Las diferencias por el manejo del Covid-19 entre la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el zar federal del coronavirus, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, se vienen arrastrando por meses, desde que chocaron por la insistencia del doctor que los cubrebocas no servían para nada, en apoyo a la posición acientífica del presidente Andrés Manuel López Obrador. En uno de esos enfrentamientos, Rosaura Ruiz, la secretaria de Educación, Ciencia y Tecnología capitalina, lo encaró. “Hugo -le dijo frontalmente para desmontar su argumento-, el cubrebocas es una barrera”. López-Gatell no respondió, pero siguió su cruzada contra todos los gobernantes del país que no se ajustaban a las guías que, con su aval, marcaba López Obrador en materia de prevención.
Este nuevo choque tuvo uno de sus momentos más ríspidos, cuando el jueves, en una reunión en Palacio Nacional, la discusión entre Sheinbaum y López-Gatell alcanzó un punto de quiebre por el deseo de la jefa de Gobierno de prender el semáforo rojo en la Ciudad de México, ante el aceleramiento de contagios y elevación en la ocupación de camas. López-Gatell alegó airadamente en contra de ello, de acuerdo con personas que conocieron del enfrentamiento, sin que hayan trascendido sus argumentos.
López-Gatell mantiene una posición radical a favor de una estrategia parecida al de la ‘inmunidad de rebaño’, donde se busca que un mayor número de personas sea contagiada por el virus para así desarrollar anticuerpos. La estrategia fue puesta en práctica en Suecia, donde calculaban que al llegar a 50 por ciento de contagios, habrían llegado al mínimo óptimo de la ‘inmunidad de rebaño’. Sin embargo, cuando apenas habían rebasado 35 por ciento de contagios, tuvieron que cancelar esa estrategia y admitir que se habían equivocado. El primer ministro Boris Johnson comenzó con esa estrategia en el Reino Unido, hasta que sus asesores en el Imperial College de Londres le dijeron que de seguir por ese camino habría 250 mil muertes.
En México, López-Gatell ha podido desarrollar esa estrategia sin importarle las críticas en México y el mundo sobre su necedad, porque cuenta con el apoyo de López Obrador, que piensa, cuando menos durante los primeros meses de la pandemia, que es mentira el alcance de la enfermedad, y que el impacto ha sido magnificado por la propaganda. De ahí que pese a las recomendaciones que utilice de manera regular el cubrebocas, ha hecho caso omiso a las sugerencias.
De la misma forma ha ignorado el desastre de la estrategia de su zar: de ocho mil muertos que como máximo calculaba habría, la estimación de la propia Secretaría de Salud, de muertes confirmadas y sospechosas por Covid, es de 103 mil 882, hasta este momento. Adicionalmente hay 139 mil decesos que pudieran estar asociados al coronavirus, según la propia dependencia. En el corto y mediano plazos, no sabremos por el gobierno el total de víctimas de la pandemia.
López-Gatell se ha convertido en un villano público para muchos sectores por la estrategia que impuso, la cual, en términos de resultados comparados con sus proyecciones, ha sido un desastre. El subsecretario que empujó a López Obrador a comparar el virus con una gripe y descalificar acciones contundentes porque era menos grave que la influenza, tendrá que pagar en tribunales su negligencia, al estarse preparando denuncias en su contra por negligencia criminal. Pero eso será en el mediano plazo. En el corto, sus crecientes choques con gobernantes, que ven el número de fallecidos con nombre y apellido, no como parte de la estadística, tuvo su último pico con Sheinbaum, quien ante su negativa por el apoyo del Presidente, anunció el viernes una serie de medidas que se alejan del semáforo naranja y apuntan al rojo.
Entre las acciones que estableció fue el reforzamiento de la atención local en colonias y barrios prioritarios mediante la aplicación de pruebas diagnósticas a cualquiera que las necesite –algo a lo que también se opone López-Gatell–, que ha contribuido a cortar las cadenas de transmisión del virus y mejorar la detección de zonas de peligro. Asimismo, contrario también a la postura del subsecretario, anunció que incrementará el número de pruebas de detección diaria. El zar del coronavirus sostiene que las pruebas no sirven, contrario a la opinión de los expertos en el mundo.
Sheinbaum, que no quiere antagonizar con López Obrador, no se atrevió a ir a semáforo rojo el viernes pasado, pero toda la semana, antes de su choque con López-Gatell, lo consideró, y al gobierno del Estado de México, que alinea sus políticas sanitarias con las de la Ciudad de México, planeó cambiar a semáforo rojo este mismo domingo.
La forma como López-Gatell se opone a las peticiones de los gobernantes locales o desestima las evidencias científicas que le presentan, no es nuevo. Lo relevante en el conflicto con Sheinbaum es que esta explosión por los choques de información y diagnóstico, pega en el corazón de López Obrador, en un momento de profunda contradicción entre su discurso y apoyo al subsecretario, y la realidad sobre la segunda ola de la pandemia, que es lo que tiene a Sheinbaum en una situación de emergencia.
Nota 1: El Consejo de la Judicatura afirmó en un comunicado el lunes que es falso que haya solicitado a autoridades investigar al ministro Luis María Aguilar, como se publicó ayer. Esta columna ratifica que sí se solicitó una investigación. Si fue de manera institucional o fue a nivel individual, tendrá que ser motivo de discusión interna. El hecho es que existe una investigación y no fue iniciada de manera unilateral en la Unidad de Inteligencia Financiera.
Nota 2: En la misma columna se mencionó que el exfuncionario de la Judicatura, Francisco Javier Pérez Maqueda, se le investigaba por la construcción de penales. Para efectos de precisión, supervisó la construcción de los Centros de Justicia Penal, no las cárceles.