El general Ahmed Gaid Salah, en una foto de julio de 2018. En vídeo, declaraciones de Gaid Salah durante las protestas que estallaron a principios de año en Argelia. ANIS BELGHOUL (AP)

El general Ahmed Gaid Salah, hombre fuerte del régimen en Argelia tras la marcha de Abdelaziz Buteflika en abril, murió este lunes a las seis de la mañana, con 79 años, a causa de un “paro cardiaco”, según informó la agencia oficial argelina APS, sin precisar más detalles médicos. Gaid Salah era jefe del Estado Mayor desde 2004 y viceministro de Defensa desde 2013, solo en teoría bajo las órdenes del ministro de Defensa, que es el presidente de la nación.

Argelia cuenta desde el 12 de diciembre con un nuevo presidente, Abdelmayid Tebún, de 74 años, al que cientos de miles de ciudadanos le niegan la legitimidad y le tachan de ser una simple marioneta de Gaid Salah. A ese paisaje se añade ahora el de una nueva jefatura militar de la que se ignora si responderá a las protestas sociales con la mano tendida o con una mayor represión.

Abdelmayid Tebún designó ayer como jefe del Estado Mayor interino a Said Chengriha, comandante de las fuerzas terrestres, también de 74 años. Para los activistas del Hirak (Movimiento, en árabe), que vienen reclamando desde hace diez meses una apertura democrática en el país, se abre un espacio para la esperanza. La respuesta de Gaid Salah a las reivindicaciones del Hirak fue una mayor represión. Numerosos defensores de derechos humanos denuncian que la justicia funcionó a golpe de teléfono, siempre al servicio del poder militar. En las cárceles aún permanecen cientos de manifestantes detenidos en los últimos meses por delitos relacionados con la libertad de expresión.

Gaid Salah era el hombre que ostentó el verdadero poder durante 15 de los 20 años en que se prolongó el mandato del expresidente Buteflika. Cuando millones de ciudadanos salieron a las calles el 22 de febrero para impedir que Buteflika optara a un quinto mandato presidencial, Gaid Salah emitió mensajes amenazadores contra los manifestantes. Pero, conforme pasaban las semanas y cientos de miles de ciudadanos continuaban saliendo a las calles sin miedo, Gaid Salah cambió de rumbo. El 26 de marzo llamó a la inhabilitación del presidente como única salida de la crisis.

En el entorno de Buteflika habían previsto otra salida bien distinta: destituir a Gaid Salah. Pero el jefe del Estado Mayor hizo valer su fuerza y volvió a invocar en televisión la dimisión del presidente para responder a las que denominó “reivindicaciones legítimas del pueblo argelino”. Finalmente, forzó la dimisión de su viejo aliado e impulsó la persecución judicial de sus hombres más próximos.

Tras ejercer 15 años como jefe del Ejército y seis como viceministro de Defensa, tras aparecer en un papel de Wikileaks como “quizás el oficial más corrupto del aparato militar”, Gaid Salah descubrió el pasado marzo que en Argelia alguna gente se había enriquecido de forma ilícita. Y animó a que se juzgara a los miembros de “la banda”, que es como bautizó a los principales aliados de Buteflika.

El hermano menor del expresidente, Said Buteflika, de quien se decía que ejerció como verdadero presidente desde que su hermano Abdelaziz sufrió un infarto cerebral en 2013, fue condenado en septiembre a 15 años de cárcel por un tribunal militar. Dos antiguos primeros ministros Ahmed Ouyahia, de 67 años, y Abdelmalek Sellal, de 71, fueron condenados por un tribunal civil de Argel a 15 y 12 años el pasado 10 de diciembre. Además de ellos, han sido encarcelados con graves penas, empresarios y generales en la reserva. Sin embargo, el supuesto jefe de “la banda”, el propio Abdelaziz Buteflika, de 82 años, no ha sido juzgado. Nada se sabe sobre él desde que Gaid Salah forzó su dimisión.

A pesar de esas penas tan graves contra hombres que perdieron su poder de la noche a la mañana, el Hirak no decayó. Los activistas decían que esas detenciones obedecían a una lucha entre clanes de poder y no a un proceso judicial justo y transparente. Y siguieron marchando en las calles.

Primero llegaron los tórridos meses de verano, en octubre llegó el mes de Ramadán. Cada martes salían cientos de estudiantes y cada viernes decenas de miles de argelinas. Siempre de forma pacífica. Cada semana quedaba más patente el desencuentro entre Gaid Salah y el Hirak. Mientras los activistas pedían un proceso de transición el general solo quiso impulsar unas elecciones presidenciales bajo los auspicios de las mismas autoridades que estaban acusadas por los activistas de manipular las cuatro elecciones presidenciales a las que se presentó Buteflika.

Gaid Salah impulsó primero, el nombramiento como presidente interino de Abdelkáder Bensalá, un fiel de Buteflika. Desde su nombramiento, el Hirak no hizo más que reclamar la partida de Bensalá, de 77 años. Después, Gaid Salah promovió unas elecciones presidenciales para el 4 de julio. Pero el boicot del Hirak fue tan rotundo que no se presentó ningún candidato. Más tarde, Gaid Salah promovió otras presidenciales para el pasado 12 de diciembre. Y ahí se presentaron cinco antiguos dirigentes del régimen de Buteflika. Ganó Tebún, pero con la tasa de participación más baja, un 41%, registrada desde la independencia de Argelia, en 1962.

Gaid Salah no pasará a la historia como el hombre que abrió un proceso de democratización tras la marcha de Buteflika. Y tampoco como el que disparó los tanques contra el pueblo. Sus críticos consideran que su método de represión fue más sutil: consistió en encarcelar a los líderes, los autores de las letras de protestas y presionar a los medios de comunicación.

Tal vez la historia le juzgue como el hombre que desperdició la gran oportunidad de ofrecer al pueblo lo que que pueblo quería.