Washington sigue en combustión. La nueva Administración de Joe Biden ha arrancado con el pie en el acelerador y una oleada de decretos que suponen una enmienda a la totalidad de la era de Donald Trump. Mientras, en el Congreso avanza el nuevo proceso de impeachment contra el ya expresidente republicano. La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, enviará el próximo lunes al Senado la acusación formal de “incitación a la insurrección” contra el republicano por el asalto violento al Capitolio del 6 de enero.
El traslado a la Cámara alta de la imputación -el llamado artículo del impeachment, en la jerga constitucional- pone en marcha un juicio político sin precedentes en Estados Unidos: se trata de la primera vez que hay un segundo juicio contra un mismo dirigente y se desarrollará, además, con este ya fuera de la Casa Blanca. Dos días después de la toma de posesión de un Biden que clamó por la reconciliación, muchos republicanos argumentan que ya no tiene sentido seguir adelante con el proceso, sobre todo una vez terminada que Trump ya no es presidente, pero el bloque de los demócratas, con notables apoyos republicanos, consideran que Estados Unidos no se puede permitir dejar pasar un desafío al sistema como el sufrido hace poco más de dos semanas, en el que murieron cinco personas.
“No se equivoquen, habrá un juicio y cuando el juicio termine los senadores tendrán que decidir si creen que Trump incitó la insurrección contra Estados Unidos”, dijo el líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, este viernes en el Capitolio. “No tiene ningún sentido que ningún presidente u otro cargo político cometa un delito contra el país, y entonces se le permita dimitir, con el fin de evitar la rendición de cuentas y la prohibición de que vuelvan a optar a un cargo público”, recalcó.
El poderoso senador republicano Mitch McConnell, líder del partido en la Cámara alta, había pedido un aplazamiento con el fin de dejar más tiempo a Trump a preparar su defensa. El propio McConnell colaboró poco con esa defensa el pasado martes, cuando en plena sesión señaló que “la turba [que invadió el Congreso] fue alimentada con mentiras” y “fue provocada por el presidente y otra gente con poder”.
La Cámara de Representantes votó a favor de juzgar a Trump el pasado 13 de enero, tan solo una semana después del episodio aciago. Aquel 6 de enero, el mismo día que el Congreso debía certificar la victoria electoral de Joe Biden en las presidenciales, último trámite antes de la toma de posesión, una muchedumbre de seguidores del aún presidente invadió violentamente el Capitolio para boicotear la sesión con el bulo del fraude electoral como argumento. Murieron cinco personas. Esa misma mañana, el propio Trump les había animado a marchar hacia el Capitolio y protestar. Sin admitir su derrota en las urnas, había pasado meses agitando el fantasma del fraude.
Ahora el caso pasa al Senado, que es donde se celebra el juicio propiamente dicho y se vota el veredicto. En la Cámara baja, la acusación salió adelante con la mayoría demócrata y el apoyo de 10 congresistas republicanos. Ahora, en la Cámara alta, el veredicto requerirá el voto de dos tercios, es decir, 67 de los 100 senadores. Demócratas y republicanos están igualados, 50-50, lo que supone, de facto, el control para los demócratas, pues en caso de empate el voto de la vicepresidenta del país, Kamala Harris, dirime. Pero la condena a Trump, que dará lugar a un voto posterior de inhabilitación para impedirle volver a presentarse a las elecciones, necesitaría el respaldo de 17 republicanos.
El modelo de juicio y su velocidad de crucero es ahora una incógnita. Una vez que el artículo del impeachment llega al Senado, las normas establecen que este se convierte en un tribunal y sus senadores, en miembros del jurado, pero demócratas y republicanos deben aún acordar las normas por las que se rige este procedimiento, del que solo existen tres precedentes en el pasado. El último fue precisamente el juicio al propio Trump en enero de 2020 a raíz del escándalo de Ucrania. Entonces, los republicanos contaban con la mayoría en la Cámara alta y seguían rendidos al hombre que gobernaba el país, así que diseñaron un proceso en coordinación con la propia Casa Blanca y jamás hubo duda de su absolución. El escenario es diferente ahora, si bien un veredicto de culpabilidad sigue resultando complicado.
Otro elemento que planea sobre este impeachment es la propia necesidad de la nueva Administración demócrata de confirmar a los miembros de su Gabinete en el Senado. Este mismo viernes se confirmó al nuevo secretario de Defensa, Lloyds Austin, el primer afroamericano al frente del Pentágono. Un juicio político consume todo el tiempo y los recursos del Senado durante semanas, pero los demócratas estudian abrir un canal de actividad paralelo para poder seguir adelante con la confirmación de los nominados del nuevo presidente Biden.