La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante un acto en Bruselas, este mes.POOL NEW / REUTERS

Criticada por su respuesta descoordinada a la crisis sanitaria, la Unión Europea busca pasar página y ganar crédito político con un plan global para financiar una vacuna. Las autoridades comunitarias quieren poner el planeta a cooperar desde ya para hallar una solución lo antes posible. Y que el remedio esté disponible para todos sin restricciones como su alto precio. Mientras Estados Unidos y China libran una cruenta carrera investigadora para ser los primeros en hacerse con el fármaco, Bruselas apuesta por la vía multilateral: este lunes comenzó una conferencia de donantes que tiene como fin recaudar 7.500 millones de euros.

El despliegue de líderes para animar a países, organizaciones internacionales, instituciones financieras, empresas o fundaciones a rascarse el bolsillo estuvo a la altura del mayor desafío global tras la Segunda Guerra Mundial. A través de la pantalla fueron desfilando, uno a uno, los primeros ministros de Francia, Alemania, España, el Reino Unido, Australia, Turquía o Israel. Así hasta superar la cuarentena de países. Cada uno de ellos informó en una breve intervención de dos o tres minutos del dinero que añadirían a la caja común. Y en apenas tres horas el objetivo monetario quedó cubierto.

Las instituciones comunitarias, con el movimiento auspiciado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quieren coordinar la búsqueda de la vacuna y evitar que se repitan, esta vez a escala global, momentos como los de marzo, cuando más de un Estado actuó por su cuenta en el aprovisionamiento de bienes sanitarios como mascarillas y respiradores. La iniciativa sirve, además, para potenciar el mensaje de la importancia del multilateralismo en un momento en el que está más cuestionado que nunca.

La ausencia más llamativa fue la de Estados Unidos, precisamente uno de los países más críticos con el engranaje institucional planetario. Si bien los precedentes, con la retirada de su aportación a la Organización Mundial de la Salud hace tres semanas, ya hacían albergar pocas esperanzas de que se uniera a la conferencia de donantes. A seis meses de la cita electoral que marcará su devenir político, Donald Trump parece convencido de la capacidad de su industria farmacéutica para lograr resultados por sí misma. El domingo por la noche aseguró, ignorando la prudencia que demandan los expertos, que su país contará con la vacuna “a finales de año”.

Von der Leyen peleó para que sí estuviera China, llamada incluida a su primer ministro, Li Keqiang. Y Pekín accedió finalmente a participar, aunque con una representación de más bajo nivel que otras potencias, a través de su embajador ante la UE. Este recordó la gran cantidad de mascarillas, trajes de protección y respiradores que su país ha facilitado a otros Estados, y se mostró dispuesto a apoyar a los países menos desarrollados con medidas como la suspensión del pago de la deuda.

El Ejército chino dirige uno de los proyectos más avanzados para hallar un inyectable eficaz para tratar de contener la pandemia. Pero mientras las dos grandes superpotencias del planeta ponen sus laboratorios a trabajar a pleno rendimiento, Bruselas busca soluciones conjuntas que rompan la dinámica de bloques a Este y Oeste. Y fue la primera, por boca de la propia Von der Leyen, en anunciar el importe de su donación: 1.000 millones de euros.

“El coste de quedarse de brazos cruzados sería mucho mayor, en vidas y recursos”, afirmó el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en el pistoletazo de salida a la maratón mundial de financiación. En la actualidad hay 70 vacunas en desarrollo, y tres de ellas han empezado ya los ensayos. La gran preocupación, vista la agria pugna por hacerse con los limitados stocks de mascarillas, cuyas exportaciones se restringieron en algunos casos y su precio se disparó en medio de la especulación, es que suceda algo similar una vez la vacuna esté lista, con los países más vulnerables como grandes perdedores. “No solo se juzgará con cuánta rapidez se produce la vacuna, sino con cuánta rapidez la distribuimos”, alertó el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

Por parte de la ONU, Gutérres advirtió de que será necesario reunir al menos cinco veces la suma que la comunidad internacional se ha marcado como objetivo “para llegar a todas las personas en todos los lugares”. La conferencia de donantes no solo contabilizará dinero nuevo para utilizar a futuro, sino también inversiones ya realizadas semanas atrás. “No siempre hemos colaborado multilateralmente como habría deseado. Hoy ha llegado la hora de la esperanza”, ha señalado la canciller alemana, Angela Merkel, la segunda en comparecer. El presidente francés, Emmanuel Macron, fue el primero. Y la contribución de su país, de 500 millones de euros, una de las más potentes en un entorno de sumas dispares. Polonia, Hungría, Eslovaquia y Republica Checa solo darán 750.000 euros cada una.

El modo en que se comercializará el remedio preocupa, pero antes que eso, cada día que se adelante el hallazgo se mide en vidas salvadas y puntos de PIB no destruidos. Por eso, el primer ministro británico, Boris Johnson, que sufrió la enfermedad en carne propia, llamó a no caer en egoísmos nacionales. “No es una competición entre países, sino una empresa compartida”.

Numerosas incógnitas planean sobre el acceso a la sustancia. ¿Cómo manejarán la situación China o Estados Unidos si son los primeros en obtener la vacuna? Los representantes de una parte importante de la humanidad apuestan por suprimir cualquier barrera al acceso universal al fármaco.