(Primera de dos partes)

Las agencias de noticias suelen suscribir convenios bilaterales para intercambiar contenidos informativos y en ocasiones llevar a cabo visitas recíprocas de periodistas. La agencia mexicana Notimex lo ha hecho en decenas de ocasiones a lo largo de sus 51 años de existencia y, en su momento, a este tecleador le correspondió atender los aspectos operativos de esos acuerdos.

En tal contexto, en este 2019 se cumplieron 40 años de un viaje a Perú para firmar convenios con el gubernamental Sistema Nacional de Información (Sinadi) y la agencia oficial Andina, durante el gobierno de facto del general Francisco Morales Bermúdez.

Integramos el grupo el director de Notimex Pedro Ferriz Santa Cruz, el subdirector administrativo Alejandro Luis Castillo, el caricaturista Jorge Carreño y el tecleador. Recibimos una atención fraterna y atenta de aquellos militares metidos a gobernantes y periodistas, que incluyó degustar el famoso pisco sour y comer ceviches a la orilla del mar, así como visitar los lugares más icónicos del país: Cuzco, Nazca y Machu Picchu.

Al regreso del viaje escribimos algunos apuntes que la revista bimestral En Todamérica, que dirigía don Luis Dorantes Ramírez, publicó en su edición de julio y agosto de 1979, y la recreamos ahora con algunos retoques, para los lectores actuales:

Nazca en ayunas

Visitar en Perú la zona arqueológica de Machu Picchu y sobrevolar detalladamente el área de las líneas y dibujos gigantescos de Nazca, es entrar por la puerta grande a las incógnitas de la Historia.

Un grupo pequeñísimo de periodistas mexicanos, cuatro, fuimos invitados por el gobierno peruano a esos lugares. Primero nos llevaron a Nazca, a bordo de un pequeño Twin Otter de la Fuerza Aérea Peruana, que una mañana del invierno sudamericano despegó de Lima en dirección al sur del país.

Nuestro destino, en la pampa, es una porción desértica muy parecida al paisaje lunar, de aproximadamente 300 kilómetros, donde manos desconocidas trazaron hace cuando menos mil años numerosas líneas, trapecios y dibujos de animales de proporciones tales, que sólo desde el aire pueden apreciarse.

Descontadas las dos horas del viaje redondo (algo desvelados, mareados y en ayunas por un retraso de nuestro vuelo desde México), sobrevolamos durante dos horas más la zona de los trazados que la literatura oficial atribuye a una civilización preincaica. Una investigadora alemana, María Reiche, estudió durante unos 15 años las líneas de Nazca y no pudo llegar a conclusión lógica alguna.

Según ella, pudiera tratarse de un calendario que ayudaba a los habitantes de aquella época para sus faenas agrícolas pero, en primer lugar, un calendario de tales dimensiones sólo podría verse desde un avión y, en segundo, en ese desierto nunca ha existido agricultura.

Alboroto de mexicanos

Cuando el avión de la FAP llegó al lugar y el comandante Pedro Uscamayta así lo hizo saber, los corazones del grupo mexicano comenzaron a agitarse más fuerte. Primero algunos trapezoides, unas líneas, figuras parecidas a pistas. Las líneas se perdían en el horizonte, el avión seguía su búsqueda y en ocasiones regresaba a determinado lugar para admirarlo otra vez.

Según el científico estadounidense Paul Kosok, quien descubrió este sitio misterioso en 1939, cuando estudiaba las líneas creyendo que eran canales, esta zona constituye “el libro de astronomía más grande del mundo”.

En cambio, en la opinión esotérica del licenciado Pedro Ferriz, estudioso y teórico de fenómenos extraterrestres en nuestro planeta y cabeza del grupo mexicano, tanto las figuras geométricas como las de más de 30 animales y otras formas humanas que están en las laderas, tienen distintas edades y la siguiente explicación:

Los trapezoides de Nazca surgieron por erosión antigravitatoria. Fue un campo de entrenamiento de vehículos conducidos por inteligencias superiores que, conforme descendían, su campo antimagnético iba erosionando el suelo y ensanchando ese surco debido a su mayor proximidad.

Cuando estos seres se fueron, los habitantes del lugar los invitaron a regresar y para ello trazaron los dibujos gigantescos que, según quienes han hecho mediciones, tienen longitudes desde 15 hasta 300 metros.

Hasta aquí la transcripción y la cuestionable hipótesis del inolvidable amigo Ferriz, que fue una de muchas habidas desde que fueron descubiertas y comenzaron a ser estudiadas las líneas y figuras de Nazca, y es similar a la del famoso escritor suizo Erich von Däniken, expuesta en su exitoso libro Recuerdos del futuro (1968).

Arqueólogos japoneses que se han sumado posteriormente a las investigaciones, sostienen en cambio que los geoglifos corresponden a diferentes épocas y fueron hechos con distintas técnicas y variados propósitos por sucesivas culturas locales.

Sean lo que sean -que cada lector acepte lo que le convenga- el espectáculo desde el aire, más que desde las colinas cercanas que también permiten apreciarlo, es único y extraordinario. Aunque sea en ayunas.

(Concluirá)