George C. Benjamin, en un acto de la asociación que preside.

George Benjamin (Chicago, 1952) es una de las figuras más influyentes en el mundo de la medicina estadounidense y especialmente en el ámbito de la salud pública. A través de su cargo como presidente de la Asociación Estadounidense de Salud Pública (APHA, por sus siglas en inglés) ha abogado durante casi dos décadas por la construcción de un sistema de sanidad al alcance de todos en un país en el que el asunto es siempre motivo de polémica. En 2016, Benjamin fue nombrado por el presidente Barack Obama como uno de los integrantes del Consejo Consultivo Nacional de Infraestructura, un grupo de sabios que se ocupaba de asegurar la integridad de los servicios esenciales del país en caso de crisis.

Este médico no solo está considerado como una de las grandes voces en favor de una sanidad pública y gratuita en Estados Unidos, sino que es uno de los más prestigiosos profesionales de su país: por su trabajo en el departamento de Salud de Maryland, desde su puesto como jefe de Urgencias en el hospital militar Walter Reed en Washington o como director de Salud pública para el distrito de Columbia. Y no solo eso: en 2007 fue uno de los expertos llamados a preparar un plan de contingencia contra el bioterrorismo por el Gobierno de su país, con lo que lo sucedido con el virus no es ajeno a su campo de trabajo.

Benjamin habla con Materia sobre la pandemia de covid-19, los recientes acontecimientos en Estados Unidos después de la muerte de George Floyd y un futuro incierto en el que parece no haber certezas sobre la salud ni la economía. Lo hace después de su charla virtual en una nueva edición de las famosas conversaciones TED, en la que habló de si es posible volver a la normalidad, sea la de siempre o la que se ha dado en llamar “nueva normalidad”.

Pregunta. ¿Qué opina sobre la situación por la que atraviesa su país?

Respuesta. Supongo que habla de lo que está pasando en las calles estos días [tras la muerte violenta a manos de la policía de George Floyd]. Yo diría que somos una nación resiliente, preparada para superar cualquier conflicto. También diría que estamos despertando. Tengo esperanza, viendo la enorme diversidad que hay entre toda esa gente que está alzando la voz, de que —de algún modo— lograremos superar todo esto. Esa es mi esperanza: que ojalá podamos movernos hacia delante.

“La clave es la ciencia. El conocimiento y la ciencia. Uno puede tener una gran educación, pero ignorar el resto”
P. Pero hay algo inherentemente peligroso en estas movilizaciones y que vemos cada día: apenas se respeta algo tan básico como la distancia social y seguimos en medio de una pandemia.

R. Es cierto. Y por supuesto, esa es una pregunta que yo mismo me hago a diario. Vamos a ver repuntes del virus y veremos qué hacemos al respecto si llega esa situación. Y sí, también es cierto que mucha gente no ha respetado la distancia social. Por eso vamos a tener que insistir en la educación, en el reconocimiento de la sintomatología. Vamos a tener que insistir en tomar todas las precauciones cuando uno se desplaza, porque muchas personas viajan para ir a esas manifestaciones. Solo espero que no tengamos que lamentar todo esto en un año. Quién sabe, es imposible predecirlo.

Llegamos tarde a todo
P. ¿Qué se podía haber hecho?

R. Sabiendo lo que sabemos ahora, habría empezado por una campaña de test mucho más robusta. Habría sido más agresivo con la utilización de mascarillas y de guantes, especialmente porque sabemos que ayudan de manera sustancial a frenar la propagación del virus. También habría sido muy agresivo con las campañas de educación pública en lo que se refiere a la enfermedad y no solo a sus síntomas. Habría prestado mucha más atención a la gente que llegaba a Estados Unidos, no solo de Asia, porque nos focalizamos en eso y no prestamos atención a otras partes del mundo, como la propia Europa. Habría trabajado mucho en las fronteras, revisado todos los protocolos de contagio mucho antes y con mucha más profundidad, implementado una política más eficaz a la hora de estructurar el confinamiento, lo habría hecho mucho antes, mucho mejor. Ya sé que todo esto no habría evitado los contagios y que el virus seguiría aquí, pero creo que nos habría ayudado mucho. Llegamos tarde a todo: si nos hubiéramos confinado cuando lo hicieron otros tantos países en Europa, habríamos evitado males mayores.

