El Papa vuela a Panamá para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Un evento que se celebra cada tres años pensado para atender a cientos de miles de jóvenes católicos y tratar algunas de las cuestiones que les afectan. Las mismas que, en muchos casos, como los abusos a menores por parte del clero, también les alejan de la Iglesia. Sobre una de las que más afecta a la juventud de la región, la inmigración y el muro que el presidente de EE UU, Donald Trump, quiere levantar en la frontera mexicana ha sido muy claro cuando le han recordado el tema de la caravana de migrantes mientras saludaba uno a uno a los periodistas. “El miedo nos vuelve locos”, ha contestado.
El pontífice no suele hablar demasiado de asuntos políticos durante el vuelo de ida de sus viajes internacionales. Pero este miércoles por la mañana, de aparente buen humor, a 37.000 pies y mientras sobrevolaba España, ha interactuado con todos los periodistas que le han preguntado sobre distintas cuestiones. La inmigración, uno de los temas clave de su pontificado y de la JMJ que está a punto de empezar, fue el más comentado. Su oposición al muro no es nueva. Tampoco el papel de antagonista político a Trump asumido en los últimos tiempos —ya le advirtió de que no era cristiano construir un muro—. Pero en un tiempo en que su popularidad ha caído y ha moderado algunos discursos, Francisco mantiene intacta su oposición a las políticas del mandatario estadounidense.
El Papa escuchó también durante varios minutos, y visiblemente conmovido, el relato de una periodista de la agencia EFE, que le trajo un libro y una viñeta que aludía a la muerte de un niño maliense de 14 años ahogado en el Mediterráneo en 2015 que se había cosido sus notas escolares en el bolsillo para poder entrar en un colegio europeo. “Quiero hablar sobre esto a la vuelta”, señaló. Además, Francisco comentó con los periodistas su deseo de visitar Irak próximamente y confirmó su viaje a Japón el próximo noviembre, que convertirá 2019 en el año con más países visitados.
Una Jornada Mundial de la Juventud, pese a carecer del peso político de una visita de Estado como las que realiza habitualmente, permite ver a un Papa más desenvuelto y relajado. En Río de Janeiro abrió la puerta a los homosexuales —“quién soy yo para juzgarles”, dijo— y en Cracovia se hizo una foto para la historia en las puertas del campo de exterminio de Auschwitz. Esta es la primera vez que la JMJ se celebra en Centroamérica —hasta el próximo domingo—, una región mayoritariamente católica que solo ha recibido la visita de un papa, Juan Pablo II, en 1983 y 1996, y donde se espera que participen más de 100.000 peregrinos, entre ellos 4.000 nicaragüenses. Un dato que también sugiere otro de los temas que tocará.
Nicaragua atraviesa en los últimos tiempos su crisis más violenta desde los años ochenta. Una situación que ha empujado a miles de ciudadanos a escapar, principalmente a la vecina Costa Rica. El pontífice se ha referido a ello varias veces desde que estalló el conflicto: la última, el pasado 7 de enero, cuando señaló que sigue de cerca lo que pasa en “ese amado país”. Durante los próximos días, delante de muchos de ellos, se espera que vuelva a hacerlo.
El tema de los abusos a menores por parte del clero también se encuentra en la agenda no oficial de la visita. Ante centenares de miles de jóvenes y a las puertas de la histórica reunión que convocará a todos los presidentes de conferencias episcopales del mundo para tratar la cuestión en el Vaticano el próximo febrero, se espera alguna referencia al asunto. De hecho, tal y como pudo escuchar en el último sínodo de jóvenes, la pederastia en el clero y el encubrimiento sistemático de la Iglesia es uno de los principales motivos del alejamiento del catolicismo por parte de las nuevas generaciones.