Había pocos equipos que ilusionaran tanto como el Nápoles al camerino del Barcelona. No por la complejidad de la eliminatoria en sí, que a priori parece amable si se tiene en cuenta el momento de agitación y guirigay que vive el club del presidente y también productor de cine Aurelio de Laurentiis, sino por estrenarse en cualquier competición europea en San Paolo, mítico estadio que disfrutó la mejor versión de Diego Armando Maradona. Por lo que Messi va a la casa del Pelusa. “Todos los rivales son complicados. Podía tocar cualquiera y pensar que uno es mejor que otro, sería faltar el respeto a los rivales. El Nápoles es un equipo a respetar, donde la gente aprieta y calienta los partidos, que han cambiado el míster y veremos qué nos encontramos. Esperemos sacar un buen resultado allí para poder cerrarlo en Barcelona”, señaló Guillermo Amor, responsable de las relaciones institucionales del primer equipo azulgrana. La ida se disputará el 25 de febrero y el Camp Nou acogerá la vuelta el 18 de marzo. “Es un rival duro como esperábamos, con el que ya nos medimos en pretemporada, aunque no tiene nada que ver”, se sumó el técnico Ernesto Valverde; “no sabemos cómo estarán dentro de dos meses. Han cambiado entrenador y en la liga no están bien, pero en la Champions lo han hecho muy bien”.

Con la meta en el estadio Olímpico de Atatürk, donde se celebrará la final el 30 de mayo, el Barcelona pisa de nuevo los octavos con la idea de significarse como el club más regular en la competición, pues suma 12 años seguidos alcanzando los cuartos de final, seguido por el Bayern (9), Madrid (8) y Manchester United (6). Para conseguirlo, deberá superar a un Nápoles convulsionado en lo deportivo y de lo más inestable en lo institucional, toda vez que el vestuario y el presidente andan a la gresca. Tanto que supuso la destitución de Carlo Ancelotti después de que clasificara al Nápoles para la siguiente ronda europea. Entendió el presidente que el entrenador no aplicaba mano dura a sus jugadores, por más que no respondieran en el campo. Una situación de lo más compleja con la que debe bailar ahora Genaro Gattuso, nuevo capataz del banquillo.

Todo comenzó en verano, cuando De Larentiis –con la aquiescencia del director deportivo, Cristiano Giuntoli- se negó a invertir en jugadores desequilibrantes sino en retoques, con Manolas (36 millones) de central e Hirving Lozano (38) para el ataque, por más que en esa posición ya la tuvieran cubierta con Insigne, Mertens o Milik. Tacañería que repercutió en el fútbol del equipo, más tosco, lento y desajustado al punto de que sumaba ocho derrotas consecutivas en la Serie A antes del despido de Ancelotti, ahora clasificado en novena posición a 18 puntos de la Juve y el Inter, líderes de la competición, también a 11 del puesto que cierra la zona Champions, ocupado por la Roma. Pero la guindilla llegó con el empate ante el Salzburgo, cuando De Laurentiis decidió de forma unilateral concentrar al equipo de forma inmediata en el complejo de lujo Castel Volterno. Se negaron los jugadores, Ancellotti se lavó las manos y eso acabó de la peor de las maneras, con Gattuso como relevo.

No ha comenzado tampoco Gatusso con buen pie, pues el equipo cayó este fin de semana sobre la bocina frente al Parma con un gol de Gervinho. “El Nápoles es el equipo perfecto para mi idea de juego”, dijo el exjugador (Perugia, Rangers, Salernitana, Milan y Sion) en su presentación. “Llamé a Carlo esta mañana. No han sido días fáciles. Él es como un padre para mí. No nos comparen. Me conformo con ganar el 10% de lo que ganó él”. Sus números se acercan a la exigencia pues Gattuso no ha dado con la tecla en el banquillo. Duró tres meses como jugador-entrenador en el Sion –su primera experiencia en 2013-, apenas superó el suspiro en el Palermo (7 partidos), se marchó del OFI Creta (2014) al cabo de seis meses al alegar impagos y al fin encontró su sitio en el Pisa, al que ascendió a la Serie B. En 2017 fue fichado por el filial del Milan, pero unos meses más tarde ascendió al primer equipo tras la destitución de Montella. Hasta el año pasado, cuando tras acabar el curso presentó la dimisión por no meter al club en la Champions. Él, sin embargo, sí lo estará con el Nápoles. “Si los pilláramos ahora, podrían notar alguna dificultad por el cambio de técnico. Pero tienen tiempo para entender las ideas y el estilo que quiere Gattuso”, señaló Guillermo Amor. “Tendremos que estar atentos porque tienen calidad en el medio y juegan bien. Además un gran ambiente en su estadio, de esos en los que la gente está muy encima. Pero estamos acostumbrados”, apuntó Valverde.

Por lo que Messi irá a la casa del D10S, a una ciudad pasional y entregada al Pelusa porque fue capaz de conquistar dos ligas italianas (1986-87 y 1989-90), efervescente cuando se trata de que ruede el balón. “El recuerdo de Nápoles que tenemos es por Diego, porque allí es dios. Esperemos que Leo también lo haga muy bien allí”, convino Amor. Le toca a Messi.