El emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani, el pasado sábado en el Foro de Doha. MUSTAFA ABUMUNES AFP

Hace falta algo más que fútbol y gestos para acabar con la crisis del Golfo. Sin embargo, tras la participación de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin en la reciente Copa del Golfo, celebrada en Qatar y que hizo visible el inicio de un proceso de deshielo, Doha admite que se han dado algunos pasos en ese sentido. El problema es que sus vecinos se encuentran divididos al respecto. La lucha por la preminencia como interlocutor de EE. UU. en la región y los egos de sus dirigentes obstaculizan el avance. Los analistas subrayan el recelo de Abu Dhabi.

“Ahora mismo hay una oportunidad [de resolver la crisis] con los saudíes, lenta, pero firme. Veremos si podemos encontrar una solución con respeto mutuo, manteniendo nuestra soberanía, nuestra independencia y nuestra política exterior”, confiaba el vice primer ministro y ministro de Estado para Asuntos de Defensa de Qatar, Khalid al Attiyah, a un pequeño grupo de periodistas durante el Foro de Doha el pasado fin de semana.

Apenas unos días antes la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en Riad había suscitado esperanzas de que pusiera fin al boicot económico y diplomático al que someten a Qatar sus tres vecinos más Egipto desde junio de 2017 y que se traduce en el cierre total de sus fronteras. Aunque la asistencia del primer ministro catarí, el jeque Abdullah Bin Nasser al Thani, y su calurosa recepción por el rey Salmán de Arabia Saudí, señalaron un avance, la ausencia del emir evidenció que queda camino por recorrer.

“El emir aún no estaba preparado para ir [a la cumbre], pero Qatar tiene interés en acabar con el embargo, en particular debido a la libertad de movimiento de sus ciudadanos y [los problemas que plantea] el cierre del espacio aéreo por parte de sus vecinos”, declara a EL PAÍS Andreas Krieg, especialista en defensa del King’s College de Londres. En su opinión, “la reconciliación está siendo torpedeada por Emiratos, cuyo [hombre fuerte] Mohamed Bin Zayed ha tratado de convencer a Mohamed Bin Salmán [heredero saudí] de que no haga concesiones”.

Que Abu Dhabi se opone a la reconciliación es una idea que comparten otros analistas. “Las negociaciones más difíciles pueden ser las que tengan lugar dentro del cuarteto, y específicamente entre Arabia Saudí y Emiratos Árabes, más que las conversaciones directas entre los funcionarios saudíes y cataríes”, ha escrito Kristian Ulrichsen, experto en el Golfo de la Universidad Rice.

Los funcionarios cataríes evitan cualquier declaración pública en ese sentido, aunque en privado admiten el mayor calado de sus diferencias con EAU. También insisten en que no son ellos los que han cambiado, sino que “Arabia Saudí necesita cerrar los problemas que tiene abiertos”, entre ellos la crisis con Qatar, debido a Irán, la salida a Bolsa de Aramco y su presidencia del G-20. En la misma línea, defienden que su país ha aceptado los contactos con Riad no porque los necesite, sino porque ambos países son parte del mismo entorno y deben cooperar entre sí. Admiten, no obstante, que quieren facilitar los viajes de los cataríes tanto para la peregrinación a La Meca como para visitar a sus familias, ya que fueron muchas las que quedaron divididas a resultas del embargo.

Mientras, Emiratos, a través de su ministro de Estado de Asuntos Exteriores, Anwar Gargash, ha atribuido “las recientes filtraciones cataríes” sobre una resolución de la crisis con Arabia Saudí sin los otros países a “un intento de Doha de dividir al grupo y evitar sus obligaciones”.

Poco después de la ruptura, el cuarteto le presentó una lista de 13 condiciones para restablecer los lazos que incluían la ruptura con Irán, la expulsión de los Hermanos Musulmanes y el cierre de la cadena de televisión Al Jazeera. Los funcionarios cataríes niegan haber aceptado alguna de ellas. “No le corresponde a Qatar salvar la cara de nadie; fueron ellos quienes nos atacaron”, defiende una fuente.

INCENTIVO PARA MEJORAR
“El embargo ha servido de catalizador para un cambio cultural”, declara Arancha González. La directora del Centro de Comercio Internacional (CCI) explica que Qatar, con apenas 300.000 nacionales entre sus 2,7 millones de habitantes, no tiene un problema de empleo, pero hasta la crisis tenía lo que llama “una economía perezosa”, ya que sus enormes reservas de gas natural le bastaban. “El boicot de sus vecinos les obligó a revisar su economía, que se ha convertido en un asunto de seguridad nacional; han invertido en la industria agroalimentaria y ahora, ante la revolución tecnológica, buscan cómo mejorar el capital humano”, describe González. Y los cataríes, que se han tenido que poner a trabajar, no ocultan su orgullo por ello. Ahora el CCI les está asesorando en un programa acelerador de exportaciones para pequeños empresarios.

La presencia en el Foro de Doha de una gran delegación estadounidense, que ha incluido a Ivanka Trump y al secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, ha sido interpretada como una muestra de apoyo. Pocos dudan de que en el trasfondo del rifirrafe existe una lucha por la preeminencia en la región y quién va a ser el interlocutor con Washington. Sin embargo, los cataríes, que han logrado sortear el boicoteo, no quieren aparecer plegándose a los deseos de su vecino mayor.

“Hay un factor de orgullo en ambas partes que dificulta un anuncio rápido”, advierte una observadora con acceso a todas las partes. Según su interpretación, “lo más probable es que vayan dando pequeños pasos, como la participación de AS, EAU y Bahréin en la Copa del Golfo, hasta el día en que se restablezcan las conexiones aéreas”. Pero incluso cuando se resuelvan los aspectos más visibles de la crisis, para los cataríes va a llevar tiempo superar la desconfianza hacia sus vecinos.