Italia se asoma al vértigo institucional una vez más y se encamina a formar su cuarto Gobierno en cuatro años, el tercero de esta legislatura. Giuseppe Conte, ante la falta de apoyos parlamentarios, presentó su dimisión ante el presidente de la República, Sergio Mattarella, este martes por la mañana y abrió un escenario incierto en el que el primer ministro parte como favorito para intentar encabezar un nuevo Ejecutivo. Pero nada está asegurado y el jefe del Estado comenzará este miércoles una ronda de consultas con los presidentes de las cámaras y el jueves con los partidos para sondear las distintas opciones que tiene el país. Incluidas las elecciones anticipadas.
Mattarella puso el listón muy alto hace un mes y medio cuando Matteo Renzi amenazó con tumbar el Gobierno. Si había crisis, amenazó, el país iría a elecciones. Pero no hay nadie mejor —ni más temerario— que Renzi en el ajedrez político y el florentino olió el farol del jefe del Estado, que ha tenido que ir rebajando las exigencias a los partidos y al propio Conte para evitar unos comicios en plena pandemia.
La realidad es que Italia acaba de entrar en una crisis en la que no hay una salida clara. Justo el escenario que quería evitar Mattarella a toda costa. A casi nadie le conviene que se pongan las urnas, ni siquiera al propio Matteo Salvini, que encabeza las encuestas, pero observa preocupado cómo su socia Giorgia Meloni (de la ultraderecha Hermanos de Italia) se le acerca peligrosamente. Si embargo, ninguno de los escenarios que se abren ahora tiene una viabilidad asegurada.
Conte ‘Ter’
La primera opción que se explorará es el llamado Conte Ter, su tercer mandato en tres años. El primer ministro dimisionario necesita que una quincena de senadores (en la Cámara de Diputados sí tiene mayoría) se constituyan en un grupo parlamentario bajo unas siglas determinadas y entren en la futura coalición. Si lo consiguiese, los tránsfugas —Conte les llama “constructores”— se sumarían al apoyo del Movimiento 5 Estrellas, del Partido Democrático y de Libres e Iguales. Pero ni siquiera está claro que Mattarella aceptase darle el llamado encargo “exploratorio” para ese nuevo artefacto. Es posible que pidiese de nuevo la implicación de Italia Viva, el partido de Renzi que abrió la crisis al retirar a sus dos ministras del Ejecutivo. Los números, si Conte encabezase un nuevo proyecto, deberían ser holgados. Así lo quiere el Quirinal. El propio ex primer ministro lo expresó de este modo en Facebook. “Mi dimisión está al servicio de la posibilidad de formar un nuevo Gobierno que ofrezca una prospectiva de salvación nacional. Necesitamos una alianza, en la forma que sea posible, de clara lealtad europeísta”.
La vuelta de Renzi a la partida para formar un nuevo Gobierno podría parecer extraña después de la rotundidad de los últimos acontecimientos. Pero la política italiana tiene una memoria corta y su partido ya ha adelantado que está dispuesto a dialogar y a no poner vetos sobre ningún nombre. Tampoco sobre Conte. Es decir, la situación podría rozar el absurdo de que se constituya un Gobierno con los mismos aliados un mes y medio después de abrir una crisis que ha paralizado el país durante todo ese tiempo en el momento más delicado de su historia reciente.
Un nuevo primer ministro
Conte sabía que si aceptaba dimitir se exponía a quedar a la intemperie de los juegos de palacio de Renzi, que puede enrocarse y brindar su apoyo al nuevo Ejecutivo solo si el candidato a liderarlo es otra persona. Mattarella lo sabrá en las próximas horas y tendrá que poner en marcha el aparato del Estado para buscar una solución.
No hay nombres claros por el momento. Y el elegido debería ser capaz de contentar a las corrientes internas de dos partidos como el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático. Suenan solo pocos nombres por el momento: el grillino Luigi Di Maio, ministro de Exteriores, y el socialdemócrata Dario Franceschini. Las dos ahora mismo, por distintos motivos, parecen demasiado exóticas. Incluso para los estándares de esta legislatura. Renzi filtró ayer también el nombre del presidente de la Cámara de Diputados, el grillino Roberto Fico.
Gobierno con Forza Italia
Forza Italia quiere un Gobierno de “unidad nacional” que saque al país del agujero en el que se encuentra. Más adelante se puede hablar de elecciones, aseguran. Antonio Tajani, el líder visible del partido —Silvio Berlusconi se encuentra recluido tras sus achaques cardíacos— matizó que debería incluir a todos, no solo al centroizquierda con Italia Viva. Parece una opción complicada. A menos que se optase por una fórmula europeísta y liberal que en Italia se conocería como el “Gobierno Ursula”, por Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea que fue elegida con el apoyo de Forza Italia, que rompió filas con sus aliados de la derecha. “Esa opción sería la más sensata. Italia no se puede permitir perder más el tiempo y Forza Italia debe recuperar un espacio central”, señala un diputado e histórico miembro del partido de Berlusconi.
Forza Italia se reunirá con Mattarella junto a sus aliados y asegura que no romperá ese bloque. Pero el partido de Berlusconi puede ser el comodín que cambie la dinámica de la partida, siempre y cuando Il Cavaliere reciba algo a cambio. En sus deseos más íntimos, y a pesar de su avanzada edad (84 años), se encuentra ser presidente de la República. Pero sus intereses empresariales siempre son una moneda de cambio. Pese a que Berlusconi, delicado de salud, ha mandado a Tajani a hablar con el presidente Mattarella, el mejor interlocutor del Palacio del Quirinal en Forza Italia es Gianni Letta: histórico jefe de Gabinete de los Ejecutivos del dueño de Mediaset.
Elecciones anticipadas
Si Mattarella no viera ningún escenario claro, no quedaría más remedio que convocar elecciones. Y esa es la petición que ha hecho la derecha y que le trasladarán al propio presidente durante las consultas que realizarán durante este miércoles y jueves.
En caso de elecciones, se buscaría un Ejecutivo de transición para pilotar las cuestiones clave a las que debe enfrentarse Italia en las próximas semanas —como la gestión de los más de 200.000 millones de euros del plan de recuperación— y se votaría en junio. Un escenario que se intentará evitar a toda costa.