Lee Teng-hui, en 2012 en Taipéi.AARON TAM / AFP

Lee Teng-hui, quien fuera presidente de Taiwán entre 1988 y 2000, falleció este jueves en Taipéi a los 97 años de edad. El mandatario pasará a la posteridad por haber desmantelado el aparato autoritario del Partido Nacionalista (Kuomintang), que gobernó el territorio desde su derrota en la guerra civil china en 1945, y pilotar la transición hacia la democracia. Entre sus méritos se cuenta haber sido el primer presidente elegido por voto popular, así como el primero nacido en la isla.

Lee llevaba hospitalizado desde febrero y “entrando y saliendo del coma durante los últimos meses” tras ingresar aquejado de un problema respiratorio a causa de un atragantamiento, según ha informado el centro médico. El político era diabético y tenía un historial de problemas cardíacos e hipertensión. El equipo médico ha establecido la causa de su muerte como choque séptico junto a un fallo multiorgánico.

La semana pasada había recibido la visita de la actual presidenta, Tsai Ing-wen, a quien apoyó públicamente en las elecciones generales celebradas el pasado enero. Tsai ha hecho público su pesar en un comunicado oficial afirmando que “la contribución del difunto presidente a Taiwán es indudable e irremplazable”, al tiempo que aseguraba haber dado instrucciones “a los departamentos relevantes para que asistan a la familia en la organización “de un funeral solemne y digno”. Lee deja una esposa, Tseng Wen-hui, dos hijas, cuatro nietos y una de las democracias más sólidas de Asia.

Lee nació en un pueblo rural cercano a Taipéi en 1923, cuando Taiwán todavía era una colonia japonesa. Tras graduarse con honores obtuvo una prestigiosa beca para estudiar economía agrícola en la Universidad Imperial de Kioto. Allí se alistó en la Armada japonesa como subteniente, combatiendo en la II Guerra Mundial entre 1944 y 1945. Seguía los pasos de su hermano mayor, también soldado en las fuerzas imperiales, quien falleció en la batalla de Manila. En 1946 regresó a Taiwán, donde continuó su formación en la Universidad Nacional. Durante su época estudiantil se afilió al Partido Comunista Chino hasta en dos ocasiones, en 1946 y 1947, aunque abandonándolo ambas a los pocos meses.

Más tarde se mudó a Estados Unidos, donde obtuvo un máster en la Universidad de Iowa State en 1952 y un doctorado en economía agrícola en Cornell en 1968. Durante esos años abrazó el cristianismo y trabajó en la comisión para la reconstrucción rural de Taiwán patrocinada por el Gobierno de Estados Unidos hasta que dio el salto a la política.

Esto sucedió en 1971, cuando conoció a Chiang Ching-kuo, único hijo biológico de Chiang Kai-shek, adversario de Mao Zedong en la guerra civil y líder de Taiwán. Ese mismo año se afilió al KMT y pronto fue nombrado miembro del Gabinete. Su carrera se volvería meteórica bajo el ala de Chiang. En 1978 este sucedió a su padre al frente del territorio, nombrando a Lee alcalde de Taipéi, gobernador de la provincia tres años más tarde y, tras otros tres, vicepresidente. A su muerte en 1988 le señaló, por último, como el continuador de su legado político.

El nuevo jefe de Estado, sin embargo, inició una serie de grandes reformas estatales que pusieron fin a 38 años de ley marcial –el periodo más largo del mundo, solo superado por Siria– y a la campaña de terror blanco contra la oposición, hasta desembocar en las primeras elecciones democráticas en 1996. Lee, considerado un tecnócrata, salió vencedor con un amplio margen de votos.

Su presidencia estuvo marcada, como no puede ser de otro modo, por las relaciones con China continental. Al principio de su mandato levantó las restricciones al comercio entre ambos lados del estrecho y apoyó el principio de “una China”, llegando a abogar incluso por una eventual reunificación pacífica. Con el paso de los años, no obstante, comenzó a virar su posición. Persiguió un ambicioso plan para ganar aliados en la esfera internacional, hasta acabar erigiéndose en defensor de la independencia, lo que generó un enorme rechazo a su figura en el continente. En su obituario, el tabloide oficial chino Global Times se refiere a él como “el padrino del secesionismo en Taiwán”, asegurando que “su muerte no es, desde luego, una noticia triste”.

La progresiva radicalización de sus posturas acabó granjeándole el repudio de sus propias filas políticas. Poco después de dejar la presidencia en 2000 fue expulsado del Kuomintang por su papel en la fundación de un nuevo partido proindependencia, Unión Solidaria de Taiwán, y su apoyo al Partido Progresista Democrático, que gobierna la isla en la actualidad.