Estudiantes con uniforme, durante las protestas en Hong Kong este lunes. KIN CHEUNG AP

Cadenas humanas. Carteles y pegatinas con el lema “Ánimo, Hong Kong”. Algún ojo tapado. Muchas máscaras de gas, convertidas ya en parte del equipo habitual de los jóvenes manifestantes antigobierno en Hong Kong. Con varios mítines a los que han asistido decenas de miles de personas, los estudiantes universitarios y de secundaria del territorio autónomo chino han dado este lunes el pistoletazo de salida, el día de vuelta a las clases, a dos semanas de huelga para reclamar democracia y denunciar a su Gobierno y su policía autónoma. Ellos, algunos tan jóvenes como de solo 12 años, han estado en todos los actos de protesta a lo largo de todo el verano. Y aseguran que, haya clases o no, no van a cejar en sus intentos de ser escuchados.

En el centro financiero de Hong Kong, hasta 4.000 jóvenes, según los organizadores, asisten a la concentración convocada por las asociaciones de estudiantes de enseñanza media. Muchos han observado la huelga y se han saltado las clases. Otros han venido en cuanto ha terminado el medio día. Algunos con el permiso de sus padres, otros a escondidas. Casi todos con la cara tapada con mascarillas o máscaras de gas. Las camisetas negras se mezclaban con los uniformes escolares; en la mayoría de los casos, una pegatina con lemas de protesta tapaban en las camisas los emblemas del colegio correspondiente.

“Si los estudiantes de Hogwarts puede derrotar a los Mortífagos, los estudiantes de Hong Kong derrotarán a la Policía hongkonesa”. Kipper, de 18 años, enmascarado y con casco —el equipo ya habitual de los manifestantes, al que ha añadido una capa negra para reforzar su referencia a la saga de Harry Potter— quiere transmitir ánimo con su cartel casero. “Es una manera de expresar apoyo a los estudiantes con un poco de humor”, sonríe.

El humor era necesario tras la crispación de los últimos días. A las detenciones de nueve políticos de oposición y prominentes activistas el viernes, el sábado se sumaron graves enfrentamientos entre manifestantes y policía, que se saldaron con cerca de 70 detenidos. En tres meses, los arrestados ya suman casi un millar, el más joven con solo doce años. Una polémica intervención violenta de los agentes en una estación de metro esa noche ha intensificado el debate sobre el comportamiento policial y el divorcio entre el cuerpo y una buena parte de la población, que les increpa en cada salida. Gobierno y policía, por su parte, denuncian actos de vandalismo de los participantes en las protestas. El domingo, tras intentar rodear el aeropuerto, grupos de jóvenes radicales causaron daños en varias estaciones de metro.

“Hace falta una enorme dosis de valentía para que los estudiantes hayan venido hoy”, aseguraba Isaac Cheng, vicepresidente del partido Demosisto, uno de los organizadores del mitin. “Muchos han acudido debido a la violencia sin precedentes de la Policía el fin de semana, cuando agentes atacaron a golpes a pasajeros” del metro”, sostenía.

Aunque el ambiente es festivo —los lemas de los últimos tres meses se corean una y otra vez, “¡ánimo, hongkoneses!” “¡Proteged Hong Kong!”, entre aplausos— algunos de los participantes reconocen que no se presenta una salida clara y no ven cómo pueden acabar las protestas. “¿Esperanza? Ninguna. No creo que el Gobierno (autónomo) nos haga caso. Y Pekín, mucho menos. Quiere recortar nuestras libertades, nuestro sistema de vida, y cuanto antes, mejor”, opina Chiu, una joven de 17 años que confecciona pequeños lazos blancos, el color del luto, para repartir entre sus compañeros. “Pero aunque no haya esperanza, es mejor actuar e intentarlo que no hacer nada”.
En el caso de esta generación, el sentimiento de identidad hongkonesa está profundamente arraigado. Solo un 10% de los jóvenes hongkoneses se declara “orgulloso” de ser chino, según una encuesta de la Universidad de Hong Kong en junio pasado. “Mientras más jóvenes son los consultados, menos probable es que se sientan orgullosos de ser un ciudadano chino, y más negativos son sus puntos de vista sobre las políticas del Gobierno central hacia Hong Kong”, escribían los autores del sondeo.

