Las mentes calenturientas mexicanas que quieren establecer un paralelismo entre Bolivia y México, soñando que las Fuerzas Armadas se deslindarán del presidente Andrés Manuel López Obrador como las bolivianas lo hicieron de Evo Morales, tienen que enfriarse porque eso no va a pasar. Tomar como punto de partida de esa ilusión el discurso del general Carlos Demetrio Gaytán Ochoa en un desayuno ante la élite del Ejército, donde criticó algunas políticas del gobierno, es un error. No es sólo por la ausencia de condiciones objetivas para que se diera una ruptura de esa naturaleza, sino porque se trató de una jugarreta de los cercanos al Presidente para disipar el pozo donde seguía cayendo López Obrador por el culiacanazo. Manipular ese discurso en prejuicio de las Fuerzas Armadas sí molestó a oficiales retirados y activos, pero no para lo que quisieran algunos.

El discurso de Gaytán Ochoa fue pronunciado el 22 de octubre pasado en el Salón de Usos Múltiples del tercer piso de la Secretaría de la Defensa Nacional, durante uno de los desayunos que periódicamente se realizan con el general secretario de la Defensa, para hablar de todo y de nada, sin tener una agenda fija y cuyo único propósito es mantener una relación continua. Nunca hay discursos, y quienes hablan, improvisan. El primer elemento atípico señalado por conocedores de la idiosincrasia militar, es que haya leído un discurso. El segundo es que de esas reuniones herméticas, se haya filtrado el discurso a La Jornada. El tercero es la redacción. “No fue escrito por un militar”, agregó el conocedor del pensamiento militar, “sino por un político”.

Cuatro son los párrafos que más destacan como prueba de que el discurso lo escribió un político. El que más revela que el que lo redactó no conoce a fondo los códigos militares, incorpora al final del texto el reconocimiento a “mis comandantes, mis maestros y mis más antiguos”. No mencionó, como es casi obligación hacerlo, de acuerdo con quienes conocen al Ejército, a la tropa, que va antes que los oficiales superiores, o los “potros”, como se refieran a quienes empiezan a moldear recién ingresados del Colegio Militar. Hay otro dato semántico que no tiene que ver con los militares y sí con los políticos, que es el uso de la palabra “halcones”, para definir al sector duro del Ejército, normal en los estadounidenses, no los mexicanos.

Otro de los párrafos, que en la voz de un militar de muy alto rango y dos veces aspirante a ser secretario de la Defensa adquirió un contexto y profundidad distinta, no es más que la reiteración, con otro empaque, del discurso del Presidente. “En los eventos donde existió la unidad nacional, el país pudo ver sus aspiraciones satisfechas y se construyeron los objetivos nacionales”, dijo Gaytán Ochoa, evocando a López Obrador. “En aquellos eventos donde dicho valor estuvo ausente, se perdieron territorio y soberanía, el pueblo resultó lastimado, la economía entró en crisis y el país tuvo que emprender su recuperación casi desde cero”.

Gaytán Ochoa pidió el apoyo total para el general secretario Luis Cresencio Sandoval, y puso a disposición sus conocimientos y experiencia acumulada durante medio siglo de servicio. La realidad es que no tiene que ofrecer sus servicios, porque ya los proporciona a quien, de acuerdo con las personas que conocen la autoría intelectual de ese discurso, le hizo el favor de leer ese discurso. Esta persona es otro general en retiro, que fue su compañero de promoción en el Colegio Militar, Audomaro Martínez, el director del Centro Nacional de Inteligencia, que sustituyó al Cisen, y que ha sido uno de los brazos derechos de López Obrador por más de 20 años. Martínez, dijeron las personas que reflejaron el sentir de una parte de la alta oficialidad, es quien se encuentra detrás de Gaytán Ochoa. Las palabras de Gaytán Ochoa fueron las de Martínez, que además son compadres.

El discurso no fue de advertencia al Presidente, ni para deslindarse. Al contrario, se explicó, fue redactado para desviar la atención, pero también para enviar un mensaje a los inconformes dentro del Ejército y neutralizarlos. Hay malestar dentro del Ejército, efectivamente, por la forma como los ha tratado López Obrador. No olvidan sus declaraciones reiteradas sobre desaparecer las Fuerzas Armadas, que hará en cámara lenta con la consolidación, si alguna vez cuaja, de la Guardia Nacional.

Recientemente obligó al general Sandoval a asumir toda la responsabilidad del culiacanazo. Sí hubo un error en la preparación operativa táctica de la captura de Ovidio Guzmán López, pero la falla fue compartida por otro general retirado, Luis Rodríguez Bucio, comandante de la Guardia Nacional, que no ha dado la cara ante la opinión pública por el fiasco, y ha sido fuertemente protegido por el Presidente. Rodríguez Bucio y Martínez son las dos figuras militares que han escapado de la crítica por el culiacanazo, aunque reiteradamente se ha señalado que una de las grandes fallas de aquél operativo fue el director del CNI, porque lo que más errático estuvo fue la inteligencia.

Esto es parte de la historia que cuentan dentro del Ejército, donde describen la maniobra de Martínez para hacerle un favor al Presidente. Militares de rango, en retiro y activos, están molestos por esa manipulación, pero no van a llegar más allá, en reiteración de su institucionalidad. El enojo ha crecido en los últimos meses. El Presidente entiende someramente el tamaño de la molestia, pero no parece que esté en su ánimo seguir estirando la liga sobre el cuello de las Fuerzas Armadas. ¿Qué tipo de respuesta sí se podría esperar del Ejército? Tendrá que ser retórica y la oportunidad que se les presenta es este miércoles, en el aniversario de la Revolución Mexicana.