Cd. de México.- Hoy, cuando se cumple el centenario de Guillermina Bravo (1920-2020), el Centro Nacional de Danza Contemporánea (Cenadac), fundado por la coreógrafa en Querétaro, sobrevive con las arcas vacías.

La estrechez económica que arrastra se vio agravada por la pandemia de Covid-19 al verse recortadas sus fuentes de ingresos.

De acuerdo con su director, Orlando Scheker, el Cenadac, donde se forman bailarines y coreógrafos profesionales, recibe 900 mil pesos anuales del Gobierno queretano, dinero que no alcanza para cubrir todas sus necesidades.

Debido a la pandemia no han podido allegarse más recursos por la renta de sus instalaciones o por colegiaturas debido a la deserción escolar; se han ido unos 15 alumnos de una matrícula de poco más de 60 y se han cancelado cursos vespertinos.

Adicional a lo que otorga Querétaro, el Cenadac debe reunir otros 2.5 millones de pesos anuales para completar un austero presupuesto.

Vía telefónica, Scheker acusa la gravedad de la situación actual del centro fundado en 1991 por Bravo para impartir estudios con nivel licenciatura de ejecutante de danza contemporánea, coreografía, docencia, investigación y producción teatral.

“Ya no hay dinero para terminar el año”, dice. “A lo mejor hay para la próxima quincena”.

Además, arrastra adeudos de una parte del aguinaldo de 2019 a una parte del personal.

Un respiro podría significar la entrega de un apoyo extraordinario por 500 mil pesos comprometido por la Secretario de Educación de Querétaro para poder terminar el año.

La crisis que persigue al Cenadac se refleja en pagos bajos a quienes imparten clases y el deterioro de sus instalaciones, dadas en comodato por el Gobierno, al no poder darles apropiado mantenimiento.

“Ha sido un año difícil”, acepta Scheker.

El INBA paga el sueldo de sólo 2 de los 28 maestros y se han perdido plazas.

Además, el Cenadac dejó de recibir en 2009 el subsidio del Instituto por un millón de pesos durante la gestión de Teresa Vicencio.

Pero su director se propone que, contra viento y marea, la escuela siga.

“Con todo y pandemia, vamos a seguir”.

Scheker lamenta que no haya interés por las autoridades federales de Cultura por el acervo de Bravo resguardado por el Cenadac.

Preocupado por resolver las necesidades apremiantes de la escuela, se resguarda el acervo de Bravo lo mejor posible: fotografías, video y programas de mano, vestuario, escenografías y un telón de Rufino Tamayo.

Y acusa desinterés de las autoridades para catalogarlo.

Cuando aún vivía Bravo, se intentó hacerlo con el Cenidi Danza José Limón del INBA, pero no prosperó por falta de recursos (REFORMA, 6/11/2020).

“El INBA debería estar tomando cartas en el asunto”, dice. “No hay interés por parte de la Secretaría de Cultura federal tomar acciones al respecto”, acusa.

Como tampoco advierte interés por parte del Estado de Querétaro.
Un pilar de la danza

Bravo es, en palabras de la investigadora Margarita Tortajada, la “artista de danza moderna y contemporánea más importante del País”, con una carrera de más de siete décadas.

Nacida en Chacaltianguis, Veracruz, el 13 de noviembre de 1920, su familia se mudó a la Ciudad de México a fines de los años 20.

A la par de sus estudios en el Conservatorio Nacional de Música ingresó a la Escuela Nacional de Danza, dirigida por Nellie Campobello. Debutó con el Ballet de Bellas Artes junto a la estadounidense Waldeen von Falkenstein en 1940.

Con Ana Mérida, una vez partió Waldeen del País, fundó el Ballet Waldeen, donde elaboró sus primeras coreografías.

Posteriormente, Carlos Chávez llamó a Bravo y a Mérida a fundar la Academia de la Danza Mexicana en 1947, aunque sus caminos se separarían por sus diferencias artísticas y políticas, y Bravo dejaría la institución.

Fundó entonces el Ballet Nacional de México (BNM), “en medio de un febril nacionalismo”, como documenta Tortajada en la síntesis biográfica publicada en Guillermina Bravo. Testimonial.

