En los últimos tres años el número de personas que padecen hambre se ha incrementado lentamente y en 2018 la cifra llegó a 820 millones, revela un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Esto significa que una de cada nueve personas en el mundo padecen hambre en la actualidad.
Alrededor del 17.2 por ciento de la población mundial, unos 1300 millones de personas han experimentado niveles moderados de inseguridad alimentaria. Esto significa que no tienen acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes: aun cuando no necesariamente padezcan hambre, se encuentran en mayor riesgo de padecer varias formas de malnutrición y mala salud.
“Si se combinan los niveles moderado y grave de inseguridad alimentaria, la estimación asciende al 26.4 por ciento de la población mundial o a un total de alrededor de 2 mil millones de personas“, señalan los expertos de la Organización.
Según el documento, el hambre está aumentando en casi todas las subregiones africanas, lo que hace a África la región con la prevalencia de la subalimentación más elevada, situada en casi el 20 por ciento de la población, mientras en Asia alcanza al 11 por ciento.
La progresión de este flagelo también afecta a América Latina, aunque su prevalencia todavía se sitúa por debajo del 7 por ciento (42.5 millones de personas).
La FAO detalla que las tasas de subalimentación han aumentado en los últimos años, en gran parte como consecuencia de la situación en América del Sur, donde el porcentaje de personas con hambre aumentó del 4.6 por ciento en 2013 al 5.5 por ciento en 2018.
América del Sur alberga la mayoría (55 por ciento) de las personas subalimentadas de la región, y el aumento observado en los últimos años se debe sobre todo al deterioro de la seguridad alimentaria en la República Bolivariana de Venezuela, donde la prevalencia de la subalimentación aumentó casi cuatro veces, del 6.4 por ciento en 2012-2014 al 21.2 por ciento en 2016-2018.
“Los nuevos datos confirman que el hambre ha ido en aumento en muchos de los países cuya economía ha entrado en una fase de desaceleración o de contracción. La mayoría de los países (65 de 77) que experimentó un aumento de la subalimentación entre 2011 y 2017 padeció de forma simultánea episodios de desaceleración o de debilitamiento de la economía. Sorprendentemente, en la mayoría de los casos, no se trataba de países de ingresos bajos, sino de naciones de ingresos medios”, se lee en el reporte.
Marco Sánchez Castillo, experto de la FAO añadió que “la desaceleración de la economía tiene efectos bastante nocivos, porque se ve reflejada en problemas de desempleo, en problemas de salarios, etc. Y eso llega a aminorar el poder adquisitivo de los hogares. Son los más pobres y los más vulnerables los que se ven menos preparados ante la eventualidad de los eventos económicos adversos”.
Además, apunta, los conflictos y la violencia en muchas partes del mundo, la variabilidad del clima y la exposición a eventos climáticos extremos más complejos, frecuentes e intensos están mermando los logros alcanzados en la eliminación del hambre y la malnutrición.