Cuando Alberto Fernández visitó México en su primer viaje al exterior desde que asumió la presidencia de Argentina, dijo que ambos países enfrentarían juntos el “desafío de la globalización”.

Menos de cinco meses después, las posturas respectivas de Fernández y el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, para combatir la pandemia de coronavirus no podrían estar más alejadas.

Mientras que el líder mexicano recién acaba de comenzar a instar a los ciudadanos a quedarse en casa, después de alentarlos a comer fuera para apoyar la economía, Argentina restringió hace una semana la vida social e impuso una política estricta de cuarentena, arriesgándose incluso a afectar desproporcionadamente los sustentos de la base de los votantes de Fernández, en su mayoría de clase media a baja.

La clave de esa decisión fue el aumento de categoría del virus a pandemia y las conversaciones con líderes en el centro de la lucha contra la enfermedad, dijeron personas con conocimiento de la estrategia.

“La opción es cuidar la economía o cuidar la vida”, explicó Fernández el miércoles. “Yo elegí cuidar la vida”.

En América Latina, donde un gran número de personas depende de la economía informal para sobrevivir, no hay opciones perfectas para los líderes.

La decisión de Fernández de ir con todo para luchar contra el COVID-19 se destaca no solo por su contraste con México sino también con Brasil, donde el presidente Jair Bolsonaro ha restado importancia a los riesgos y se ha enfrentado públicamente con gobernadores estatales que están tomando medidas estrictas para combatir el virus localmente.

Momentos clave
“Este es un momento decisivo para Alberto Fernández, para que demuestre que tiene el control y que lidera el país”, aseguró Jimena Blanco, jefa de investigación política de América Latina en la consultora Verisk Maplecroft.

“El peor escenario es tener una respuesta desordenada, o no tener ninguna respuesta, que es lo que estamos viendo en México y Brasil”.

La decisión de Fernández de poner a su país en cuarentena estuvo profundamente influenciada por el anuncio que realizó la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo de que el coronavirus era una pandemia, según un alto funcionario del gobierno.

La doctora Maureen Birmingham, representante de la OMS en Argentina, mantiene una comunicación constante con las autoridades y el propio Fernández.

Esa decisión se vio reforzada cuando el mandatario vio que los casos se disparaban rápidamente en Italia y España, dos países de donde proceden muchos antepasados argentinos.

Antes de su anuncio de cuarentena, Fernández habló con los primeros ministros de Italia y España, Giuseppe Conte y Pedro Sánchez, respectivamente, para conocer sus experiencias, precisó el funcionario.

Fernández desarrolló buenas relaciones con ambos hombres después de visitarlos a principios de este año.

Ganar tiempo
También quería ganar tiempo para el frágil sistema de atención médica de Argentina, tratando de aplanar la curva lo antes posible, expuso el funcionario. El presidente conversa diariamente con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y el alcalde de la ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, donde se concentran la mayoría de los casos.

Al mismo tiempo, Fernández, quien reconoció públicamente que su estrategia hará que la economía se hunda aún más, señaló que espera que los casos lleguen a su punto máximo en la primera quincena de mayo y que está dispuesto a extender la cuarentena obligatoria que termina el 31 de marzo si es necesario.

El Obelisco de Buenos Aires, ubicado en la avenida 9 de julio.
El Obelisco de Buenos Aires, ubicado en la avenida 9 de julio.Bloomberg
Gobiernos de todo el mundo están adoptando sus propias estrategias para frenar la propagación del virus.

Algunos países que están relativamente poco afectados, como Japón, toman medidas mínimas, mientras que otros, como España e Italia, en el centro de la epidemia, implementaron cuarentena total, y un tercer grupo, incluido Australia, busca equilibrar el daño económico y la protección de la salud pública.

Si bien cada postura es polémica, en Argentina, un país con una crisis financiera crónica y una política ferozmente divisiva, el desafío de abordar el coronavirus está trayendo un sentido inusual de unidad.

