moctezuma Barragán, desplazó a la pronorteamericana Martha Bárcena y la agenda real la conducirá el canciller Marcelo Ebrard Casaubón, bajo la supervisión directa del presidente López Obrador.

En los hechos, nada se esperaba, en realidad, del encuentro. Con habilidad, el presidente López Obrador mandó mensajes preparatorios como pequeñas trampas políticas para obligar al gobierno de Biden a llegar a la mesa con varios no previos: las vacunas, el acuerdo migratorio, el control de agentes extranjeros, las estrategias contra el narco, las presiones de El Chapo y su esposa Emma Coronel y el caso del general Cienfuegos.

Asimismo, el encuentro sirvió para conocer las agendas de cada contendiente. Biden estuvo con la carga del expresidente Donald Trump rompiendo el consenso interno para la política exterior y la amenaza de que regresará a la candidatura presidencial en el 2024, además de no saber administrar hasta ahora las histerias políticas de la reina Nancy Pelosi y su lucha personal contra Trump. Sin un acuerdo con Trump como jefe político republicano, la política exterior de Biden carecerá de consenso interno y sus alcances serán menores.

México aprendió a negociar con Príncipes a partir de la experiencia indígena de pactar con los virreinales españoles. El principal instrumento de negociación de México es la vecindad territorial: o EE. UU. negocia o se desgasta tratando de cambiar a los mexicanos. Los estrategas de Biden son, todos, burócratas. El único que supo calibrar a México fue Trump y por eso la agenda la llevó su yerno Jared Kushner.

Política para dummies: La mejor política contra el poderoso es la no-política.

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