Varios niños juegan a tirarse al agua en una calle inundada de Yakarta, capital de Indonesia, el 25 de febrero.
Varios niños juegan a tirarse al agua en una calle inundada de Yakarta, capital de Indonesia, el 25 de febrero.BAGUS INDAHONO
Hace casi un año el presidente de Indonesia, Joko –Jokowi- Widodo, anunció el plan para construir una nueva capital en la isla de Borneo ante los acuciantes problemas que afectan a Yakarta. Jokowi aseguró que uno de los motivos para la nueva ubicación había sido que la zona no era foco de desastres naturales, pero un estudio publicado este mes por la Sociedad Geológica de Londres indica lo contrario: sus investigadores han encontrado pruebas de múltiples deslizamientos de tierra submarinos en el estrecho de Makassar, entre Borneo y Sulawesi, que, de repetirse, podrían generar un tsunami que afectaría a la futura urbe.

“Todavía tenemos que trabajar más para entender bien la situación. Ahora bien, esta información es algo que el Gobierno de Indonesia probablemente debería considerar en su balance de riesgos. Aunque hablemos de eventos caracterizados como de ‘baja frecuencia, alto impacto’”, aseguró Uisdean Nicholson, de la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo, responsable del estudio divulgado por una publicación especializada de la Sociedad Geológica de Londres y del que se hace eco la BBC.

La investigación revela hasta 19 zonas a lo largo del estrecho donde montañas de sedimento acumulado, de 600 kilómetros cúbicos en la mayoría de los casos -un volumen capaz de producir olas en la superficie al precipitarse-, aparecen de forma “caótica”. “(Los sedimentos) pueden verse en capas, de manera ordenada, o de modo totalmente caótico. En el segundo caso podemos deducir que han caído de forma rápida y turbulenta. Es como una avalancha submarina”, asegura, por su parte, la investigadora Rachel Brackenridge.

El equipo, que ha utilizado datos sísmicos para estudiar los sedimentos y su estructura, planea visitar la costa oriental de Borneo (isla repartida entre Malasia, Brunéi e Indonesia, que denomina su parte del territorio como Kalimantán) para buscar pruebas físicas de un tsunami que podría haber ocurrido hace miles de años, y deducir qué tipo de olas podrían haber golpeado la zona. Para averiguar la edad y frecuencia de los corrimientos pretenden extraer fragmentos de los sedimentos más adelante.

De momento, alertan de que la zona donde se va a construir la nueva capital, entre las ciudades costeras de Balikpapan y Samarinda, podría ser un área de riesgo. Advierten además de que el país, que instaló un mecanismo de alertas de tsunami tras el devastador maremoto de diciembre de 2004 –que causó más de 120.000 muertos en Indonesia-, no dispone allí de medidas de aviso para uno provocado por deslizamientos de tierra. Algo que ya ocurrió en diciembre de 2008, cuando un maremoto surgido tras un corrimiento submarino provocado por la erupción del volcán Anak Krakatoa arrasó sin ser previamente detectado la ciudad de Palu, en la parte central de la isla de Sulawesi, matando a centenares de personas.

Las catástrofes naturales golpean con frecuencia Indonesia. El pasado agosto, un fuerte terremoto entre las islas de Sumatra y Java activó una alerta de tsunami en Yakarta, que finalmente fue suspendida. Un año antes, un seísmo en la isla de Lombok, frente a la turística Bali, dejó un saldo de medio millar de muertos y decenas de miles de desplazados. Con esa trágica premisa en mente, Jokowi explicó en agosto de 2019 que Kalimantán Oriental había sido en parte elegido como destino de la nueva capital porque no era “foco de desastres naturales”.

La posible amenaza de tsunami agrava la lista de inconvenientes señalados para el traslado de la capital a Borneo, centrados hasta ahora en el daño medioambiental que la construcción de la urbe podría suponer en la isla, hábitat de orangutanes y tigres y ya ampliamente deforestada. Sus detractores desaconsejan reproducir los mismos errores que han convertido a Yakarta en una ciudad hostil: superpoblada (hasta 30 millones de habitantes si se incluye el área metropolitana), contaminada y frecuentemente inundada. Motivos, junto a su veloz hundimiento –uno de los más rápidos del planeta-, por los que Jokowi decidió poner en marcha el plan de traslado.

Aunque el proyecto arrastraba décadas de debate, nadie hasta Widodo, reelegido para una segunda legislatura hace un año, había puesto fecha, lugar y coste. El presidente aseguró que la nueva capital comenzará a construirse a finales de 2020, y que el traslado a la misma, que inicialmente solo afectará a 1,5 millones de empleados de la Administración, arrancará en 2024. El coste se estipula en cerca de 466 billones de rupias (29.330 millones de euros).

Si bien los planes siguen oficialmente en pie, el impacto del coronavirus ha hecho que queden en un compás de espera, según han asegurado desde el Gobierno. Los casos de covid-19 en el país se han cuadriplicado, prácticamente, desde comienzos de mes, llegando a más de 7.000 infectados y 616 fallecidos, una de las tasas de mortalidad más altas del planeta. Indonesia, con más de 260 millones de habitantes, ha sido señalado por los expertos como un país de alto riesgo, y Widodo criticado por sus renuencias a tomar medidas de cierre como las impuestas en otros países.