Fernández se unió a líderes de diferentes extremos del espectro político para el anuncio de aislamiento del 19 de marzo, una rara muestra de consenso que hizo todo aún más improbable dado que el país está atravesando por un tercer año de crisis económica y acercándose nuevamente al incumplimiento.

Bajo la sombra
Más allá de motivos puramente humanitarios, la demostración de consenso le da a Fernández la oportunidad de emerger de la sombra de su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, la dos veces expresidenta que jugó un papel decisivo en catapultar a su homónimo, con el que no tiene relación de parentesco, a su victoria electoral en octubre.

“Un enorme impacto externo que hace que las cosas sean terribles en todas partes, y no solo donde estás, puede ser políticamente útil”, puntualizó Daniel Lansberg-Rodríguez, analista de riesgo geopolítico que dicta cátedra en la Kellogg School of Management de la Universidad Northwestern.

“Los primeros en adoptar fueron a menudo los líderes que estaban más dispuestos a cambiar la conversación”.

Las encuestas muestran que la mayoría de los argentinos aprueba la respuesta del Gobierno.

No obstante, es una gran apuesta para Fernández. Si bien las clases altas pueden pasar la crisis trabajando desde sus casas, ese no es un lujo para los menos acomodados que conforman su base.

Al 2018, casi la mitad de los trabajadores argentinos se encontraban en la economía informal, según el instituto de investigación de la Universidad Católica de Argentina, incluidos trabajos como vendedores ambulantes y empleados domésticos.

La respuesta financiera del gobierno a la crisis ha intentado cerrar esa brecha, con medidas como pagos adicionales para padres y jubilados de bajos ingresos, una transferencia en abril de 10 mil pesos argentinos (3 mil 835.82 pesos mexicanos) para trabajadores informales y algunos trabajadores independientes, y un congelamiento de precios de 2 mil 300 productos esenciales.

Medidas duras
Todavía no hay garantía de que sus duras medidas, también implementadas por otras economías más pequeñas como Chile, Perú y Colombia, tengan éxito en la lucha contra una pandemia que se está extendiendo rápidamente en toda América Latina.

Además, con más de 2 mil 800 pruebas realizadas este mes, Argentina muestra una deficiente tasa de prueba en comparación con vecinos como Chile, donde el gobierno del presidente Sebastián Piñera ha realizado más de 7 mil 500.

La repentina cordialidad bipartidista tampoco puede durar mucho. Sin embargo, todavía representa una negociación política notablemente ausente en Brasil y México, las economías número uno y dos de la región, respectivamente.

En México, López Obrador se está aprovechando de su popularidad y mayoría en el Congreso para seguir una ruta más ‘quijotesca’, enfocándose durante semanas en prevenir un colapso económico antes de cambiar de marcha el jueves, cuando llamó a las personas a quedarse en casa.

Bolsonaro no ha dejado a los gobernadores estatales otra opción que tomar las decisiones difíciles ellos mismos, enviando mensajes contradictorios al país de 210 millones de habitantes.

Es cierto que el coronavirus ofrece una distracción para Fernández, quien aún tiene que presentar un plan integral para sacar a Argentina de la crisis económica. También justifica un mayor gasto social en su base de votantes. Independientemente de cualquier motivo político, puede haber hecho que Argentina gane un tiempo valioso para combatir el virus.

“Vimos lo que estaba pasando en Europa, teníamos imágenes en los diarios de lo que pasaba en España e Italia, países muy cercanos para nosotros, y eso generó ansiedad y angustia en Argentina, y el gobierno salió a atacar la situación”, expuso Juan Negri, profesor de ciencias políticas de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires.

“Está tratando de anticiparse al peor de los escenarios: que explote una crisis social”.

Es demasiado pronto para decir si el enfoque de Fernández funcionará mejor que los de López Obrador o Bolsonaro. Pero si funciona, podría tener la oportunidad de sanar la dura división política de Argentina, según Blanco, de Verisk Maplecroft.

“Si se maneja bien, podría consolidarlo como el líder del pueblo, incluidas las personas que no votaron por él”, señaló.