La primera reunión de trabajo entre Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden transcurrió como diplomáticamente se esperaba, cortés y sin fricciones. Pero también, sin obtener lo que quería el presidente mexicano. Ni vacunas en calidad de préstamo, como buscaba López Obrador, ni un nuevo programa Bracero, como propuso el sábado. La agenda transcurrió en línea con las prioridades de Biden, no de López Obrador, sobre los intereses de Estados Unidos, contrarios en algunos puntos a los de México. El comunicado conjunto ratifica lo que la Casa Blanca anticipó como sus temas bilaterales la semana pasada, por lo que la nueva relación, está claro, correrá por la agenda impuesta por Biden.

López Obrador ha descubierto que Biden no es Donald Trump, y que la relación será profesional e institucional, sin el quid pro quo vigente hasta el 19 de enero, donde el mexicano le ayudaba a Trump en su agenda doméstica, a cambio de que no presionara en otros campos para que hiciera lo que quisiera en México. Lo que iba a suceder en la tarde, hay que subrayarlo, comenzó en la mañana, durante el briefing de la Casa Blanca. En él, la vocera presidencial Jen Psaki adelantó dónde no avanzaría nada de lo que propusiera López Obrador.

Lo que más le apuraba al mexicano, un préstamo de vacunas que pagaría más adelante, recibió un tajante “no”. Psaki agregó que Biden “ha dejado en claro que se está enfocando para asegurar que las vacunas sean accesibles a cada estadounidense”, y que sólo hasta después de vacunarlos a todos, verían qué otros pasos podrían tomar. Es decir, ni siquiera en el mediano futuro se comprometió a nada. Los presidentes hablaron sobre el tema, como había anticipado Biden, pero no pasó de ahí. Probablemente hoy se refiera a él López Obrador en la mañanera.

Ese tipo de respuestas nunca recibió López Obrador de Trump, a quien le pidió vacunas cuando lo vio en la Casa Blanca el año pasado, y se las envió. También le pidió 5 mil millones de dólares para enfrentar la pandemia, una solicitud que se murió con el tiempo. En la reunión del lunes, el tema del coronavirus fue agrupado dentro de la cooperación bilateral para la respuesta y recuperación del Covid-19, cuyo texto se ajustó al difundido el viernes pasado por la Casa Blanca en los puntos uno y tres de las prioridades de Biden en la relación bilateral:

1.- La respuesta a la pandemia. Nada de vacunas, pero sí mantener la coordinación sobre el impacto del Covid-19 en las comunidades fronterizas y ajustar las políticas a las realidades que se vivan o vayan modificando. Es decir, el cierre de la frontera para todo tráfico no esencial se mantendrá hasta que Estados Unidos lo decida.

3.- Cooperación económica. Toda gira en torno al acuerdo comercial de América del Norte, y el énfasis es mejorar las condiciones de los trabajadores en México, en cuyas cláusulas se incluyen agregados laborales que podrán entrometerse en los contratos colectivos de trabajo y en las condiciones laborales. Para un gobierno que presume ser soberano, nada hay más alejado de esto.

Psaki también se refirió por la mañana a la propuesta que hizo López Obrador para negociar una especie de programa Bracero. La vocera volvió a patear la idea al recordar que reinstituir el programa Bracero requeriría una acción del Congreso. Ese programa, que inició en 1942, duró 22 años y fue duramente criticado por la discriminación racial y económica a la que sometieron a los mexicanos. Años después, el gobierno de Estados Unidos instituyó visas migratorias temporales H1. En el comunicado conjunto no hubo una sola mención de ampliación de visas ni regularización de trabajadores indocumentados mexicanos. Retomó, sin embargo, el punto dos de las prioridades de Biden en la relación con México.

2.- Migración. Por un lado, la coincidencia entre Biden y López Obrador es atacar las razones de fondo de la migración centroamericana, pero los matices son en el cómo. El presidente mexicano quiere que Estados Unidos inyecte dinero de manera directa, como él lo hace, pero no va a suceder. Biden ya delineó que movilizará la inversión privada en la región, ayudada por los créditos blandos del Eximbank. Además, canceló el programa conocido como Remain in Mexico, donde López Obrador aceptó la propuesta de Trump para que quienes buscaran asilo, esperaran en territorio mexicano –con costos para este país– y no en Estados Unidos, como Biden está restituyendo.

Lo que se agregó en este punto es la instrucción a las dos cancillerías para trabajar con los gobiernos centroamericanos –donde se enfoca Biden–, para promover el desarrollo sostenido y equitativo en la región con el concurso de la sociedad civil y los empresarios. Una vez más, como muestra de hacia dónde se cargó la reunión, ni sociedad civil ni empresarios habían sido contemplados por López Obrador para apoyar a la región, sino trabajar directa y únicamente a nivel de gobierno.

El último punto del comunicado conjunto se refirió a la cooperación del cambio climático, en el cual no cree López Obrador, que también parafraseó la postura de Biden dada a conocer hace unos días por la Casa Blanca, como la última prioridad de la relación bilateral:

5.- Cambio climático. Nada será más contencioso entre los dos presidentes que este tema, donde sus posiciones son antagónicas. Biden está comprometido ideológicamente con las energías limpias; López Obrador con las energías sucias.

Sólo la cuarta prioridad, que es la seguridad, no fue abordada, de acuerdo con el comunicado conjunto. En ese tema hay una fractura en la confianza mutua y fue mejor omitirlo que manchar el comunicado, donde los negociadores mexicanos, por lo difundido, perdieron todo, y llevaron a López Obrador a aceptar la agenda de Biden, con lo cual, adelantó Psaki, comenzará a institucionalizar la relación con México, en lugar de que se enmarque en los tuitazos de Trump, que es como administraba la relación con López Obrador.