DESDE WASHINGTON. El embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, subió una gráfica a su red social en la que presumió su encuentro con la actriz Yalitza Aparicio, quien participó en una charla en la sede del Banco Interamericano de Desarrollo.Foto tomada de Twitter

Contención de migrantes: 56%
Chantaje y reincidencias
¡No te preocupes, Del Mazo!

Hoy México debe rendir cuentas ante Estados Unidos. Muchas cosas han cambiado en cuanto a política migratoria en el país presidido por Andrés Manuel López Obrador, pero en Washington estiman que no es suficiente y presionan en pos de la pieza mayor de su reacomodo en la materia, el tercer país seguro que Palacio Nacional se niega a aceptar formalmente, aunque de facto ya se aplican medidas equivalentes.

Marcelo Ebrard Casaubón es el personaje principal en escena. De hecho, ha asumido funciones parecidas a las de un vicepresidente desde que estalló lo que pudo llegar a ser una crisis económica: es el negociador único en la Casa Blanca, convertido en una especie de Luis Videgaray del periodo peñista; ha tomado bajo su mando, sin recato institucional alguno, las áreas de la administración pública que son necesarias para entregar buenas cuentas a Donald Trump y apuesta al futuro electoral de 2024 desde la condición de eventual secretario expiatorio si algo fracasa o si más adelante es necesario al máximo mando moreno (M3) desmarcarse de los acuerdos con Estados Unidos o responsabilizar de cesiones y arreglos secretos al canciller hasta ahora muy bien reciclado.

El reporte que Ebrard entregará hoy al vicepresidente y al secretario de Estado del país vecino es una vergüenza en términos de principios y doctrina mexicana de política exterior, pero al mismo tiempo es un orgullo del pragmatismo político y diplomático. De las posturas de brazos abiertos a la migración, que anunció López Obrador meses atrás (con ofrecimiento de empleos, educación, atención médica e incluso ayudas económicas directas a los hermanos en busca de cruzar nuestro país), se pasó a la contención y, a la fecha, a la abierta represión mediante fuerzas armadas (la Guardia Nacional militarizada).

Ya ha adelantado Ebrard la cifra de su orgullo antiaranceles: 56 por ciento cayó o se redujo el flujo migratorio hacia el país vecino. Los dos términos antes entrecomillados son un eufemismo, pues no se cayó ni se redujo ese flujo de manera mágica o inanimada: las fuerzas armadas mexicanas impidieron, con el grado de violencia que fuera necesario, el paso de esos migrantes, modificando así de manera trágica la histórica postura de apertura al asilo y de ayuda a los que buscan llegar a otros países.

Cierto es que el gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación tuvo que dar tal giro ante la amenaza trumpiana de aplicar aranceles a mercancías mexicanas. De no haberlo hecho, se argumenta, hoy estaría hundida la economía nacional y el gobierno lopezobradorista se encontraría en una situación grave, postrado ante los grandes capitales y temeroso de nuevos coletazos del monstruo naranja. No sucedió la catástrofe, se asegura, porque el gobierno mexicano aceptó, con sentido común, las condiciones impuestas desde la Casa Blanca.

Una interpretación tan simplista y acomodaticia tiene evidentes puntos débiles: aceptar un chantaje hoy, y cumplir las condiciones impuestas por el amenazador, no garantiza que dicha coerción no vuelva a suceder. Al contrario, al detectarse el punto débil del doblegado resulta tentador (casi obligado) el reiterar las formas de estafa.

Ayer mismo el encargado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, Mark Morgan, dijo que México debe hacer más para frenar el flujo migratorio y aseguró que en Washington mantiene la intención de hacer que México acepte ser formalmente un tercer país seguro. El canciller Ebrard salió con rapidez a negar que pueda formalizarse tal pretensión. En realidad, no hace falta poner por escrito ni darle carácter de acuerdo explícito a lo que ya está en curso: la supresión vertiginosa de la tradicional política internacional de México, en materia de migración y asilo, y el sometimiento de nuestro país a las intenciones y dictados del país norteño que mantiene como daga en lo alto la amenaza de imponer aranceles a México cuando lo considera conveniente o necesario.

¡Hasta mañana, con un mensaje para el amigo mexiquense: no te preocupes, Alfredo (del Mazo)!

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