Estados Unidos busca invertir
BlackRock, verdadero poder
Dividir a México: norte-sur
El pasado viernes, en Mérida, el presidente Andrés Manuel López Obrador asistió como testigo de honor a la firma de un trascendente acuerdo entre el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) de México y la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
En esencia, los representantes de los principales empresarios de ambos países se pusieron de acuerdo para dar continuidad al modelo económico neoliberal vigente (el que una tarde del domingo 17 de marzo en Palacio Nacional había declarado solemnemente abolido el propio López Obrador). Que nada cambie. Que todo siga igual. Que los negocios sigan rodando exitosamente. Tan importante fueron la reunión y el acuerdo que también participaron en la capital yucateca el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, y el presidente y director general de BlackRock (la administradora de activos más importante del mundo: la que aconseja dónde, cómo y por qué invertir), Laurence Fink.
La adhesión de López Obrador al acuerdo empresarial fue inequívoca: Estoy de acuerdo con los términos de la declaración conjunta que se acaba de firmar. Por nuestra parte nos comprometemos a hacer valer un auténtico Estado de derecho. Nos comprometemos a respetar los compromisos que se hicieron para la aprobación del Tratado de Libre Comercio.
Al propio presidente y director de BlackRock le dedicó AMLO palabras alentadoras para la firma, que es líder mundial en gestión de inversiones, gestión del riesgo y servicios de asesoramiento en más de 30 países de todo el mundo. Un poder mundial y, en especial, el nuevo poder económico dominante de México. Dijo López Obrador a Fink: trabajando juntos y escuchándonos podemos encontrar puntos en común; en que las discrepancias son consustanciales a la democracia; en que nos necesitamos unos a otros, creando mayor prosperidad para los ciudadanos de México y Estados Unidos.
Ahí mismo, López Obrador continuó con la tanda de extraños agradecimientos a Donald Trump por estar abierto a tratar con respeto los asuntos comerciales, migratorios y de seguridad, mediante el diálogo permanente y cooperación para el desarrollo. También mencionó que ya se inició la aplicación de estrategias enfocadas en el sureste y de cooperación con los países centroamericanos, como el Tren Maya, la modernización del sector energético y el proyecto del Istmo de Tehuantepec para acercar países de Asia con la costa este de EU (citas tomadas de https://bit.ly/2P8j8Lz).
Al siguiente día de esa reunión, López Obrador reveló que el secretario de Comercio Ross le transmitió en Mérida un mensaje del presidente Donald Trump de que están dispuestos a invertir y ayudar a construir el Tren Maya y otras obras de infraestructura en el sureste (nota de Alonso Urrutia en La Jornada, https://bit.ly/2ItnRpA). Dado que se usaron vías oficiales, ha de entenderse que la disposición a invertir y ayudar es del gobierno de EU y no sólo del empresario Trump.
Un mensaje de ese calado es una insolencia. La historia de México muestra los graves riesgos de intervencionismo armado que en nuestra contra han practicado potencias extranjeras (actualmente los cañones se llaman computadoras y mercados). Así que ahora Trump, el gobierno de Estados Unidos y BlakRock pretenden invertir y apoyar no sólo en el Tren Maya, que podría terminar como Tren de Troya, sino en otras obras de infraestructura en el sureste.
No olvidemos que en el paquete está el corredor transístmico que partiría al país en dos (la balcanización de México), toda la región convertida en el auténtico muro migratorio prometido electoralmente por Trump. Permitir que haya inversión y ayuda estadunidense en estos proyectos significaría abrir las puertas a eventuales discordias, litigios e intervenciones. Así lo muestra y confirma la historia. Muy preocupante que Trump se atreva a enviar ese mensaje y que AMLO lo haya dado a conocer suavemente, con un exploratorio desparpajo pragmático.
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