Conferencia del investigador Guilhem Olivier Durand

– Y cómo influyeron en la Conquista las visiones de unos y otros

“El mundo maravilloso y mágico de los conquistadores”, un tema que tiene distintos enfoques para determinar en qué medida esta imagen de unos indios supersticiosos y unos españoles maquiavélicos es solamente un cliché, fue abordado por el doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Toulouse, Francia, Guilhem Olivier Durand.

Al participar en el ciclo de conferencias que con motivo de los 500 años de la llegada de los españoles a Tenochtitlan organizó el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), el doctor Olivier Durand dijo que para romper con este lugar común es indispensable analizar un poco la cosmovisión, no sólo de los mesoamericanos sino también de los españoles, porque ellos tenían una mentalidad que podría parecer mágica.

El también profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, explicó que a la hora de evaluar y de matizar cuál fue la actitud de los españoles y de los mesoamericanos es muy importante tratar de superar un poco esas dicotomías maniqueas: de un lado los españoles inteligentes, renacentistas, maquiavélicos y del otro los indígenas supersticiosos que tomaron a los españoles por dioses.

Aunque algunos historiadores consideran que la identificación de Hernán Cortés con Quetzalcóatl es una falacia, un invento del propio conquistador, Olivier Durand sostiene que sí fue cierto porque se dio una conjunción de elementos que justifican precisamente esta identificación. Según una lógica del ciclo que corresponde muy bien al tiempo y a la historia que tenían los mesoamericanos, es un hecho que tiene sentido de acuerdo con el pensamiento indígena, agregó el especialista.

Argumentó que la famosa identificación de Cortés con Quetzalcóatl se basa en muchos elementos, uno de ellos la fecha de llegada de los españoles, 1519, que coincidía con el año “uno caña”, el del profético regreso de Quetzalcóatl, que nos inscribe en una cosmovisión mesoamericana que enfatiza el papel de los ciclos.

En el Códice Tonalámatl aparecen el sol de agua, el sol de tierra, el sol de viento y el sol de fuego, que son eras cósmicas destruidas por cataclismos, continuó el ponente, y en este marco es importante destacar el papel de Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, los principales dioses que dominaban de manera sucesiva las eras cósmicas. Los dos en realidad se parecen mucho, agregó; Tezcatlipoca es como el gemelo enemigo de Quetzalcóatl.

De acuerdo con la mitología, después de que Quetzalcóatl en su rol de rey sacerdote de Tollan cometió actos poco compatibles con la función sacerdotal (embriaguez e incesto), tuvo que abandonar su ciudad e irse hacia la costa. Sobre este suceso existen varias versiones; unas dicen que se quemó en una pira y se transformó en la estrella Venus, otras aseguran que se fue en una canoa rumbo al oriente y prometió que algún día regresaría.

A partir de la idea de los ciclos, la creencia de ese regreso tiene cierta lógica, porque cuando llegan los españoles la era de Tezcatlipoca está por terminarse y quien le va a suceder es Quetzalcóatl, de manera que Cortés sí pudo haber sido tomado como un dios, pero en el imaginario mesoamericano a los dioses también se les podía vencer, sacrificar, o pelar con ellos, señaló el doctor Olivier Durand, quien dijo hay que tomar en cuenta a los indígenas y no sólo el pensamiento occidental para no caer en clichés.

Los conquistadores creían en milagros y presagios

La mentalidad de los conquistadores, todavía en la Edad Media y ya entrando en el Renacimiento, les permitió aprovecharse de las supersticiones que por su cosmovisión tenían los mesoamericanos para someterlos, pero a su vez creían en milagros y presagios, comentó Olivier Durand, colaborador de la Universidad Sorbona de París.

Ahí tenemos las profecías. Por ejemplo, una que escribió Rodrigo Ponce de León, quien vaticinó que Fernando de Aragón después de conquistar Granada en 1492 también tomaría África y Jerusalén, que era el inicio de conquistas en casi todo el mundo. Así, cuando llegaron primero al Caribe, a las Antillas, y después a Tenochtitlan, privaba la idea de que España había sido designada por Dios para conquistar nuevas tierras a fin de convertir a los pueblos paganos.

El papel del apóstol Santiago en la reconquista de España fue trasladado a América, donde uno de los gritos de guerra de los conquistadores fue “¡Santiago!” cuando empezaban las contiendas. En la batalla de Centla, según escribió Bernardino Vázquez de Tapia, “se dio un gran milagro: estando en gran peligro en el combate se vio peleando a uno de un caballo blanco a cuya causa se desbarataron los indios, el cual caballo no había entre los que traíamos, y se identificó con Santiago”.

Que Santiago hubiera aparecido ahí en medio de la batalla con un caballo blanco y espantado a los indios, es uno de los primeros testimonios sobre una supuesta intervención divina de ese apóstol en un contexto bélico en contra de los indios, indicó Olivier Durand, especialista en Historia de los Pueblos Indígenas.

Además de Santiago aparecen otros personajes cristianos para ayudar a los españoles, como la Virgen; un texto indica que cuando los españoles estaban encerrados en Tenochtitlan y todos los mexicas estaban alrededor de ellos, en un momento de mucha tensión apareció la Virgen. Los indios hablaban de una señora blanca muy bonita que les echaba polvo en los ojos y entonces se tuvieron que retirar y dieron descanso a los sitiados.

Bernal Díaz del Castillo explica cómo todos los españoles invocaban a los santos, a la Virgen o a quien se pudiera para tratar de escapar; “demandaban socorro o ayuda a Nuestra Señora Santa María y al Señor Santiago, que ciertamente nos ayudaba -escribió el cronista-, ahí se invocaba a todo mundo para ver si se podían salvar”.

Y Bernardino Vázquez de Tapia apunta: “preguntando después a indios principales que eran capitanes cómo nos habían dejado teniendo en tanto aprieto y peligro, dijeron vieron a una mujer de Castilla muy linda, que resplandecía como el sol y que les echaba puñados de tierra a los ojos, y como vieron cosas muy raras se apartaron y huyeron”.

El conquistador Francisco de Aguilar habla del momento en que los españoles estaban sitiados en Tenochtitlan: “aconteció que un soldado estaba retraído en la iglesia que teníamos, por cierta travesura que había hecho, a la medianoche salió huyendo y dando voces que había visto saltando por la iglesia hombres muertos y cabezas de hombres y entre ellas la suya. Lo mismo los velas que guardaban el lugar, habían venido a decir que habían visto caer en la acequia piernas y cabezas de hombres muertos”.

Tenemos -resumió el conferencista- unos españoles que de pronto ven cabezas, piernas y huesos brincando alrededor de ellos e incluso sus propias cabezas; el susto fue horrible. Además fueron los mismos españoles que se murieron cuando la Noche Triste; esto se relaciona con esa tradición medieval de las danzas macabras que se difundieron en Europa después de la gran peste negra en 1348. Esa iconografía tétrica comenzó a finales del siglo XIV e incluso en la literatura medieval hay leyendas con estos motivos.

Saber qué pasó en realidad es difícil, pero es necesario conocer con qué bagaje cultural llegaron los españoles a América y cuál era la cosmovisión mesoamericana para comprender la Conquista, concluyó el doctor Olivier Durand.