Introdujo en 1956 la técnica Graham para la formación de sus bailarines y llegó a establecer relación con la Escuela Graham de Nueva York, vínculo que se mantuvo después con el Cenadac.

El BNM desaparecería en 2006, siete años antes de su fallecimiento.

“Bravo y el BNM no pueden separarse. Guillermina es autora del trabajo más prolífico de la danza moderna y contemporánea de México gracias a la estabilidad que le dio la compañía y ésta fue (y sigue siendo) la referencia obligada de muchos bailarines, coreógrafos, maestros, compositores y diseñadores mexicanos y extranjeros”, escribe Tortajada.

Bailando desde la memoria

Guillermina Bravo hizo que Ernesto, sin ser un bailarín, pisara por primera vez un escenario cuando era un niño. Ahora, el arquitecto de 81 años vuelve a hacerlo impulsado por ese recuerdo.

Aquel fue un montaje escolar que coreografió la bailarina hace 75 años.

Ernesto, muy chiquito, vestido como un “muñeco holandés”, permaneció quieto dentro de una “caja” mientras sonaban las Danzas húngaras de Brahms, pieza a la que Bravo puso letra.

La madre del hoy arquitecto y Bravo habían sido compañeras en la secundaria y ambas se reencontraron cuando la bailarina, con 25 años, monto la pieza para una escuela en Tacubaya.

De aquel episodio quedaron como testimonio un par de fotografías y la palabra de Ernesto.

Esta historia llegó por azar a la coreógrafa Aura Arreola (Ciudad de México, 1986) y detonó la posibilidad de pensar en el legado de Bravo más allá de los archivos oficiales y de los cuerpos entrenados.

“Esos otros cuerpos que no se dedicaron a la danza pero que sí tuvieron un impacto y fueron atravesados por esta mujer”, dice sobre el detonante de En la memoria de los cuerpos, pieza que le comisionó Danza UNAM.

Arreola especula sobre qué hubiera pasado si Bravo hubiera seguido coreografiando otros cuerpos que no fueran el “cuerpo virtuoso”, y, bajo esta premisa convocó a un heterogénea grupo: una bailarina formada en la técnica Graham, que ronda los 60 años de edad, y su hijo, performancero e iluminador, así como una actriz cuyo cuerpo es contrario a los estereotipos de la danza, una ejecutante de Butoh, una estudiante, un bebé -el cuerpo casi sin memoria- y, por supuesto, Ernesto.

A los bailarines entrenados les propuso una reapropiación de un par de piezas de Bravo a la vez que llamó a recrear el recuerdo de Ernesto y bailar para él, en un momento conmovedor.

“(Se trata de) reafirmar que cualquiera puede tener una experiencia gozosa y amorosa de movimiento, de sensación y de relación con su cuerpo”, dice Arreola.

Su pieza se estrenará hoy a las 20:00 horas por el Facebook de Danza UNAM.

Un homenaje urbano

Al evocar a Guillermina Bravo en su pieza Nena: Se le ha visto llorar en backstage, Guillermo Aguilar (Ciudad de México, 1989) retoma elementos que la coreógrafa utilizó como inspiración o en los que basó sus investigaciones.

En entrevista, explica que retomó los mágicos rituales provenientes de comunidades indígenas que tradujo a un culto contemporáneo, así como la veta no realista y temas urbanos que llevó al trap (un subgénero del hip hop).

“El tercer elemento que retomé de su trabajo fue la exploración del espacio por formas geométricas, que, como coreógrafo, he estudiado un par de años”, dice Aguilar.

Una pieza que describe como “melancólica y oscura”.

“Al retomar este estilo de vida trap, tan millenial, quise inspirarme en títulos de canciones de reggaetón, de trap, y encontré que usan mucho estas palabras como ‘nena’, ‘mami’ y ‘bebé’.

“Y ‘se le ha visto llorar en backstage’ es porque en ese culto contemporáneo que construí, hay un ritual de iniciación para una mujer; ella se arrepiente de las acciones que tiene que hacer en este ritual y llora en lo privado ese arrepentimiento”, añade.

Su pieza, en honor a Bravo, se estrenará hoy a las 20:00 horas por el Facebook de Danza UNAM.