Miembros de las fuerzas de seguridad en la entrada de un colegio en Alejandría TAREK ABDEL HAMID AFP

Egipto celebró este lunes su tercer y último día del referéndum convocado de manera express para ratificar las reformas constitucionales aprobadas el pasado martes por el Parlamento. La más importante, la extensión del límite de los mandatos presidenciales de cuatro a seis años, con una cláusula ad hoc que permitirá a Al Sisi permanecer en el Gobierno hasta 2030. Según la Constitución actual, el exmariscal debería abandonar el poder en 2022, cuando acabará su segundo mandato. Como todas las votaciones desde el golpe de Estado de 2013 que instauró una dictadura militar, el referéndum no goza de las mínimas garantías. Nadie duda de la victoria abrumadora del sí.

Los partidos de la diezmada oposición se han dividido respecto a la estrategia a seguir, lo que restará cualquier tipo de visibilidad a sus esfuerzos. Algunas fuerzas han llamado a boicotear el referéndum, mientras otras se han inclinado por el no. En todo caso, era imposible realizar una verdadera campaña, y no solo por la falta de tiempo, habida cuenta de que solo tres días pasaron entre la votación del pasado martes en el Parlamento y el inicio del referéndum. De hecho, no hay un solo cartel en las calles de El Cairo a favor del no, mientras los favorables a las tesis del Gobierno llevan semanas colgados. En febrero, diez miembros de la oposición fueron arrestados después de acudir a un acto contrario a las enmiendas.

Aparte de la extensión de los mandatos presidenciales, hay una docena de otras enmiendas. Entre las más destacadas, la que otorga más poderes al presidente en el nombramiento de la cúpula judicial, que perderá la poca independencia de la gozaba en la actualidad. Además, se reinstaura el Senado, que fue abolido por la actual Constitución, aprobada en 2014, y se crea una cuota femenina del 25% en la Asamblea Popular. Por último, una de las nuevas provisiones atribuye al Ejército el rol de “protector” de la democracia y de la “naturaleza civil del Estado”. Algunos observadores han señalado que este artículo podría abrir la puerta en el futuro a un nuevo golpe de Estado militar en caso de que un Gobierno se desmarque de la voluntad de los poderes fácticos que gobiernan el país desde la independencia.

En total, más de 60 millones de egipcios han sido convocados a las urnas, pero una cifra mucho menor habrá acudido a depositar su voto. De hecho, como en las últimas citas electorales, la única incógnita es la cifra de participación. Diversos periodistas y observadores señalaron que, excepto la mañana del primer día, el sábado, los colegios han estado prácticamente vacíos. Según los resultados oficiales, en las elecciones presidenciales del año pasado, en las que Al Sisi salió reelegido con más del 97% de los votos, la participación fue del 41%.

Como en anteriores comicios, hubo denuncias en las redes sociales de compra de votos a cambio de cajas de comida, que incluyen productos básicos como aceite, azúcar o arroz. Esta es una vieja estrategia utilizada ya en las farsas electorales organizadas por el anterior régimen de Hosni Mubarak. En esta ocasión, los víveres eran repartidos por partidos afines al Gobierno, por grandes empresas, o incluso por el Ejército directamente. “Hablé con una mujer humilde que estaba de pie delante de una escuela. Me dijo que el día anterior en el barrio habían prometido una caja de comida a cambio del voto, que se verifica con una foto”, explica un periodista egipcio que prefiere guardar su anonimato por razones de seguridad.

Desde el golpe, el régimen de Al Sisi fue endureciéndose con el argumento de la necesidad de tomar robustas mesuras para preservar la estabilidad del país. En comisarías y prisiones, la tortura es moneda corriente, y algunas organizaciones de derechos civiles incluso han acusado a las autoridades de recurrir a menudo a ejecuciones extrajudiciales. La represión se ha hecho más necesaria después de la aplicación de un duro ajusto estructural en 2016 pactado con el FMI por el que la libra egipcia se devaluó un 50% respecto al euro y al dólar, situando en una situación precaria incluso a la clase media. En este contexto, la estrategia de “incentivar” el voto a cambio de víveres encuentra un terreno bien abonado.