P. ¿Está satisfecho con la actuación de su país en la materia?

R. No, no estoy nada satisfecho, por supuesto que no. También creo que hemos aprendido mucho pero no ha sido suficiente. Espero que a partir de ahora tomemos más precauciones, que invirtamos más dinero para reforzar el sistema de salud, porque, sobre todo, necesitamos saber en tiempo real qué está pasando.

P. ¿Cómo ve el futuro?

R. Creo que lo habrá, y eso ya me parece importante. En 1918, sufrimos una tragedia: murieron 50 millones de personas, el mundo entero cambió y tuvimos que empezar de nuevo. Va a pasar lo mismo ahora. Creo que la gente va a empezar a tener más respeto por el sistema de salud público, pero que como somos seres con un sistema retentivo muy breve y una memoria demasiado corta, tendremos que recordar a todo el mundo lo que ha pasado y tendremos que hacerlo a menudo. Espero que, como mínimo, desarrollemos mejores hábitos higiénicos: eso ya sería importante.

Ahora sabemos el coste de no actuar y es una auténtica calamidad. Incluso desde un punto de vista económico, el precio de no hacer nada es mucho peor
P. ¿El sistema de salud público va a salir reforzado de esta pandemia?

R. En mi país tenemos pendiente construir un sistema de salud pública robusto. Pero diría que, ya hace mucho tiempo y no solo en Estados Unidos, se ha procedido a devaluar y debilitar las estructuras de salud pública: es imperativo fortalecer esas estructuras. Y no solo por esta pandemia, sino también por cosas como las enfermedades crónicas o las adicciones, necesitamos un sistema de prevención global y lo necesitamos pronto porque esa es la única manera de afrontar situaciones como esta. Ahora sabemos el coste de no actuar y es una auténtica calamidad. Incluso desde un punto de vista económico, el precio de no hacer nada es mucho peor: pan para hoy y hambre para mañana. Si algo se ha demostrado con esta pandemia es que la prevención funciona y que llevar esa prevención mucho más lejos. Llevo más de 20 años insistiendo en la idea de que debemos construir un gran paraguas de protección pública y sigo creyendo que esa es la única opción sensata.

“No lleves la mascarilla por ti, llévala por los demás”
P. ¿La educación es la clave?

R. La clave es la ciencia. El conocimiento y la ciencia. Uno puede tener una gran educación, pero ignorar el resto.

P. Ha insistido mucho en los últimos tiempos en que nosotros mismos somos “el arma secreta contra la pandemia”.

R. Ahora mismo, vivas donde vivas, tu segundo trabajo es ser trabajador de la sanidad pública, ya trabajes en un supermercado, o seas transportista o camarero. De ti dependerá que muchas de las medidas aplicadas funcionen, y que tú las apliques ya sabemos —positivamente— que va a salvar vidas. Y solo diré esto: no lleves la mascarilla por ti, llévala por los demás. Y déjeme añadir algo muy importante: creemos que esta pandemia ha sido mala y lo ha sido, pero habrá otra, una mucha peor. Tenemos que estar preparados para la siguiente, porque va a ser más grande. Y tenemos que prepararnos para ella sin olvidar que esta no se ha ido: esta aún sigue aquí. Es muy importante que la ciudadanía no olvide esto.

P. ¿Qué piensa cuando ve a Donald Trump diciendo cosas como que quizás inyectarse lejía sea una buena solución para acabar con el virus?

R. El presidente Trump no tiene ninguna autoridad en este asunto, no es médico y no tiene conocimiento de ningún tipo en esta área en concreto. Así que le escucho atentamente, con muchísima atención, y luego ignoro completamente todo lo que ha dicho.