El presidente palestino, Mahmud Abbas, el martes en Ramala.ALAA BADARNEH / AFP

El presidente palestino, Mahmud Abbas, ha vuelto a lanzar a Israel el órdago de poner fin a la estrecha coordinación de sus fuerzas de seguridad, derivada de los Acuerdos de Oslo (1993), ante la propuesta de anexión parcial de Cisjordania del nuevo Gobierno de Benjamín Netanyahu. Los hechos dirán si se cumple ahora el envite. La amenaza de cortar los lazos entre los servicios de inteligencia, que han contribuido a desbaratar numerosos atentados, forma parte hace años del rosario de agravios del rais palestino. La última vez fue en febrero, cuando la Casa Blanca presentó su polémico plan de paz.

“Desde ahora, nos desvinculamos de todos los acuerdos con los Gobiernos israelí y estadounidense, incluidos los de seguridad”, anunció Abbas en Ramala, sede administrativa de la Autoridad Palestina, en la noche del lunes. Los Acuerdos de Oslo que alumbraron el autogobierno palestino, y todos los protocolos y anexos que los acompañan se convertirán así en papel mojado.

Está por ver. “Se trata más bien de un ataque preventivo”, aseguró a la radio israelí el dirigente palestino Ashraf al Ajrami. “Se busca ante todo la intervención internacional para poder ejercer una intensa presión sobre el Gobierno hebreo que detenga la anexión”, apostilló este exministro. Abbas se declaró dispuesto a negociar con Israel sobre la base de la solución de los dos Estados, que prevé la creación de un Estado palestino en las fronteras previas a la ocupación de 1967 y con capital en Jerusalén Este.

El responsable de las relaciones con Israel en la Autoridad Palestina, Husein al Sheij, y el jefe de los servicios de inteligencia, Mayed Faraj, han recibido ya la orden de suspender los contactos con sus contrapartes israelíes, según precisaron fuentes palestinas. Altos mandos del Ejército israelí y de las fuerzas de seguridad vienen alertando al Ejecutivo en declaraciones a la prensa de las consecuencias de la ruptura de la coordinación con los palestinos, considerada como un “mecanismo vital” para desactivar acciones violentas en Cisjordania.

Abbas cuenta desde 2018 con la autorización de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) para cortar los lazos con Israel, pero hasta ahora no ha ejecutado la decisión. La semana que viene, en las festividades del Eid al Fitr posteriores a Ramadán, la Autoridad Palestina tiene previsto ampliar la libertad de movimientos de sus ciudadanos, restringidas durante la pandemia de coronavirus, para lo que deberá coordinarse con las fuerzas de seguridad israelíes. Las tropas controlan todos los puestos de control de entrada al territorio cisjordano y entre las tres zonas fijadas por los Acuerdos de Oslo.

Junto a su socio de coalición, el centrista Benny Gantz, Netanyahu pretende poner en marcha a partir del 1 de julio la anexión —formalmente “aplicación de la legislación israelí”— en los asentamientos judíos y el valle del Jordán, que representan un 30% del territorio de Cisjordania, en cumplimiento de una de sus principales promesas electorales.

La extensión de la soberanía a parte del territorio palestino ocupado, donde viven más de 400.000 colonos, y a la estratégica frontera con Jordania, está amparada por el plan presentado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El autoproclamado “acuerdo del siglo”, la iniciativa Visión para la paz de la Casa Blanca, incorpora plenamente los intereses del nacionalismo israelí, que reivindica su presencia histórica en tierras bíblicas, y es rechazado de plano por los palestinos, que consideran que hace inviable la solución de los dos Estados.

“La autoridad ocupante israelí va a tener que cargar con todas las responsabilidades y obligaciones sobre el territorio ocupado ante la comunidad internacional, con todas las consecuencias y repercusiones”, aseguró Abbas tras una reunión de su Gabinete junto a la cúpula de la OLP, controlada por el partido Fatah del presidente. Si Israel no se siente ya vinculado a los Acuerdos de Oslo, el rais proclama que tampoco. Los responsables palestinos sostienen que la anexión constituye un crimen de guerra que puede ser juzgado por la Corte Penal Internacional, cuya fiscal general solicitó en diciembre la apertura de una causa contra Israel tras cuatro años de investigación.

Pese al dramático anuncio de Abbas —que fue uno de los principales arquitectos de los Acuerdos de Oslo—, responsables palestinos han reconocido al diario Haaretz que la coordinación de seguridad con Israel no va a desaparecer de la noche a la mañana, si bien el nivel de las relaciones de cooperación se verá muy rebajado. El largo historial de amenazas de cancelación de relaciones pronunciadas por Abbas no se ha plasmado hasta ahora en hechos. El presidente palestino, de 85 años, y la generación de líderes con la que forjó el autogobierno hace más de un cuarto de siglo, siempre ha buscado preservar el legado institucional negociado en Oslo para sentar las bases de un futuro Estado palestino.

Amenaza sin precedentes
“No sabemos aún qué significa el anuncio de la ruptura de los acuerdos con Israel para que se haga cargo de las consecuencias de la ocupación; es una amenaza sin precedentes”, admitió ante un grupo de periodistas extranjeros el exministro Yossi Beilin, uno de los principales impulsores de la paz de Oslo, en una conferencia telefónica. Ante la anexión de Cisjordania, este político afiliado a la izquierda israelí sostiene que Netanyahu nunca se hubiera atrevido a promover la anexión sin contar con el respaldo explícito de la Casa Blanca.

Beilin considera que las crecientes críticas a la anexión desde la comunidad internacional tendrán impacto sobre el nuevo Gabinete de centroderecha. La Embajada de Israel en Washington está urgiendo al Gobierno a avanzar en el proceso de absorción parcial de Cisjordania. Según una información difundida por el Canal 13 de televisión, el embajador, Ron Dermer, ha informado de que la “ventana de oportunidad [para la anexión] sigue abierta ahora (…), pero no se sabe con certeza qué pasará tras la elección presidencial de noviembre [en EE UU]”.

“La visita a Israel efectuada la semana pasada por el secretario de Estado, Mike Pompeo, ha sido interpretada como un mensaje de Washington para frenar los ímpetus anexionistas del nuevo Gobierno, a la vista de la creciente preocupación entre los países árabes aliados de EE UU”, argumenta Yossi Beilin, quien fue brazo derecho de Isaac Rabin y Simón Peres en la negociación de los Acuerdos de Oslo con los palestinos. “El fin de la coordinación de seguridad es una amenaza potencial”, puntualizó, “pero críticas como las del rey de Jordania o el aspirante demócrata a la Casa Blanca Joe Biden son reales”.

Abdalá II advirtió el sábado de que la anexión conllevaría “un conflicto masivo” con Jordania, el único país árabe, junto con Egipto, que mantiene relaciones con Israel. Y el ex vicepresidente de EE UU afirmó el lunes que si es elegido en noviembre su Administración “no apoyará la anexión”. “Las medidas unilaterales perjudican las perspectivas de un acuerdo de paz con dos Estados”, remachó. Ese mismo día, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, comunicaba al nuevo Gobierno encabezado por Netanyahu y Gantz que Bruselas “no reconocerá ningún cambio en las fronteras de 1967 si no existe un acuerdo entre israelíes y palestinos”.