Algunos de los jovencísimos participantes reconocen que hasta este verano apenas se habían interesado por la política. Otros aseguran que ya habían empezado a desarrollar una conciencia activista hace cinco años, cuando los estudiantes universitarios lanzaron las protestas prodemocracia conocidas como el Movimiento de los Paraguas. “Entonces ya nos hubiera gustado participar para reclamar reformas”, asegura Ho, una adolescente de 16 años que se cubre el rostro con una mascarilla quirúrgica. “Pero éramos demasiado jóvenes. Esta vez, no queríamos dejar pasar la oportunidad de contribuir y hacernos oír. Si la perdemos, tal y como se presentan las cosas, probablemente no haya otra en el futuro”.

Su amiga Lila, tan enmascarada o más que ella, está de acuerdo. “No nos pueden silenciar. Sabemos que nos pueden arrestar, pero no nos van a callar. No vamos a rendirnos. Seguiremos protestando, aunque nos detengan”, asegura, entre gestos de asentimiento de sus compañeras. “Es nuestra obligación —interviene Ho de nuevo—. No nos podemos callar. El Gobierno (autónomo) no nos escucha, pero tenemos que dejar claro que los hongkoneses queremos que se oiga nuestra voz”.

Los estudiantes sostienen que mantendrán su huelga hasta el día 13, y amenazan con medidas más duras si para entonces el Gobierno sigue sin ofrecer respuesta. Una posición que al otro lado de la bahía, en el campus de la Universidad China de Hong Kong, reiteraban los cerca de 30.000 universitarios que participaban en un mitin similar.

Las protestas reclaman la retirada del proyecto de ley de extradición, ahora suspendido, que permitiría la extradición de sospechosos a países con los que Hong Kong no tiene un acuerdo, incluida China; la dimisión de la jefa del Gobierno autónomo, Carrie Lam; una investigación independiente sobre el comportamiento de la Policía; la puesta en libertad de los detenidos en las protestas, y la reapertura de un proceso de reformas democráticas.

Pero si los estudiantes y trabajadores insisten en mantener el pulso al Gobierno, el ejecutivo también sostiene su órdago. Este lunes, el secretario de Seguridad, John Lee, elevaba la retórica oficial y por primera vez hacía referencia al “terrorismo”, una descripción a la que hasta ahora solo había recurrido Pekín: “el nivel de violencia, peligro y destrucción ha alcanzado niveles muy graves”, sostenía. “Los radicales han aumentado sus actos violentos e ilegales, mostrando elementos de terrorismo”.

En la noche, la calma del día volvía a romperse. En el popular barrio de Mong Kok, la Policía lanzaba varias rondas de gas lacrimógeno para disolver protestas.

CARRIE LAM RECONOCE QUE TIENE “MUY POCO” ESPACIO PARA RESOLVER LA CRISIS
M.V.L

En una grabación obtenida por la agencia Reuters, la jefa del Gobierno autónomo, Carrie Lam, admite que ha causado un “caos imperdonable” al dar pie a la crisis política que vive Hong Kong, la peor desde su regreso a la soberanía china en 1997. En esas declaraciones, en una reunión con empresarios la semana pasada, Lam asegura que dimitiría si pudiera.

Su margen para tratar de resolver la crisis, teme, es ahora “muy poco”. Para Pekín se ha convertido en un problema de soberanía y seguridad nacional, en momentos en los que vive una fuerte tensión con Estados Unidos. “El espacio político para el jefe del Gobierno autónomo que, desafortunadamente, debe servir a dos amos según la Constitución, que son el Gobierno central y el pueblo de Hong Kong… Ese espacio político de maniobra es muy, muy, muy limitado”