Fuerzas sirias en la ciudad siria de Darbasiyah, cerca de la frontera con Turquía, el pasado lunes. DELIL SOULEIMAN AFP

Rusia refuerza su presencia en las costas sirias. Moscú ha enviado dos buques de guerra equipados con misiles de crucero a aguas de su aliado, Siria, en el Mediterráneo. Las dos fragatas engrosarán el escuadrón naval ruso en esa zona estratégica en un momento en el que las relaciones con Turquía están cada vez más tocadas. Y la tensión se ha agravado esta noche, tras la muerte de 33 soldados turcos en un ataque en la región de Idlib, en el noreste de Siria, el último bastión de la oposición a Bachar el Asad tras nueve años de conflicto. Ankara, que también quiere el control del enclave, ha cargado contra las fuerzas del régimen sirio y sus aliados rusos por el ataque. Mientras, Moscú asegura que sus efectivos no son responsables y ha culpado a Turquía de estar en una zona no debida.

El ministerio de Defensa ruso afirma que los soldados turcos muertos en el ataque se encontraban junto a “grupos terroristas” en el destacamento sirio de Behun cuando se produjo el bombardeo por parte de las fuerzas de El Asad, que trataban de impedir una ofensiva de los grupos rebeldes, que Damasco considera terroristas. “De acuerdo con las coordenadas proporcionadas por el lado turco al Centro Ruso de Reconciliación, no había ni debería haber unidades de las fuerzas armadas turcas en el área de Behun”, recalca el comunicado ruso, que asegura que “inmediatamente después de recibir información sobre las tropas turcas heridas, las tropas sirias tomaron medidas integrales para un alto el fuego”, según Defensa, que ha insistido en que se proporcionó “evacuación segura” de los heridos y fallecidos.

El ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, asegura sin embargo que Rusia tenía la información de la ubicación de las tropas turcas en la provincia de Idib, una zona dominada por grupos yihadistas, a los que Damasco y Moscú consideran terroristas y contra los que combaten. “Los ataques contra el Ejército ocurrieron pese al intercambio de datos coordinados con Rusia”, aseguró Akar, citado por la cadena pública de televisión turca TRT. “El ataque tuvo lugar incluso cuando las coordenadas de nuestras unidades se habían comunicado a los funcionarios rusos presentes en el terreno. Y continuó a pesar de nuestras advertencias después del primer ataque. Durante los ataques aéreos las ambulancias también fueron alcanzadas”, ha acusado el responsable turco.

Ankara afirma además que en el momento del ataque no había junto a sus tropas ni en los alrededores grupos armados. Turquía ha declarado que más de 200 efectivos sirios fueron “eliminados” en la respuesta al ataque sufrido.

Este viernes, un alto funcionario turco ha declarado que Ankara ya no evitaría que los refugiados sirios lleguen a Europa. Y, según varias informaciones, está abriendo las frontera con Siria en varios puntos. Una forma de presión hacia la Unión Europea, con la que busca en cierta forma su apoyo o acción, analiza Samuel Ramani, investigador en la Universidad de Oxford. Para el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, la región de Idlib tiene especial interés debido a su proximidad a Turquía, ya que teme que la ofensiva de las fuerzas de El Asad cause una nueva afluencia de refugiados a su territorio, que ya alberga 3,7 millones de sirios. “Dado que 900.000 personas han sido desplazadas internamente desde diciembre en Idlib, un movimiento masivo de refugiados a través de fronteras abiertas sigue siendo una posibilidad clara y una que Europa teme mucho”, señala Ramani por correo electrónico.

La muerte de los 33 soldados este jueves marca el mayor número de muertos de Turquía en un solo día desde que intervino por primera vez en Siria en 2016. Y se suma a una escalada grave en el conflicto directo entre las fuerzas sirias respaldadas por Rusia y Turquía que se libra desde principios de febrero. Al menos 50 soldados han fallecido desde principios de mes.

Lo ocurrido ha provocado protestas frente a la embajada rusa en Turquía y también ante los consulados. Moscú ha reforzado la seguridad de sus legaciones diplomáticas en ese país con las fuerzas especiales, según la agencia rusa Interfax.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homólogo turco, que mantienen una alianza incómoda por su apoyo a partes enfrentadas en el conflicto sirio, han conversado sobre lo ocurrido en Idlib por teléfono este viernes, según el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. Ambos acordaron “emprender medidas adicionales” en el noroeste de Siria y discutir la celebración de una cumbre sobre la situación en el país en un futuro próximo. Ni a Moscú ni a Ankara, que comparten además acuerdos económicos, interesa una escalada a largo plazo.

La inestabilidad de la situación preocupa a la OTAN, que ha convocado conversaciones de emergencia este viernes a solicitud de Turquía. El secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, dijo en un comunicado que la reunión se ha llevado a cabo en virtud del artículo 4 del tratado de fundación de la OTAN, que permite a cualquier aliado solicitar consultas si considera que su integridad territorial, independencia política o seguridad están amenazadas.

Tras la reunión, en una conferencia de prensa, Stoltenberg ha apuntado directamente a Damasco y Moscú y ha reclamado que cese la violencia: “Pedimos a Rusia y al régimen de El Asad que paren los ataques aéreos indiscriminados y que se impliquen y apoyen en los esfuerzos liderados por la ONU por una solución política pacífica para la crisis en Siria”.

Escuadrón en el Mediterráneo
La ayuda de Rusia ha sido fundamental para el régimen de El Asad. Sobre Damasco y su aliado ruso pesan graves acusaciones de violaciones de derechos humanos en Siria. Y Moscú, erigido pese a eso en mediador en Oriente Próximo, aspira aumentar su influencia en la región desde Damasco. También, según los analistas, ambiciona ventajosos acuerdos energéticos en el reparto de la futura Siria después del conflicto. La alianza con Bachar el Asad ha dado además al Kremlin su única base naval en el Mediterráneo, en Tartús. En ese puerto, en el que Rusia espera invertir unos 500 millones de dólares, según anunció el pasado noviembre, tiene espacio para mantener hasta 11 buques de guerra, incluidos los de propulsión nuclear, según el acuerdo a 49 años entre Moscú y Damasco.

En el Mediterráneo opera de forma continua un escuadrón naval ruso al que se unirán ahora los dos buques de guerra enviados este viernes, Almirante Makárov y Almirante Grigórovich, equipados con misiles de crucero Kalibre. Un nuevo despliegue que Samuel Ramani, experto en política exterior rusa, vincula sin duda a la escalada militar entre Turquía y Siria. “Los buques de guerra de Rusia están destinados a proteger las instalaciones militares rusas, como Tartús y Jmeimim, de las represalias turcas. También envían un mensaje simbólico a Turquía de que Moscú está dispuesto a defender a su aliado Asad contra una ofensiva turca”, añade el investigador de la Universidad de Oxford.