Un mes después del culiacanazo, otra ciudad importante está probando que la experiencia en la capital de Sinaloa no ha sido bien procesada por el gobierno federal, y que la política de impunidad al crimen organizado atenta contra la salud pública nacional. Nuevo Laredo, siguiente en la lista de las batallas contra el crimen organizado por control territorial y poder, se convirtió en la segunda ciudad de envergadura donde una organización criminal está tratando de expulsar a las fuerzas federales para hacerse de ella. Ahora no fue el Cártel de Sinaloa, sino el Cártel del Noreste, que está ejerciendo intensa presión para lograr el retiro del Ejército.

El Cártel del Noreste, encabezado por Juan Gerardo Treviño, nieto de Miguel Ángel Treviño, el Z-40, exlíder de Los Zetas, que surgió como resultado de una escisión, mantiene el control de Nuevo Laredo, empleando escuadrones de la muerte que se identifican como la 2, para causar terror y presión social que pueda llamar la atención del presidente Andrés Manuel López Obrador y ordene el retiro del Ejército. Eso sucedió hace pocos meses, cuando la Marina, que por años había estado a cargo del combate al narcotráfico en esa región fronteriza, fue retirada de Nuevo Laredo y de la protección del puente internacional Colombia, por acusaciones y recomendaciones por supuestas desapariciones forzadas.

Tras su salida, la vigilancia quedó en manos de la Policía Estatal y el Ejército, con cuyos patrullajes se ha topado el cártel. Sus escuadrones de la muerte han estado atacando permanentemente a la Policía Municipal desde agosto pasado, cuando quiso retomar el control en esa ciudad fronteriza. Y la semana pasada, como respuesta a operativos realizados por el Ejército en la zona, salieron a enfrentarlos y durante dos días mantuvieron a Nuevo Laredo en vilo. Aparentemente el cártel también está reaccionando a los patrullajes en la llamada frontera chica, en los municipios de Mier y Miguel Alemán, donde se han dado enfrentamientos entre civiles armados –sus enemigos son sus exviejos socios de Los Zetas–, y con algunas patrullas militares, una zona de trasiego de drogas y otras mercancías, así como el paso de migrantes.

La nueva embestida comenzó el jueves pasado, cuando atacaron en tres puntos a miembros del Ejército, donde murió un soldado y seis miembros del cártel. La violencia se socializó el viernes, alrededor de las nueve y media de la noche, donde, de acuerdo con los observadores, se registró una inusual actividad criminal que generó caos en Nuevo Laredo y una alerta de seguridad del Consulado de Estados Unidos en esa ciudad fronteriza. Con más de 20 vehículos, entre tráileres y automóviles, bloquearon vialidades y varios de ellos fueron quemados para inhibir y detener el desplazamiento de las fuerzas de seguridad federales y estatales, que iban a apoyar a los militares que estaban siendo agredidos por civiles armados.

No hubo ningún ataque al Cuartel Militar, ni tampoco detenciones, precisó el fin de semana el vocero de seguridad de Tamaulipas, Luis Alberto Rodríguez. Tras los enfrentamientos, los militares aseguraron una camioneta, cinco armas, entre ellas un fusil de alto poder Barrett calibre 50 y gran cantidad de cartuchos. La acción se detuvo abruptamente, dijo un observador, cerca de las 23 horas, al parecer por una orden dada desde la red de halconeo, como se llaman a quienes están vigilando en las calles e informando en tiempo real al cártel.

Los paramilitares del cártel habían abierto su teatro de operaciones, dirigiéndolos a zonas civiles, en un fraccionamiento del Infonavit y, a varias cuadras de ahí, en las inmediaciones de un centro comercial donde se localiza Walmart, donde hubo reportes de disparos. En ese punto, según un video que circula en redes sociales, dos personas armadas detienen a un tercero, pero ni el Ejército ni la Policía Estatal tienen registrada ninguna detención. Los escuadrones de la muerte del Cártel del Noreste están utilizando tácticas de guerra de guerrillas para enfrentar a las fuerzas federales, a las que atacan y luego se repliegan, y regresan a atacarlas y retroceden una vez más.

Junto con ello han desarrollado operaciones de propaganda para infundir terror en la población y romper con los patrones de comportamiento cotidiano en la ciudad. En un comunicado que difundieron recientemente por WhatsApp, amenazaron a los habitantes de Nuevo Laredo para que no circularan video o textos sobre la violencia en esa ciudad. Habitantes de Nuevo Laredo respondieron a la amenaza subiendo a redes videos y sonidos de la violencia de la semana pasada. Después de ello comenzaron a aparecer en medios videos que mostraban personas que habían sido golpeadas y desnudadas por haber subido en redes imágenes de la violencia, aunque no existe ninguna confirmación de que hayan sido tomados en la coyuntura actual.

La Tropa del Infierno tiene bajo su control varias zonas urbanas en la zona poniente de Nuevo Laredo, y ha desafiado abiertamente a las fuerzas federales que llegaron a la ciudad. Circulan en vehículos blindados similares a los del Ejército, y en sus “camionetas monstruo”, que son tanquetas de guerra que utilizan en sus operativos. Esa organización tiene un fuerte control sobre actividades económicas –es la frontera comercial más importante de México–, y sus grupos armados ejercen labores de seguridad, con halcones en toda la ciudad, que informan sobre todo lo que sucede.

Desde hace cuatro meses, el Cártel del Noreste ha venido desafiando y le ha ido tomando la medida al gobierno federal, cuyas fuerzas de seguridad están contenidas por el presidente López Obrador, que no deja de repetir que continuará con su estrategia de dar impunidad a los cárteles de la droga al no confrontarlos. La experiencia del culiacanazo le ha quitado credibilidad y generado sospechas sobre el porqué de su actitud laxa con criminales. Nuevo Laredo camina en la misma dirección.