Jueces y esferas de cristal
Inseguridad pública sin freno
Veintiuna denuncias contra Bartlett
El ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, está más presente que ninguno de sus antecesores en el escenario público, a través de declaraciones que pueden producir tormentas mediáticas (como la denuncia de las presiones que habría recibido de parte de Felipe Calderón Hinojosa cuando éste habitaba Los Pinos) y mediante posicionamientos críticos del propio Poder Judicial de la Federación.
Durante el sexenio administrado por Enrique Peña Nieto fue el entonces secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, quien rompió el silencio tradicional en una de las zonas oscuras de la institucionalidad (sobre todo, para presionar abiertamente a los poderes civiles para que hicieran reformas que legalizaran su actuar contra el crimen organizado). Irónicamente, lo que no pudo conseguir Cienfuegos con Peña fue alcanzado de manera colmada por el general Luis Cresencio Sandoval en el contexto del bono popular otorgado a la llamada Cuarta Transformación.
Zaldívar, quien mantiene una relación de solidaridad con el gobierno obradorista en sus aspiraciones de transformación desde las instituciones, hizo ayer señalamientos que tienen trascendencia: En un país donde la gente nos observa a los jueces alejados, ajenos al dolor de los ciudadanos, ajenos a los cambios sociales que requiere nuestro país, me parece que los jueces no podemos quedarnos estáticos y no podemos quedarnos encerrados y me parece que los ministros no podemos seguir viviendo en una esfera de cristal a la cual no puede acceder nadie.
Lindando con los terrenos del discurso político, que bien podría pronunciarse en una plaza pública o en una campaña electoral, Zaldívar, tal vez con el caso del ex ministro Eduardo Medina-Mora como referencia, propugna por la colocación del aparato judicial en una esfera de cristal que permita visibilidad crítica. Pero también advirtió de riesgos (¿del cristal que se puede romper?): Por eso estamos corriendo riesgos a pesar de las críticas; los estamos corriendo al combatir la corrupción y el nepotismo, los estamos corriendo al apostar por la paridad de género en concursos exclusivos para juezas y magistradas, los estamos corriendo al cambiar la forma en que se educa a nuestros jueces y magistrados, los estamos corriendo al hacer más rígidos los requisitos para ratificar, y lo seguiremos haciendo, porque la única forma de hacer diferencia en este mundo es corriendo riesgos.
La postura de Zaldívar es una inflexión: en su primera acepción en el diccionario de la Real Academia Española, tal término se define como: Torcimiento o comba de algo que estaba recto o plano. Pero fue el sonorense Alfonso Durazo Montaño quien utilizó el término ayer para tratar de darle un cierto aire positivo a los números tan bajos que presentó en cuanto al combate a la criminalidad desatada en todo el país. Con variaciones a veces de décimas de punto en cuanto a estadísticas necesitadas de credibilidad, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana argumentó que se había dado una ligera inflexión en el tema, aunque nada que celebrar. En su reporte, cargado de datos negativos, de una cruda sinceridad, Durazo apenas se permitió ese asomo ínfimo de complacencia al hablar de que se habría producido un quiebre en el crecimiento de percepción de inseguridad, sobre todo en homicidios. Quiebre en la percepción, no en la realidad.
La difícil aceptación de que no se han podido cumplir las promesas de campaña de Andrés Manuel López Obrador e incluso las hechas ya como presidente electo, tuvieron una drástica confirmación ayer mismo en Aguililla, Michoacán, donde 14 policías fueron emboscados y asesinados.
Y, mientras, la titular de la Secretaría de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, informaba que se han presentado 21 denuncias contra Manuel Bartlett, ¡hasta mañana!
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