El Papa ha dado este domingo, Domingo de Resurrección, uno de los discursos con mayor carga política de sus siete años de pontificado. En un momento excepcional de crisis global a causa de la pandemia de coronavirus, el pontífice instó a la solidaridad mundial para hacer frente a la emergencia sanitaria y sus consecuencias, a que se relajen las sanciones internacionales y se condone la deuda a los países pobres. Francisco pidió el cese inmediato de todas las guerras. Y envió un claro aviso, en un tono inaudito en él, a la UE, a la que reclamó que deje a un lado las rivalidades y el “egoísmo” para combatir el virus.

“Después de la Segunda Guerra Mundial, este amado continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado. Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente”, afirmó el Pontífice argentino antes de impartir la bendición urbi et orbi desde una basílica de San Pedro desierta debido a las restricciones por la pandemia.

Francisco destacó su preocupación por la forma en la que Europa está afrontando esta crisis y la falta de consenso en la Unión a la hora de aprobar un mecanismo conjunto de ayudas para superar la emergencia. La insistencia de Italia en aprobar los llamados coronabonos, que también reclaman España o Francia, choca con el rechazo de países del norte como Alemania o los Países Bajos.

En este tiempo en el que Europa se la juega con esta crisis, Jorge Mario Bergoglio, quien el pasado 30 de marzo se reunió con el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, envió un claro mensaje al club comunitario: “Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras”. Y precisó: “Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones”.

El pontífice sigue con atención la evolución de la brecha entre el norte y el sur del continente que ha abierto la emergencia sanitaria, económica y social: “Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no solo su futuro, sino el del mundo entero”. E insistió: “Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace excepción de personas”.

Francisco pidió, además, que a los más necesitados “no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria”. Y dadas las circunstancias, el Papa fue más allá e instó a que “se relajen las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada”. Y también que “todos los países” afronten las grandes necesidades del momento, “reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”. Francisco no citó expresamente a ningún país en esta parte de su discurso, pero más adelante mencionó a Venezuela, sobre la que pesan duras sanciones internacionales contra el régimen chavista y que atraviesa una de las crisis políticas, económicas y humanas más profundas de su historia. El pontífice argentino reclamó una solución “práctica e inmediata” para que la ayuda internacional llegue a los venezolanos que sufren “a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”. Y llamó a desterrar palabras como “indiferencia, egoísmo, división y olvido”.

“Este no es tiempo del olvido” recalcó para pedir que la crisis actual no haga a los países “dejar de lado tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas”. Bergoglio hizo también un repaso por los conflictos abiertos que afligen el mundo y lanzó un llamamiento “a quienes tienen responsabilidades” para que tengan “la valentía” de adherirse al llamamiento por un “alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo” que ha lanzado ya Naciones Unidas.

Gastar dinero en armas
“No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas”, clamó Francisco. Y recordó que este puede ser el momento “para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en Líbano”. También rezó por que israelíes y palestinos “reanuden el diálogo” y “encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz”, así como para que “acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania” y “se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África”.

Además, tuvo palabras para las personas “desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías” y a los numerosos migrantes y refugiados, niños muchos de ellos, “que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía”.