Shinzo Abe ha presentado este viernes su dimisión como primer ministro de Japón. La causa de su decisión son los problemas de salud que ya en 2007 pusieron fin a su primer mandato y que le han obligado a visitar el hospital hasta en dos ocasiones desde la semana pasada, lo que había despertado mucha especulación. El jefe de Gobierno más longevo en la historia del país deja tras de sí un legado inconcluso y un país en recesión. “Mi salud no es la adecuada y una mala salud puede llevar a decisiones equivocadas. En estas circunstancias no soy capaz de satisfacer las exigencias del pueblo japonés, por lo que he decidido renunciar al cargo de primer ministro”, ha declarado Abe este viernes ante los medios.
Los rumores comenzaron el lunes de la semana pasada, cuando acudió al Hospital Universitario Keio en Tokio, tras varias semanas alejado de los focos con una agenda menos recargada de lo habitual, para someterse a “una revisión médica”. Este lunes repitió la visita, lo que apuntaba a un empeoramiento de la colitis ulcerosa que padece de manera crónica. Dos días más tarde, su equipo convocó este viernes la rueda de prensa en la que ha anunciado finalmente su adiós.
Cuando en 2012 se presentó de nuevo como candidato a las elecciones generales, en las cuales se impuso con solvencia, Abe aseguró que la aparición de un nuevo fármaco le había permitido poner su enfermedad bajo control. Se desconoce el origen exacto de esta dolencia que provoca inflamación permanente y úlceras en el tracto intestinal, aunque se cree que el estrés puede actuar como agravante. “Durante ocho años he podido dedicarme a mis deberes como primer ministro, pero en junio de este año los médicos me advirtieron de la que dolencia había regresado. A mediados del mes pasado comencé a recibir tratamiento, pero mi salud se ha deteriorado y he perdido mi fuerza y energía. Las pruebas de esta semana han confirmado el diagnóstico”, ha detallado durante su intervención.
Abe ha dedicado sus primeras palabras a describir la actuación de su gobierno contra el virus, extendiendo sus condolencias a los familiares de los fallecidos y su gratitud hacia los trabajadores sanitarios. Japón es uno de los países que ha reaccionado con mayor eficacia ante la pandemia, a la luz de sus 1.241 víctimas mortales y sus 65.709 infectados. “Hemos contenido el índice de mortalidad a cifras bajas en comparación con otros países, aunque hay cosas que deberíamos haber hecho mejor”, ha afirmado. El primer ministro ha reconocido en ocasiones anteriores que la capacidad de testeo ha sido insuficiente y la distribución de mascarillas lenta, en particular en áreas rurales; por lo que ha sido muy criticado. La covid-19 es una de las claves que explican su decisión. “Los contagios están descendiendo, pero el virus volverá a crecer en otoño, por lo que es un buen momento para dar un paso al lado (…). El país necesita ahora un líder sólido”.
Un legado inconcluso
Abe deja el cargo de primer ministro como la persona que más tiempo lo ha ostentado, ocho años y medio. Asimismo, la semana pasada batió el récord de días consecutivos en el poder, arrebatándoselo a su tío abuelo, Eisaku Sato, premio Nobel de la Paz en 1973, quien llevó las riendas del país durante 2.778 días entre 1964 y 1972. Muchos aducen su longevidad a la falta de alternativas en la bancada contraria más que a su carisma. “En política lo que importa no es cuántos días has estado en el puesto, sino lo que has conseguido”, sentenció entonces al respecto de su plusmarca.
En ese aspecto, Abe flaquea. El político no ha logrado completar con éxito algunas de las cuestiones centrales en la política japonesa contemporánea, como reformar la constitución pacifista impuesta por Estados Unidos durante su ocupación o resolver las disputas territoriales con Rusia alrededor de las islas Kuriles. Durante su despedida no ha esquivado la cuestión. “Me queda un año de mandato y hay muchas tareas por llevar a cabo. Debo pedir perdón por dimitir sin resolver los secuestros de ciudadanos japoneses por parte de Corea del Norte ni la reforma constitucional, lo que me causa un gran pesar”.
Quizá el elemento más reconocible de la obra política de Abe sean sus Abenomics, la receta para devolver a Japón a la senda del desarrollo con la que se convenció a los votantes en 2012. Este programa –basado en expansión monetaria, estímulos fiscales y reformas estructurales– condujo al país a su segunda etapa de bonanza más prolongada desde el final de la II Guerra Mundial. La coyuntura, no obstante, vuelve a ser complicada: la pandemia ha sacudido a la tercera economía mundial, de por sí frágil. El Producto Interior Bruto nipón sufrió el trimestre pasado su mayor caída en siete décadas, agravando la recesión tras tres periodos consecutivos en números rojos. No ayuda que los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020, un proyecto que Abe defendió como parte de su legado, hayan sido aplazados al año que viene.
Comienza ahora una carrera por la sucesión dentro de las filas del Partido Liberal Democrático. El mejor colocado es Suga Yoshihide, actual secretario jefe del Gabinete. La consultora Eurasia auguraba en un informe reciente que Suga, pese a mantener un perfil menos conservador e internacionalista que Abe, mantendría las líneas generales de acción del gobierno en caso de ser elegido. El siguiente es Aso Taro, ministro de Finanzas y viceprimer ministro, quien asumirá de manera interina las riendas de la Administración. La lista incluye asimismo al ministro de Defensa Taro Kono, quien ha ganado enteros en los últimos meses. Aunque con menos posibilidades, entre los candidatos también se cuenta a Kishida Fumio, exministro de Exteriores considerado el delfín de Abe; así como su principal adversario dentro de las filas del partido, el extitular de Defensa Ishiba Shigeru. Las próximas elecciones generales están programadas a priori para octubre de 2021, aunque cabe esperar que el nuevo líder opte por adelantar la fecha para obtener la legitimidad de las urnas.