Desde su campaña electoral en 2016 el candidato Donald Trump puso la mesa para un debate que nunca se realizó: el uso del twitter como su mecanismo de comunicación directa con la sociedad sin pasar por el filtro de los intereses de los medios formales, el establishment de la opinión controlada y el famoso MSM o mainstream media o los más importantes medios de comunicación de masas.

Desde el primer estudio sobre el tema del establishment o bloques de dominación ideológica o los aparatos ideológicos de las clases dominantes que fue de La élite del poder, de C. Wright Mills de 1956, los medios aparecen como mecanismos de control del discurso público y el filtro de ideas que podrían ser comportamientos de la sociedad. De medio, la prensa de información se convirtió en grupo de interés ideológico asociado a las ideas de los grupos dominantes.

Trump no sólo rompió la dependencia de los MSM, sino que los exhibió como parte del control ideológico del discurso de la democracia elitista estadunidense. Sin reglas escritas y con los mismos mecanismos de arbitrariedad de definición de las líneas editoriales de los grandes medios como parte del modelo liberal de control de la democracia, el Twitter trumpista potenció la propuesta de Marshall McLuhan de que “el medio es el mensaje”. Twitter apareció como mecanismo de democratización de la información y de la realidad en la crisis de los indignados de España, en la primavera árabe revolucionaria y en Cuba ha roto el autoritarismo castrista-estalinista.

Ahí estuvieron las razones de Twitter y Facebook para cancelar las cuentas de Trump y de sus aliados: las mentiras e intereses de dominación de muchos medios han proliferado, a su manera, en The New York Times, The Washington Post, The New Yorker y todos los medios del aparato ideológico liberal que no sólo voto por Joseph Biden en definiciones editoriales públicas, sino que se dedicó a minar la base social de Trump con equipos de periodistas para magnificar los defectos del presidente-candidato republicano,

La decisión de censurar la difusión pública en el espacio público que tomaron los dueños de Twitter y Facebook debe leerse en el escenario principal: los dos empresarios forman parte ya del lobby digital que se sumó al aparato ideológico de poder del establishment. Y lo hicieron como los dueños de CNN y los principales diarios con disfraz de liberales, pero con políticas editoriales que forman parte del aparato ideológico de la Casa Blanca como lanza imperial. El Times y el Post tienen una larga lista de periodistas que usaron los diarios para mentir o sembrar informaciones envenenadas fabricadas por la CIA.

El debate sobre la regulación de las redes digitales, en este contexto, obedece a una decisión del Estado para controlar no el flujo de la información, sino el contenido de la opinión. Biden no necesita de tuitear porque tiene a los grandes medios a su servicio para construirle una imagen de presidente bueno vis a vis Trump como presidente troglodita.

En México la comunicación Twitter le sirvió a López Obrador para romper con el monopolio de la crítica en los medios escritor y televisivos y lo complementó con sus conferencias mañaneras que dinamitaron a los medios como puentes de enlace forzoso entre el poder y la sociedad. Hasta Peña Nieto, el establishment compraba consensos vía publicidad. Hoy una frase presidencial en su conferencia mañanera responde cualquier reportaje tendencioso o columna contenida o artículo direccionado.

Lejos están aquellos tiempos en los que la opinión pública se centraba en Jacobo Zabludovsky como eje político de Televisa, como lo demostró con belicosidad Manuel J, Clouthier como candidato presidencial en 1988. En todo caso, el gobierno de López Obrador no ha sabido alentar la construcción de espacios mediáticos serenos, analíticos, con ética, quizá por el acoso de los grandes intereses mediáticos y la necesidad de repeler la crítica de grupos dominantes.

El Estado mexicano tiene experiencia en regulación de contenidos de espacios públicos que operan en el ambiente y las redes forman parte de esos espacios. Entre los grupos dominantes y sus medios tradicionales y la crítica destructiva atrincherada en Twitter –Facebook es más un espacio de construcción de comunidades–, el Estado tiene la necesidad de reglas no invasivas ni censoras, sino constructoras de nuevos espacios de democracia abierta, plural y, sobre todo, de libertad absoluta.

Controlar Twitter es condenar a la sociedad a la ceguera. Por eso Trump puede repetir el lema del Washington Post”. “la democracia muere en la oscuridad”.

Política para dummies: La política es el debate abierto absoluto. Es decir…, absoluto.

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