“La vacunación solo funcionará en Brasil si se piensa en el colectivo. Algunas personas pueden pagar para que su familia pueda vacunarse, pero tampoco estarán protegidas si la población no está vacunada”. La advertencia es de la infectóloga brasileña Denise Garrett, al comentar el interés del sector privado en la vacuna contra el coronavirus, en una entrevista telefónica con EL PAÍS el pasado miércoles. La doctora, vicepresidenta del Instituto de Vacunas Sabin (Washington), explica que el sector público controla la compra y administración gratuita del medicamento en los países que ya están vacunando, incluso en Estados Unidos. Y aclara que, ante la falta de oferta, aun no hay espacio para que el sector privado las comercialice.
Esta semana, la Confederación Nacional de la Industria y la Asociación Brasileña de Clínicas de Vacunación anunciaron su interés en adquirir algunos millones de dosis, dada la lentitud del Gobierno brasileño para iniciar un programa nacional de inmunización.
Pregunta. Las clínicas privadas y el sector industrial han mostrado interés en comprar la vacuna. ¿Por qué?
Respuesta. Porque una vacuna que distribuye la sanidad pública desalienta el mercado privado. Debemos recordar que la vacuna solo tiene autorización para utilizarse en casos de emergencia, no puede comercializarse [según la legislación brasileña]. Así que todas estas iniciativas no servirán de nada. Ahora bien, estas vacunas también se han hecho para generar beneficios para los que las han producido. Pfizer ya está planeando solicitar a la FDA [Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos] la aprobación total de la vacuna en abril para poder comercializarla. Así que, con el tiempo, ocurrirá.
P. ¿Cómo ha sido la vacunación en Estados Unidos, que no tiene sanidad pública, y en otros países?
R. En todos los países los Gobiernos están suministrando la vacuna, como debe ser. En Estados Unidos se proporciona gratuitamente. Pero tomemos la situación de la India, que tiene la mayor producción de vacunas del mundo. Su dificultad radica en distribuirlas a una población de 1.300 millones de personas. El país tiene recursos, pero no puede viabilizar la vacunación para toda la población. Y el sector privado de la India tiene una buena distribución. En esta situación particular, creo que la participación del sector privado puede ser beneficiosa. Pero es una excepción en un lugar donde tal vez la oferta sea mayor que el canal de distribución.
P. ¿Habría algún problema si el sector privado brasileño comercializa vacunas en este momento?
R. Hay que tener en cuenta que no habrá una gran cantidad de dosis. Entonces, todas las dosis que vayan al sector privado se estarán quitando al sector público. Si se tratara de una vacuna que estuviera ampliamente disponible, sería una situación diferente. Y la vacuna no puede ser vista como algo individual. La vacuna es un bien común y colectivo, porque solo funciona bien con ese sentido de colectividad. Solo protegerá cuando un cierto porcentaje de la población esté vacunada. Si estas vacunas no están disponibles para todos, solo para el sistema privado, protegeremos a algunos individuos, pero no protegeremos a la población.
P. ¿Es posible que si la élite puede pagar por la vacuna, la presión sobre el Gobierno para que inicie un plan nacional de inmunización disminuya?
R. No había pensado en eso, pero creo que es perfectamente plausible. Lo que tenemos que hacer es seguir presionando a las autoridades para que se haga un uso colectivo de la vacuna. Es frecuente este pensamiento individualista, incluso entre la gente de clase media, de “voy allí, pago para que mi familia se vacune y todo arreglado”. La gente tiene que entender que no estará todo arreglado. Pueden pagar las vacunas para sus familias, pero ni siquiera ellos estarán protegidos si el resto de la población no está vacunada.
