Los talibanes han amenazado con hacer “sufrir” a Estados Unidos en respuesta a la suspensión de las negociaciones anunciada el sábado por el presidente Donald Trump. “América va a sufrir más que nadie”, ha manifestado Zabihullah Mujahid, portavoz de esa milicia, que constituye el principal grupo insurgente de Afganistán. Aunque todo hace prever un recrudecimiento inmediato de la violencia, ambas partes han dejado las puertas abiertas y la mayoría de los observadores estiman que volverán a sentarse a negociar.
“La actitud [de EE UU] contraria a la paz va a ser más visible a la luz del mundo, y sus pérdidas humanas y financieras aumentarán”, amenazaba Mujahid a través de un comunicado. El portavoz reiteraba el compromiso de los rebeldes de “continuar la yihad hasta que termine la ocupación”.
El anuncio de Trump reveló que tenía previsto reunirse durante el fin de semana con representantes de ese grupo insurgente además de con el presidente afgano, Ashraf Ghani, en Camp David. El enviado especial de EE UU para Afganistán, Zalmay Khalilzad, lleva al menos un año manteniendo reuniones con dirigentes talibanes en Doha (Qatar). El lunes de la semana pasada, Khalilzad presentó a Ghani un borrador que, según las filtraciones, incluía la retirada de unos 5.000 de los 14.000 soldados que Washington aún tiene desplegados, en el plazo de cinco meses.
El recelo que esos contactos han despertado en el Gobierno afgano, al que los talibanes se niegan a reconocer, se vio ratificado ese mismo día. Justo cuando Khalilzad estaba siendo entrevistado en directo en la cadena ToloTV, la guerrilla hizo estallar un camión bomba en Kabul que dejó una treintena de muertos.
Una de las principales críticas que hacen los afganos a las conversaciones de Doha es que los talibanes no han renunciado a la violencia mientras negocian. Saben que juegan con cartas ganadoras. Controlan gran parte de Afganistán y han demostrado que no pueden ser derrotados debido al enorme coste humano de la guerra entre la población. Además, tras 18 años de conflicto, el más largo que EE UU ha librado nunca, Trump tiene prisa por salir de Afganistán.
No está claro qué ha hecho cambiar de opinión a Trump. En sus tuits mencionó el atentado del pasado martes en Kabul, en el que murieron 12 personas, entre ellas un soldado estadounidense. Pero algunos observadores estiman que ha sido un mero “pretexto” para abandonar un acuerdo sobre cuyo funcionamiento hay grandes dudas, tal como sugiere en Twitter Michael Kugelman, del centro de estudios Wilson.
De momento, en lo único que todos los observadores coinciden es que la violencia va a aumentar de aquí hasta las elecciones presidenciales del próximo día 28. No obstante, algunos ven signos de que ambas partes están dispuestas a seguir intentándolo. Aunque Mujahid continúa infatigable difundiendo a través de las redes sociales las proezas de los talibanes (este mismo lunes asegura que han tomado la sede de un distrito en la provincia de Tahkhar y una base de las fuerzas afganas en la de Kunduz) y denunciando a los “invasores estadounidenses” ( a los que atribuye la muerte de 9 civiles en un bombardeo en Wardak), también se ha mostrado convencido de que sus enemigos volverán a sentarse con ellos a negociar.
El propio secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, no lo ha descartado, siempre y cuando los rebeldes “cambien de actitud”. “No soy pesimista”, ha declarado citado por los medios estadounidenses, tras advertir que EE UU no va a reducir su presión mientras la milicia no cumpla los “compromisos adquiridos”. Es decir, que garanticen que no van a permitir que Al Qaeda, el Estado Islámico o similares se instalen en suelo afgano, reduzcan la violencia y abran negociaciones de paz directas con el Gobierno afgano, algo a lo que siempre se han negado.