En un texto provocador publicado en 1985 en la revista Vuelta, “Escenarios sobre el fin del PRI”, el ensayista Gabriel Zaid destacó uno: la aparición de un ayatola contra la corrupción. Pero llegó al poder la oposición que abanderaba la lucha contra la corrupción y las cosas siguieron igual.

En su reciente libro El poder corrompe (editorial Debate), Zaid logra resumir el problema de la corrupción:

“En México la corrupción tuvo un papel histórico. No fue una característica desagradable del llamado ‘sistema político mexicano’. Fue el sistema político mexicano (cursivas de CR): el reparto pacífico del queso, inventado en el siglo XIX y perfeccionado en el siglo XX”. Y alerta: “la dificultad no está en la naturaleza humana, sino en los ciudadanos que abdican de su libertad y prefieren la sumisión ante el poder dador”.

El libro de Zaid circula en otro momento vital para el tema de la corrupción: la construcción de un sistema nacional anticorrupción. Pero el análisis histórico de Zaid deja sensaciones pesimistas: si la corrupción es hija directa de la burocracia (la referencia de Zaid a Weber es clave), entonces el sistema anticorrupción carecerá de resultados.

El título del libro aporta la clave del tema: corrupción vis a vis poder, y si es poder centralizado, mejor, porque corta los caminos. En la carta a Adolfo Gilly en 1972 el poeta y ensayista Octavio Paz exploró el tema de la corrupción a partir de la tesis del Estado patrimonialista y en 1985, año del texto de Zaid sobre el ayatola contra la corrupción, el periodista Alan Riding, corresponsal del The New York Times, escribió su exploración de México, Vecinos Distantes, y ahí señaló que la corrupción es la amalgama de la relación sociedad-Estado.

En el texto “La propiedad privada de las funciones publica”, publicado en 1986, quizá el más importante y revelador del libro, Zaid cuenta que alguna vez pensó en escribir una tragicomedia sobre la corrupción en México: “un personaje incorruptible que, por su honestidad, provoca una desgracia tras otra. Su deseo de bien causa el mal: arruina a su familia, estorba desastrosamente a los que quiere ayudar, hace que se pierdan las cosechas y se enemisten los vecinos, da origen a muertes, odios, hambre, ruina. Acabó escupido por sus hijos, abandonado por su mujer, sus amigos y expulsado del pueblo”.

Su imaginación encontró un camino. En el 2017, en Italia se estrenó la película La hora del cambio, cuya historia podría ser referenciada a lo que Zaid no escribió: un pueblo en Sicilia, cansado de los gobernantes corruptos, decidió votar por el más honesto y lo llevó al poder. El nuevo alcalde cumplió su palabra y redujo la corrupción a cero…, pero con un alto costo: los ciudadanos querían que terminara la corrupción de los demás, no la propia. El alcalde fue echado del poder.

La corrupción, podría concluirse, es parte de la condición humana; la competencia y la comodidad. Lo que irrita a la gente es el abuso inconmensurable. En los años treinta el diputado carrancista Luis Cabrera acusó de corruptos a sus colegas en plena sesión y por poco lo linchan ahí mismo. Ante el grito ensordecedor de “¡¡¡pruebas!!!”, Cabrera respondió: los acuso de corruptos, no de tarugos. Claro, difícil probar la esencia de la corrupción: la falta de evidencias procesales.

La crisis de la corrupción en México estalló a nivel social cuando los corruptos abusaron de la apropiación privada de los bienes públicos, lo reflejaron en sus riquezas ostentosas exhibidas y excluyeron a niveles intermedios y bajos. Y a pesar de que en muchos casos hubo pruebas procesales, la corrupción encontró una aliada que también Zaid registra en su libro: la impunidad del poder, sea política, empresarial o social.

En el pasado de la corrupción como parte del proceso productivo, los políticos fijaron la medida: a uno de ellos le preguntaron si era honesto, y su respuesta dejó mudos a muchos: “bueno, honesto-honesto, lo que se dice honesto, no; pero honestón sí”. Hoy, en los tiempos de la 4T, la respuesta es otra: “fue culpa de mi contador”.

A pesar del pesimismo, Zaid concluye con 19 propuestas que se centran en lo que llama “frentes más visibles y con efecto multiplicador”, entre las que destacan cárcel a gobernadores y expresidentes corruptos, crear bases de datos y desparecer trámites que generan corrupción, pero sobresale una: “lanzar ruidosamente la celebración de Un Día Sin Mordidas”.

Zaid llega al nervio: “la esencia de la corrupción política no está en el dinero mal habido, sino en la mentira que hace posible el poder como negocio (…) Presenta como servidores públicos a quienes de hechos se sirven del poder como dueños privados”.

Barbosada política. La frase del gobernador poblano Miguel Barbosa de que “los castigó Dios” para justificar la muerte por helicopterazo del senador panista Rafael Moreno Valle y la gobernadora Martha Erika Alonso fue, desde luego, una falta de sensibilidad de quien ya carecía de ella; pero en el fondo quiere distraer de los datos que revelan que la caída del helicóptero el 24 de diciembre de 2018 no fue un accidente.

Política para dummies: La política es la coartada de la corrupción.

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