P. ¿En qué medida estas diferencias de acceso a la vacuna pueden profundizar la desigualdad en Brasil?
R. Aquellos que puedan permitírselo pagarán más para obtener la mejor vacuna. ¿Y cuál es el grupo de mayor riesgo? El que no puede pagar. Son los negros, los trabajadores esenciales, los pobres de las favelas… ¿Quiénes están sufriendo más? ¿Son los de la favela de Manaos que no tienen recursos, la gente que se amontona en el autobús para ir al trabajo, o la que puede quedarse en casa y trabajar a distancia? Ocurriría lo contrario de lo que debería hacerse. Vemos estas iniciativas de los Estados y municipios más ricos, que tienen planes para vacunar primero y esto, una vez más, está reforzando la desigualdad. En el estado de São Paulo entran y salen personas constantemente. Mientras no se vacune a todo el país, nadie está protegido.
P. Si solo se vacuna a una pequeña parte de la población y el virus continúa circulando, ¿eso puede generar nuevas variantes del virus y hacer que incluso esta minoría vacunada sea vulnerable?
R. Por supuesto que sí. Si solo vacunamos a los que pueden permitírselo, incluso para ellos la protección no será la que podría ser. Porque el virus seguirá circulando. Cuantas más personas se contagien, más réplicas virales, más mutaciones veremos. La vacuna es una prevención, no es un tratamiento, no es un medicamento. ¿Y qué sucede? Este virus está bajo presión, una gran presión inmunológica, con el inicio de la vacunación en algunos países. Intentará escapar de esa presión, por eso las mutaciones están aumentando. Al principio de la pandemia, yo daba entrevistas en las que decía que teníamos suerte de que este virus no mutara como otros. Su tasa de mutación es la mitad de la del virus de la gripe y un cuarto de la del VIH. Pero esta tasa está aumentando. Y también tenemos el debate científico sobre si se debe dar una dosis de la vacuna o dos [como prevén inicialmente los protocolos de los laboratorios]. Por un lado, hay gente que argumenta que es mejor vacunar a tantas personas como sea posible con un nivel de protección menor. Por otro lado, que debemos mantener ambas dosis y asegurar la protección que sabemos que proporciona.
P. ¿De qué lado se pone en este debate?
R. Vacunar con media dosis es como no tomarse un antibiótico durante los 10 días necesarios: se empieza a presionar la mutación del virus y a seleccionar a los más aptos. Induciremos una mutación, lo cual es una temeridad. Pero hay excepciones. Por ejemplo, la vacuna de Moderna tiene 100 microgramos de ARN. La de Pfizer tiene 30. Moderna diseñó un protocolo teniendo en cuenta que no podían equivocarse, así que lo hicieron con una dosis más alta para estar seguros. Pero en las fases 1 y 2 de las pruebas hicieron dos protocolos: uno con 50 microgramos y otro con 100, y los datos muestran que no hay mucha diferencia. Así que, en una situación como esta, creo que sería plausible dar media dosis, ya que tienen datos que lo respaldan. Pero Pfizer no tiene esos datos y advirtió: “No garantizamos lo que pueda suceder 21 días después de haber recibido la primera dosis de la vacuna”. Cada caso debe evaluarse individualmente.
P. El Reino Unido fue el primer país que empezó a vacunar y acaba de decretar un confinamiento duro. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que la situación se normalice?
R. Cuando se haya vacunado a un número suficiente de personas para generar un impacto en la transmisión. Unos dicen que hay que vacunar al 60% de la población. Otros que al 70% u 80%. Yo estoy en el medio, en el 70%. Pero una cosa debe quedar clara. En noviembre, Inglaterra tenía una tasa de contagio del 0,9%. Según ese número, en tres semanas tendríamos una disminución del 30% en el número de casos. ¿Y qué sucedió? Llegó la nueva variante del virus y las fiestas de fin de año, y el número de casos se triplicó, amenazando colapsar el sistema sanitario. También debe quedar claro que, a pesar de contagiar más, a una velocidad increíble, esta variante puede detenerse de la misma manera: con mascarilla, con distancia, sin aglomeraciones.