Plantas químicas y refinerías en Houston, Texas.LOREN ELLIOTT / REUTERS

Las medidas de confinamiento para luchar contra el nuevo coronavirus, que afectan a un tercio de la humanidad ya, han desplomado la actividad económica allá donde se han aplicado. Como consecuencia, los niveles de contaminación también han caído de forma brusca. Así ocurrió en China y así está ocurriendo ya en Europa, según detallaba esta semana la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA, sus siglas en inglés). Sin embargo, ante el aluvión de informes que cuantifican casi a diario la reducción de gases nocivos vinculados a la industria y el tráfico en las zonas confinadas, muchos analistas alertan del efecto rebote que se puede producir y de la relajación de las normas medioambientales que se puede desencadenar. De hecho, Estados Unidos y China, las dos principales economías del mundo y también, los dos países más contaminadores y emisores de gases de efecto invernadero del planeta, están dando pasos en ese sentido.

La Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA, sus siglas en inglés) emitió el jueves una orden por la que, indefinidamente y de forma retroactiva desde el 13 de marzo, se relajan las normas y controles a las industrias del país por el coronavirus. China anunció también hace un par de semanas que va a suavizar los controles a las empresas para permitir la recuperación económica del país.

En el caso de Estados Unidos, la EPA ha argumentado que las medidas extraordinarias para contener la Covid-19 pueden reducir la capacidad de las empresas para cumplir con las reglas medioambientales. Y explica que, por ejemplo, no serán sancionadas las empresas que no cumplan con sus obligaciones de monitorización y de envío de informes de rutina al órgano de supervisión ambiental. Básicamente, esta agencia sostiene que centrará su actividad en los casos que puedan suponer “un grave riesgo o una amenaza inminente para la salud pública o el medio ambiente”.

El paso dado por la EPA ha sido criticado por Gina McCarthy, que dirigió ese organismo entre 2013 y 2017, durante el mandato de Barack Obama. A través de un comunicado, McCarthy ha lamentado que la Administración de Donald Trump esté dando vía libre a las empresas para contaminar. “Se está aprovechando de una crisis de salud pública sin precedentes para hacer favores a los contaminadores”, ha explicado. Una actitud similar a la de Estados Unidos parece haber tomado Brasil, que ha optado por recortar esfuerzos para combatir los crímenes ambientales durante la crisis del coronavirus, algo que podría afectar a la lucha contra la deforestación, según informa Reuters.

Reactivación económica
En el caso de China, reactivar la economía del país, que afronta su primera contracción en casi medio siglo, se ha convertido en la prioridad política del gigante asiático. En ese contexto, la lucha contra la contaminación y el cambio climático ha pasado a un segundo plano. El Gobierno anunció hace un par de semanas que modificará la supervisión ambiental para contribuir a que las empresas retomen su actividad lo antes posible tras el bloqueo causado por el coronavirus.

“El control medioambiental debe ser ajustado de acuerdo a necesidades prácticas y a la situación económica y social”, afirmó en una conferencia de prensa Cao Liping, representante del Ministerio de Ecología Medio Ambiente. El índice de actividad productiva elaborado por la consultora Trivium estima que el sistema productivo del país está funcionando a un 75% de su capacidad.

El objetivo es dotar a las empresas de más tiempo para gestionar su operatividad, pero el portavoz subrayó que el Gobierno no está relajando sus estándares. “El propósito de la campaña medioambiental no es cerrar empresas y limitar la producción, sino animarlas a respetar los requisitos legales”, declaró. Una de estas primeras medidas se ha aplicado en el ámbito fiscal: aquellas entidades que hayan sido afectadas por el coronavirus podrán postergar el pago de sus impuestos medioambientales y los permisos de vertidos caducados serán extendidos automáticamente.

Otra de las iniciativas medioambientales que se verán afectadas por la crisis del coronavirus es la implantación del mercado de comercio de emisiones de gases de efecto invernadero (ETS, por sus siglas en inglés), el cual iba a entrar en vigor este año y ya se ha visto postergado en varias ocasiones. “Si las restricciones actuales continúan en mayo, el proyecto será retrasado durante al menos medio año más”, explicaba Qian Guoqiang, director estratégico de SinoCarbon Innovation & Investment y consultor del Gobierno, en unas declaraciones al diario hongkonés South China Morning Post.

El origen del ETS chino se remonta a 2013, cuando el Gobierno puso en marcha sus primeros proyectos pilotos en cinco grandes ciudades y dos provincias. Una de ellas fue precisamente Hubei, epicentro de la pandemia, la cual esta semana ha comenzado su apertura gradual tras dos meses de bloqueo. La Unión Europea, que puso en marcha el suyo en 2003, fue la pionera en el mundo en contar con un sistema de comercio de derechos de emisiones. En el último año, este sistema ha sido clave para reducir el uso del carbón para generar electricidad en Europa, lo que ha hecho caer las emisiones considerablemente.