Sin apenas darme cuenta traspuse la frontera de los 40 años, luego la de los 50 y más tarde la de los 60 y 70. Qué rápido se va la vida. Ha sido un suspiro. Un pequeño salto entre aquellos momentos de la mediana edad a la madura.
Los cambios se van presentando como un devenir existencial; choque temporal que nos enfrenta a la búsqueda de nuestro ser: reflotar de límites y condicionamientos que nos pone la vida.
Uno no debe envejecer por dentro. Los años que nos queden deben seguir siendo vistos como la esperanza de una inmortalidad.
Los recuerdos y vivencias son maravillosos; pero algunos de ellos son un pesado lastre que nos impide cruzar el río, aquél que Heráclito decía no nos bañará dos veces con la misma corriente. Aunque, claro, nos queda la satisfacción de poder extraer de nuestro disco duro remembranzas y remontar el cauce en contracorriente.
En ocasiones nos llega el miedo al miedo; a la muerte; al término de la vida misma. A cerrar el ciclo.
Mictlancíhuatl, diosa de la muerte y señora de Mictlán, del inframundo, nos recuerda la cortedad de nuestra estancia en la Tierra. Thanatos, Shiva, Kali o Pele se acercan conforme pasan los años y nos enfrentan al terror existencial. Cuando la enfermedad aparece se escuchan retumbar los tambores en el Kilauea.
Peleamos por la existencia desde que nacemos, con esa hambre de estar que nos acompaña todo el tiempo.
Desde el momento en que nos sabemos mortales entran enormes ganas de continuar en el camino por más duro que sea, por más penoso o escabroso que se presente. El ser humano se aferra a un clavo ardiente cuando sabe que está en riesgo su presencia en este planeta.
Debemos tener la ilusión por el mañana a pesar de todos los avatares que nos presente el camino. Todos queremos seguir un día más, y otro más, y muchos más sobre la tierra, sorteando escollos, barreras, obstáculos. La existencia es un proceloso mar en cuyas olas debemos aprender a surfear.
Hay que reinventarnos cada día; encontrar el aquí y el ahora, la plenitud anímica y la fuerza vital. Ver el horizonte interminable viviendo el presente.