Los humanos han necesitado 500 años de expansión, avance y, a veces, progreso para exterminar a unas 900 especies de animales. La siguiente oleada de extinciones, ya en marcha, puede llevarse por delante casi al doble. Un estudio muestra que, para 2070, los cambios en el uso de la tierra pondrán en peligro de extinción a unas 1.700 nuevas especies que hasta ahora no pasaban dificultades. Pero que desaparezcan o no dependerá de las elecciones que hagan los humanos.
Ecólogos de la Universidad de Yale han partido de la situación presente de unas 19.000 especies de anfibios, aves y mamíferos para determinar su rango geográfico o hábitat actual y qué espacio les quedará dentro de poco más de 50 años, en 2070. Como no se sabe cómo será el futuro, han usado cuatro escenarios posibles relacionados con la intensidad y alcance del cambio climático en curso: los recursos disponibles y necesarios (y la depredación del medio) no serán los mismos en un contexto de bajas o altas emisiones de CO2.
El estudio, publicado en Nature Climate Change, muestra que en los dos escenarios intermedios hasta 1.698 especies verán reducidos sus hábitats de forma significativa. La mayoría de ellas verán contraídos sus territorios en hasta un 50%, con una media de reducción del 10% por década aunque para muchas lo peor vendrá en las dos próximas. Por grupos taxonómicos, los más golpeados son los anfibios, con casi 900 especies que verán empeorar su situación en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación para la Naturaleza.
La rana crucifijo de Lombok, por ejemplo, habita hoy las selvas húmedas de las islas de Bali y Lombok (Indonesia). Aunque limitada a estas dos islas, aún dispone de un hábitat conjunto relativamente grande de 403 kilómetros cuadrados (km2). En 2070, tendrá que apañarse con apenas 190 Km2. Peor lo tendrá el cobo del Nilo, una especie de antílope africano que sobrevive en unas pocas zonas de Sudán del Sur. De los menos de 20.000 Km2 de rango habitable actuales, pasará a apenas 5.000 Km2 en cinco décadas.
“El cambio en el uso de la tierra con un mayor impacto previsto sobre la biodiversidad es la transformación de tierras silvestres en tierras agrarias, como cultivos o para pastos”, dice en un correo el ecólogo de Yale y coautor del estudio, Walter Jetz. “Esto incluye la conversión de bosques primarios [sin apenas marcas humanas] en secundarios, plantaciones arbóreas o cultivos, y la modificación de sabanas y praderas en tierras de cultivo y pastoreo”, añade.
El trabajo también permite anticipar qué regiones o países van camino de perder mayor cantidad de vida salvaje. Las reducciones más acusadas del hábitat disponible se producirán allí donde aún hay mayor biodiversidad: América del Sur y Central, el sudeste asiático y las zonas central y este de África. Son las regiones donde se están produciendo (y podrían seguir) los mayores cambios en el uso de la tierra.
“En el este de África, por ejemplo, se esperan grandes cambios en el uso de la tierra debido al crecimiento económico previsto y la demanda regional e internacional de tierras para la agricultura. Además, hay un importante número de especies ya amenazadas o limitadas a estas zonas, lo que la convierte en una región muy sensible a los impactos del cambio en el uso de la tierra sobre la biodiversidad. También en Brasil se prevé una considerable modificación en el uso de la tierra y alberga un número aún mayor de especies raras [en número]. Es la combinación entre grandes alteraciones previstas del uso de la tierra y la prevalencia de especies con una distribución geográfica limitada lo que hace que una región se convierta en un gran riesgo para la conservación”, explica el ecólogo estadounidense.
Los investigadores modelaron además otros dos escenarios posibles. Por un lado, uno en el que los humanos siguen como hasta ahora, usando los combustibles y emitiendo gases de efecto invernadero al mismo ritmo que en 2015. En este futuro entre pesimista y realista, las especies que verían agravada su situación se contarían por miles y centenares de las que ya están amenazadas pasarían a estar en peligro crítico, la etapa previa a la extinción.
Pero si empezaran a reducirse las emisiones para 2030 y se cumplieran los Acuerdos de París, que prevén mantener las temperaturas entre 1,5º y 2º por encima de las que había en el siglo XIX, la presión humana sobre la naturaleza se rebajaría e, incluso, habría ligeras mejoras tanto para anfibios como para aves y mamíferos, que recuperarían hasta un tercio de sus territorios. Este es el escenario optimista.
“Estamos viviendo las mayores tasas de extinción de la historia de la Humanidad. Son tan altas y tan poco selectivas, ya que están impactando a plantas, invertebrados y vertebrados, que hemos entrado a la sexta extinción masiva”, dice el profesor del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Gerardo Ceballos, no relacionado con el actual estudio. “En la actualidad hemos demostrado que las tasas de extinción son entre 100 y 1000 veces mayores que las que ocurrieron de manera natural en los últimos dos millones de años. Por ejemplo, los vertebrados extintos en los últimos 100 años deberían haberse extinguido en 10.000 años. El problema es tan grave que tenemos a lo más dos décadas para parar y revertirlo”. añade.
¿Cómo revertir esta aniquilación de la vida salvaje? “Atacando las causas de la extinción. El crecimiento desmedido de la población humana, el consumismo y las energías ineficientes. Tenemos que combatir el cambio climático, la destrucción de los espacios naturales y el tráfico ilegal de especies”, sostiene el ecólogo mexicano, que está impulsando una iniciativa, Stop Extinction, para que haya un tratado internacional que evite la extinción de especies.