–Sí. Sí –dijo Beto–. Las cosas que ha dicho como candidato y luego como Presidente de Estados Unidos. Esto no puede estar abierto a debate.
Nací en Ciudad Juárez pero El Paso es entrañable para mí. No sólo porque allí vive, hoy, gran parte de mi familia; también porque es una comunidad que ha acogido a los fronterizos mexicanos con una notable tolerancia y les ha abierto los brazos con marcada solidaridad en tiempos difíciles. Cuando Felipe Calderón convirtió Juárez (y Chihuahua, toda) en un campo de muerte, miles de mexicanos encontraron refugio en El Paso. Pero antes, mucho antes: los hermanos Flores Magón, Mariano Azuela, Silvestre Terrazas, periodistas críticos y líderes sociales y revolucionarios perseguidos por Porfirio Díaz hallaron en esa comunidad del Paso del Norte un lugar dónde vivir. Hasta Francisco Villa y Pascual Orozco se refugiaron del otro lado cuando les apretaron. Sí, El Paso merece una medalla especial. Allí descansa mi padre Aurelio, también; allí descansan los restos de miles y miles que durante años se agregaron a esa comunidad multinacional.
El Paso es la única ciudad del mundo que yo conozca en donde te ves mal si no hablas el idioma extranjero. El inglés es la lengua oficial, pero el español es la lengua local. Los mexicanos y mexicoamericanos son la inmensa mayoría y sí, hay atisbos de racismo; pero en estas épocas difíciles, en la era Trump, puede ser un remanso de tranquilidad para la gente que vive allí y trabaja duro para alcanzar su pedazo de sueño. Están allá porque acá muchas veces es imposible; están allá porque acá resulta –historia conocida– que durante al menos dos siglos los políticos se han enriquecido vulgarmente mientras la gente (los de abajo, diría Azuela) apenas sobrevive a las catástrofes sexenales.
Es cierto que se trata de resistir. Hay poblaciones empobrecidas en El Paso; sobre todo las mexicanas o mexicoamericanas. Como en el resto de Estados Unidos, los cargos de elección popular son casi siempre para blancos aunque los llamados latinos sean la inmensa mayoría. Ha habido en su historia pocos alcaldes con apellido de origen español. Hoy, uno de los políticos más solidarios con México y con los mexicanos de ambos lados de la frontera es Robert Francis “Beto” O’Rourke, quien no ha dudado en culpar a Donald Trump por el ambiente de racismo y discriminación que se vive allá y que deriva, como parece ser el caso del Walmart de El Paso, en matanzas.
–¿Cree que el Presidente Trump es un nacionalista blanco? –le preguntó ayer domingo Jake Tapper, periodista de CNN.
–Sí. Sí –dijo Beto–. Las cosas que ha dicho como candidato y luego como Presidente de Estados Unidos. Esto no puede estar abierto a debate.
Enseguida hizo referencia a todas las veces que Trump ha insultado a los mexicanos; todas las veces que los ha calificado de “invasores”, “violadores” o “asesinos”. Y dijo que es importante “asegurarse de que el pueblo estadounidense entienda lo que está haciendo en su nombre la persona que tiene la posición más alta de confianza pública en esta tierra. [Trump] ni siquiera pretende respetar nuestras diferencias o entender que todos somos creados iguales. Está diciendo que algunas personas son inherentemente defectuosas o peligrosas”.
Ayer, mientras Estados Unidos se debatía por los dos ataques armados contra inocentes en menos de 13 horas, Trump se encerró en su club de golf en Nueva Jersey. Lanzó tuits. Pero, como dijo Associated Press, “la nación no vio al Presidente tras la balacera en El Paso, Texas, en la que murieron al menos 20 personas y, horas después, una en Dayton, Ohio, en la que sucumbieron cuando menos nueve”. No hay duda, creo, que se trata de ataques con motivos raciales. El asesino de El Paso, con cara de comemierda, escribió un manifiesto contra los migrantes antes de entrar a la tienda y disparar contra inocentes. El manifiesto del comemierda no es menos racista que los tuits que Trump lanzó contra cuatro legisladoras que son de minorías étnicas; o las andanadas de acusaciones y mentiras por la “invasión” de inmigrantes. No es menos comemierda que el comemierda que atacó a inocentes en El Paso.
Trump lleva años animando el nacionalismo blanco, como nunca antes un Presidente de Estados Unidos en la era moderna. Dijo que que había “personas buenas en ambos bandos” después de un mitin de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia. “Dios bendiga a la gente de El Paso, Texas. Dios bendiga a la gente de Dayton, Ohio”, dijo el sábado a través de Twitter desde su campo de golf. Y luego, 14 minutos después, tuiteó que le deseaba suerte al peleador estadounidense de artes marciales mixtas Colby Covington, su partidario. Demasiada mierda, pues.
“En un país que se ha vuelto casi insensible a los hombres con armas que abren fuego en las escuelas, en los conciertos y en las iglesias, las explosiones consecutivas de violencia armada en menos de 24 horas fueron suficientes para dejar al público aturdido y sacudido. Los tiroteos detuvieron la campaña presidencial de 2020, reavivaron un debate sobre el control de armas y cuestionaron las palabras, cada vez más enojadas, dirigidas a los inmigrantes en la frontera sur en las últimas semanas por expertos de derecha y por el Presidente Trump”, dijo The New York Times ayer. Y luego, alguien en Twitter, Gervasio Robles “El Pantera” (@tejanoplanet), quizás un poco más honesto y quizás muchísimo más directo, escribió en inglés: “Después del tiroteo, comience la parafernalia de los estadounidenses: todos tristes, llorando, orando. Y mañana la vida continúa. ¡Pero nadie dice que PAREN de vender armas!”.
Este año, tres asesinatos masivos (los asesinatos de las mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda; el tiroteo en la sinagoga en Poway, California, y el de El Paso, Texas) se han anunciado en 8chan, una plataforma favorita de los extremistas blancos que sigue abierta. Así de mal Estados Unidos. Así de mal el mundo. Qué se puede esperar, si la democracia más poderosa del planeta está en manos de un tipo que dijo en enero de 2018, refiriéndose a los países africanos, a Haití y a El Salvador: “¿Por qué viene toda esta gente a vivir aquí de esos países de mierda?”
Como digo, demasiada mierda. Muchos comemierda sueltos.
Toda mi solidaridad a Elpasojuárez. (Así: Elpasojuárez). Todo mi cariño para la gente de bien que lucha a diario; que sobrevive a los insultos y a los abusos; que con su esfuerzo y dedicación hace ver que sí, que hay mucho comemierda, pero también que la gente de bien es una mayoría.