La crítica presidencial a la política económica neoliberal es certera, pero tiene cuando menos tres omisiones: carece de una propuesta alternativa articulada, no usa el pensamiento crítico universitario anti neoliberal que ha presentado opciones y se centra en el regreso del Estado populista que ya fracasó.

El debate sobre el PIB para 2019 y 2020 refleja justamente la crisis de la crítica sin opciones reales. El PND-AMLO se ajusta a la condicionalidad del FMI y por ello tendrá que padecer los saldos bajos de una política económica sin desarrollo social y el respeto a las tres condiciones fondomonetaristas: estabilidad inflacionaria macro, autonomía de Banco de México y PIB sin estímulos artificiales.

El modelo neoliberal salinista redujo las facultades económicas del Estado y las pocas quedaron sin políticas de Estado. La clave del Estado neoliberal se localiza en las restricciones presupuestales, el enfoque inflacionario por el lado de la demanda y el traslado al sector privado del modelo de desarrollo industrial. El Estado neoliberal sólo debe atender a los más pobres, pero sin aumentar gasto real ni incrementar los impuestos: sólo reasignaciones.

El eje de la definición del Estado en la economía tiene tres posibilidades: rector que fijó la reforma neoliberal De la Madrid-Salinas, gestor que utilizaron el PAN y Peña Nieto y sector productivo que ha sido la esencia de los llamados gobiernos populistas. El modelo de Estado de López Obrador es mixto, y por lo tanto no hace más que reasumir la condicionalidad de la dependencia económica impuesta por los organismos internacionales, pero con el dominio de la condicionalidad del FMI por su papel de aval de países estabilizadores ante la comunidad financiera internacional.

Mientras el presidente López Obrador no defina, impulse y se la juegue por un cambio de política económica y de modelo de desarrollo, su gobierno seguirá dependiendo de la variable tradicional dominante: el control de la inflación por el lado de la demanda, a pesar de que hay pensamiento crítico desde 1956 de que la inflación es estructural y de distribución de la riqueza.

Si el PIB es la suma de los bienes y servicios producidos, entonces su baja es consecuencia de poca actividad económica. Y la producción requiere de estímulos, demanda efectiva y una rectoría dinámica del Estado. En tiempos de crisis se suelen aplicar políticas contra-cíclicas vía inversiones públicas que multipliquen la actividad económica. Un dato menor pero importante: la política de austeridad es neoliberal porque reduce el dinero en circulación, no se transforma en demanda efectiva y al final ayuda a controlar la inflación por el lado neoliberal de la demanda baja.

El PND de López Obrador –las 64 páginas– debió ser una propuesta real de nuevo modelo de desarrollo, nueva política económica y nuevo Estado productivo; sin embargo, quedó sólo en un listado de intenciones retóricas de objetivos finales, no de una reorganización del modelo productivo.

Las metas oficiales del PIB ilustran las contradicciones: el presidente quiere una tasa de 2% en 2019 y subir paulatinamente hasta llegar a 6% en 2024, de tal manera que quede en un promedio anual de 4% en el sexenio. Los Criterios Generales de Política Económica para 2019 presentados por Hacienda a finales de 2018 revelaron una meta promedio de PIB anual sexenal de 2.7%. Los dos dicen la verdad: el nuevo gobierno aspira a un PIB promedio anual de 4%, pero la realidad impone una media de 2.7%.

La diferencia se localiza en que el PIB de Hacienda no considera las posibilidades de un nuevo modelo de desarrollo con su correlativa nueva política económica y la meta de López Obrador no se ve en la realidad porque se basa en el actual modelo de desarrollo y política económica fondomonetarista vigente. Las expectativas de PIB para 2019-2020 de calificadoras, bancos, analistas y organismos internacionales se basan en la realidad del modelo económico vigente, no en las expectativas de un nuevo modelo económico inexistente.

Los gobiernos populistas se han apoyado en el modelo existente, con aprovechamiento de algunos huecos presupuestales para gasto social. Por eso son populistas. El pensamiento económico progresista ha insistido en que no basta con gasto social si no existe una fuente sana de ingresos. Todos los populismos han terminado en shocks inflacionarios porque trabajan la demanda, sin atender la necesidad de ampliación de la oferta.

Mientras no se defina y se trabaje en las tres reformas clave –modelo de desarrollo, política económica y Estado intervencionista–, el escenario económico seguirá dominado por la condicionalidad del FMI-Banco Mundial y el PIB subirá/bajará en función de la estabilidad macro de inflación baja.

En este contexto, la Cuarta Transformación merecerá ser llamada así cuando en la realidad cambie las relaciones de producción y éstas determinen las nuevas relaciones sociales y políticas. Si no, pues no.

Política para dummies: La política se define por acciones, no por declaraciones.

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