En sus videos de campaña por la presidencia del PRI, la yucateca Ivonne Ortega Pacheco potenció el valor y el papel de la militancia y se ofreció como su representante. Sin embargo, en posiciones políticas de alto nivel siempre fue beneficiaria del dedazo presidencial: diputada, senadora, candidata a gobernadora, atropellando a los priístas de abajo.

Y ahora que todos reniegan de Enrique Peña Nieto y nadie quiere aceptar siquiera que lo conoció de cerca y más allá, dicen, de forzadas reuniones donde había que estar por obligación y no por convicción, no debe olvidarse que Ortega Pacheco fue secretaria general del PRI durante la primera mitad del sexenio peñista y sólo se llega a esos niveles cuando se forma parte de la élite dominante en turno… y de sus complicidades.

Al PRI del trienio 2012-2015 le tocó la administración de los votos por las reformas estructurales tipo salinistas de segunda generación, las mismas que está desmantelando el presente López Obrador: energética, educativa y de comunicaciones. Vía el mexiquense peñista César Camacho Quiroz y la secretaria Ortega Pacheco, el PRI también operó los dedazos por las candidaturas a diputados para las elecciones federales del 2015, todos ellos, por cierto, sin consultar a la militancia.

De ahí que a muchos priístas les moleste que hoy en día la exgobernadora Ortega Pacheco quiera montarse en la militancia priísta que nunca conoció, que menos respetó y a la que arrolló cuando escalaba posiciones de poder por dedazos presidenciales. Y fue esa militancia –si acaso existió– la que le negó cualquier apoyo cuando compitió en la elección interna del PRI para escoger al candidato presidencial del 2018 que le ganó, para mayor toletazo político, el no-priísta José Antonio Meade Kuribreña.

La militancia priísta se ha agitado como el petate del muerto para asustar más a los medios que a los propios priístas, quienes saben que la base anónima no existe y que todos los priístas participan en política con la esperanza de que algún día les toque alguna posición de elección popular. Las listas de candidaturas a cargos políticos y públicos no se logran por militar en el partido, sino por pertenecer a un grupo político determinado. En toda la historia del PRI no ha habido ningún militante que haya llegados a cargos sólo por ser militante.

La presidencia del PRI fue una facultad exclusiva del presidente de la república en turno hasta Dulce María Sauri que terminó en el 2000 y a la que le tocó recoger el tiradero dejado por el presidente Ernesto Zedillo antes de jugársela con el PAN y Vicente Fox. Tres dirigentes del PRI salieron de pugnas internas: Roberto Madrazo, Mariano Palacios y Beatriz Paredes –2005-2011–.

Y a partir del 2011 el gobernador mexiquense/presidente de la república Peña Nieto tomó el control del PRI, impuso a once presidentes del partido en ocho años, entre ellos uno cesado por corrupto (Humberto Moreira), otro auto renunciado por fracasar y perder siete gubernaturas en 2016 (Manlio Fabio Beltrones), uno más cesado por incompetente en la elección del 2018 en la que el PRI perdió todo (Enrique Ochoa Reza) y una presidenta que representaba los intereses de Carlos Salinas de Gortari (Claudia Ruiz-Massieu-Salinas-de Gortari).

De ahí que Ortega Pacheco está agitando el petate de la militancia no para despertar a los priístas de su letargo disciplinario en el que han vivido noventa años, sino para los medios que reproducen lo que escuchan y son incapaces de pasarlos por el filtró de la crítica al poder. La militancia que invoca Ortega Pacheco no apareció por ningún lado en la interna de 2018 ni en las elecciones presidenciales y los priístas votaron por Morena por así convenir a sus intereses.

Si Ortega Pacheco en realidad quiere desperezar a la militancia, debiera comenzar por revelar dónde estuvo la militancia cuando el dedazo presidencial la hizo escalar posiciones de poder por complicidades en las élites priístas ajenas a las militancias. Y hoy que carece de fuerza propia, que se percata que toda su vida vivió de los favores del poder en las élites y que quiere catapultarse desde el primer nivel de los priístas, Ortega Pacheco clama por la militancia que siempre desdeñó.

Por su biografía política, de ganar la presidencia priísta por acuerdos entre los grupos de poder Ortega Pacheco va a servir a esa élite de intereses y no a la militancia.

Monsiváis. A nueve años de su muerte, el escritor Carlos Monsiváis sigue levantando polvos. El domingo, en La Jornada Semanal, Luis Tovar recordó que durante las honras fúnebres del cronista llegó una corona de flores del expresidente Carlos Salinas y entre Tovar y Jaime Avilés la destruyeron para evitar que el político se hiciera presente. Pero Tovar y Avilés olvidaron que Monsiváis, Aguilar Camín y Elena Poniatowska se reunieron muchas veces con Salinas en Los Pinos y en casas particulares y que inclusive Monsiváis trabajó para Salinas vía el consejo consultivo de Pronasol. Así que…

Política para dummies: La política es hoy la bendita memoria.

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