Ni una palabra directa más sobre Donald Trump, el presidente de Estados Unidos que está saliendo a patadas de la Casa Blanca, por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador. Trump se deshizo en elogios para él durante una visita al muro fronterizo en Texas, por una política indigna del mexicano: haber puesto a la Guardia Nacional al servicio de la defensa de su frontera sur. Qué vergüenza que Trump, quien nos insultó a todos los mexicanos y nos trató como basura, haya reconocido en López Obrador a un político que trabajó para que las fronteras de su país quedaran bloqueadas a inmigrantes. Un “gran caballero -describió al mexicano-, un amigo, que ama tanto a su país como a Estados Unidos”. Qué lamentable.
La falta de respuesta de López Obrador no ocultará, ni para el gobierno de Joe Biden ni para la historia, la subordinación más infame de un presidente de México a su contraparte estadounidense. Las afirmaciones de Trump cayeron en el silencio, en un momento que podría haber aprovechado el tabasqueño para dar una explicación del porqué entregó la política migratoria y de asilo, al interés político de Trump. No lo hará, porque no hay cómo explicar que accedió a que mientras recibían la respuesta a sus peticiones de asilo, los centroamericanos no esperaran en Estados Unidos sino en México, violando leyes y derechos humanos. Jugar ahora al avestruz no borra lo que hizo López Obrador. Haber apostado por la reelección de Trump, tampoco pasará desapercibido.
La división dentro del equipo de colaboradores de López Obrador en política exterior generó una crisis que no se ha visto en su magnitud, pero provocó que el apoyo del Presidente al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard –ambos pensaron que la relación con Trump sería mejor durante otros cuatro años más que con Biden– derivara en la renuncia de la embajadora de México en Washington, Martha Bárcena, tía política de López Obrador, y que durante años platicó y asesoró a López Obrador en asuntos internacionales.
Bárcena le aseguró antes de la elección presidencial que Biden ganaría, pero las intrigas en la cancillería la derrotaron. Bárcena le recomendó que reconociera la victoria del demócrata el día de la elección, pero López Obrador, atrapado en su experiencia –no análoga– de la elección presidencial de 2006, los ignoró. Bárcena insistió; Ebrard, que originalmente estaba en la línea de Bárcena, encontró una justificación retórica para salvaguardar al Presidente y mitigar las críticas, algo que finalmente no pudo. Tras la posición de López Obrador en la elección presidencial, los medios internacionales comenzaron a definirlo de manera regular como un populista, vinculándolo indirectamente con Trump.
La próxima semana empezará su nueva realidad, aunque ya tuvieron una primera señal de lo que viene. Hace alrededor de dos semanas, Ebrard habló por teléfono con Jake Sullivan, quien será el consejero de Seguridad Nacional de Biden, donde sólo hubo un tema, el migratorio. Los detalles de la conversación no han sido revelados, pero no deja de ser importante el alto nivel del próximo funcionario estadounidense que llamó, y el tema, porque entre las prioridades para los primeros 100 días de Biden está la cancelación del Programa de Protocolos de Migrantes, conocido como Remain in Mexico, uno de los dos puntos principales a los que se refirió Trump el martes, y que el equipo del presidente electo considera una violación de los derechos humanos, que es una prioridad para el futuro jefe de la Casa Blanca.
El tema de los derechos humanos no se limita a la migración. También existe en otros ámbitos, como en el caso de la ruptura democrática en Venezuela, donde López Obrador se ha alineado al gobierno de Nicolás Maduro y retirado a México del Grupo de Lima, al que quiere revigorizar el equipo de Biden en busca de una solución política en esa nación. Pero sobre todo, lo relacionado con el papel de las Fuerzas Armadas. En una entrevista con Pablo Hiriart publicada este miércoles en EL FINANCIERO, Shannon O’Neil, directora para América Latina del influyente Consejo de Relaciones Exteriores en Nueva York, habló de la preocupación en el equipo del presidente electo con el creciente papel de los militares en México, cuyo poder va creciendo de manera asombrosa.
Hay otros puntos donde el choque entre los gobiernos de Biden y López Obrador está cantado. En política ambiental, por ejemplo, no podían estar más separados. Biden y su equipo en la Casa Blanca y el Departamento de Estado están abocados a las energías limpias, mientras López Obrador y su equipo están ideológicamente comprometidos con las energías sucias. Este tema se cruzará con el de las inversiones, y el Estado de derecho, que López Obrador ha violado, afectando intereses económicos ligados a los demócratas por la vía de la ilegalidad.
Las relaciones bilaterales van a cambiar. En el ámbito de las personalidades, será irrelevante si López Obrador siente antipatía por Biden o viceversa. Sin embargo, acciones como el apoyo sostenido a Trump, la negativa de felicitar a Biden en tiempo y forma como lo hicieron más de 180 líderes del mundo, o reiteradamente ofrecer asilo a Julian Assange, considerado por el presidente electo como un “terrorista tecnológico”, no ayudan a una relación personal.
“López Obrador parece estar haciendo un esfuerzo para dañar la relación con Estados Unidos justo en vísperas de que Biden asuma la presidencia”, declaró hace dos semanas a la agencia de noticias Reuters, Mark Feierstein, que fue director para América Latina en el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, y es uno de los principales asesores del presidente electo sobre temas en la región.
El equipo de Biden tiene bien medido a López Obrador y varios conocen México. López Obrador no tiene bien medido a Biden, ni entiende cómo funciona un gobierno profesional en Estados Unidos, pero progresivamente lo irá descubriendo.