Uno entre 80. Dilan busca un camino positivo en una pequeña cancha de futbol 7 en Naucalpan. Fotos: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.- En un lugar de Naucalpan, donde las carencias son evidentes, donde se vive con miedo de salir a la calle, cerca de barrancos y ríos infestados de basura, vive Dilan.

Su padre trabaja todo el día como abonero para mantenerlos a él y a su hermano José Luis. Son entonces Eva Tinajero, su tía paterna, y María Roa, su abuela materna, quienes ven por ellos.

Por la tarde, Dilan, ilusionado, prepara su maleta, se alista para entrenar como lo hace dos días a la semana, para que, aunque sea un par de horas, experimente la felicidad de jugar al futbol.

Unas calles más adelante, en una pequeña cancha de futbol 7, espera Gilberto Martínez. Las vidas de ambos son distintas, pasan por momentos diferentes. Dos personas que no tendrían motivo para conocerse, pero hoy coinciden en el dolor. A ambos los unió la desgracia.

La historia de Gilberto se dio a conocer en el Mundial de Rusia, cuando unos meses antes perdió a su familia en un accidente automovilístico: su esposa Vero, su hijo Diego y la pequeña Mia. En tanto que Dilan, de ocho años, también vio desvanecer parte de su vida. Su madre le fue arrebatada hace tres años.

Ella se fue a trabajar un sábado y ya no regresó. Se la llevaron. Tenía 26 años. En total eran tres muchachas, las mataron y las fueron a dejar por el cerro. Yo pensé: ‘bueno, hubiera sido una zona como esta, lo creo, pero fue en Polanco’”, relató con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos María Roa, abuela de Dilan.

Por su parte, Gilberto intenta aprender a vivir nuevamente. Con la pena que lo acompaña, da sus primeros pasos sobre un suelo sostenido por el recuerdo de Vero, Diego y Mia. Esto lo llevó a crear una fundación que lleva su nombre, con el propósito de ayudar a niños de escasos recursos por medio del futbol.

Este gran proyecto ha sido algo que me ha ayudado mucho a sanar, a vivir. Es algo que empezó de la nada, en el Mundial, con una tragedia y con base en resiliencia, amor y principalmente por ellos tres estamos aquí”, expresó Gilberto, mientras trataba de mantener la compostura.

LA VIDA DE DILAN Y JOSÉ LUIS TAMBIÉN CAMBIARON EN UN INSTANTE
Dilan y José Luis tenían su propio “suelo”, su madre Sandra, quien fue una víctima más de la delincuencia que azota este país, misma que en un instante convirtió en pesadilla la vida de una familia, quienes luego de su desaparición la buscaron por días hasta dar con su paradero y enfrentar una terrible realidad.

No sabía yo dónde trabajaba, a tientas más o menos preguntando y preguntando di, hasta que la encontré y tuve que ir al ministerio en dónde me dijeron que debía ir a identificar su cuerpo. Eso es algo muy muy feo, que no se lo deseo a nadie”.

(Dilan) “tenía cinco años, le acababa de hacer su fiesta de cumpleaños y le dije que su mamá estaba durmiendo y él me preguntaba ¿cuándo va a despertar mi mamá, cuándo va a despertar?”. Luego de una pausa, María Roa suspira y rompe en llanto.

Me da sentimiento su vida, porque yo aún tengo a mi mamá. Yo lo entiendo por las edades que ellos tienen y lo mucho que necesitan a su mamá, pero platico con ellos y les digo que los quiero mucho”, dice la tía de los pequeños, Eva Tinajero.

El futbol juntó estas dos historias, que en la ironía de la tragedia encontraron consuelo en la cancha.

No sé que me llamó la atención de la Fundación, pero algo en mí dijo que fuera. Me gustó la idea que traían, y pensé en llevarlos para ver qué se daba de eso, más que nada para que practicaran un deporte”, aseguró Eva, con la esperanza de que el futbol les dé disciplina y los aleje de un camino poco alentador.

Les estamos dando valores, felicidad, enseñanza, los estamos tratando de preparar para un futuro. Hacemos que se sientan parte de algo. Vienen aquí, lo disfrutan y gozan mucho. Por lo menos un rato, esos niños que en algunos momentos la pasan mal, pueden tener alegría, es algo que nos llena mucho”. La esperanza se refleja en los ojos de Gilberto al hablar de los niños que van a la Fundación Vero, Diego y Mia.

LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL
Luego de haber perdido lo que más amaba, emprender un viaje a tierras mundialistas, reflexionar y valorar, GIlberto decidió cambiar la vida de 80 niños con la fundación y los días de Dilan y José Luis son distintos cuando pueden pisar el pasto, en esos fugaces minutos en donde sólo existe la alegría.

Le digo: hijo, si te viera tu mamá, estaría bien contenta, pero te está viendo desde el cielo y está muy feliz. Muchas veces pienso y le digo a Dios que se llevó una hija, pero me dejó dos”, concluye María con una sonrisa que reflejaba fe.

Que fuerte que dos angelitos tuvieran que morir (Diego y Mia) para hoy yo poder ayudar a 80”. Gilberto encoge los hombros y mira hacia la cancha.

Gilberto, Dilan y José Luis no sabían que se necesitaban, hasta que la adversidad los unió. Dos veces por semana en esta cancha.