Las materias primas han pasado de ser el motor de la economía a un lastre para el crecimiento de América Latina. Una reducción de alrededor del 7% en el precio de los productos básicos en 2019 y una baja tasa de aumento del comercio mundial han obligado a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) a reducir aún más las proyecciones de crecimiento tanto para este año como para el próximo. En su último balance económico, presentado hoy en Santiago de Chile, la Cepal no encuentra motivos para el optimismo. Dice incluso que la caída de los precios deberá revisarse a la baja “en el caso de que la actividad y el comercio mundiales se debiliten más de lo esperado”. Este año, la región crecerá 1,2%, una décima menos que la proyectada en octubre y dos puntos menos que el promedio mundial, estimado en 3,2%. En 2019, el crecimiento regional será de 1,7%, 0,1% menos que las proyecciones de hace dos meses. El crecimiento de 2018 será especialmente débil en Sudamérica, donde es mayor la dependencia con los productos primarios, con una previsión de 0,6% para este año y 1,4% en 2019. México, en tanto, crecerá 2,2% en 2018, según la Cepal.
La combinación de precios más bajos y menos volumen de ventas será un combo difícil de digerir para economías altamente dependiente de sus exportaciones agrícolas, mineras y de hidrocarburos. “Los minerales y las materias primas agropecuarias se verían afectados por la desaceleración en la actividad económica mundial, en particular, de un importador clave como China. En el caso del petróleo, además de los factores de desaceleración de la demanda, se han relajado algunas restricciones a la oferta”, dice la Cepal. Para 2019, “se prevé que, lejos de disminuir, las incertidumbres serán mayores y provenientes de distintos frentes. No se ven motores para que el crecimiento en 2019 muestre mayor dinamismo en la economía mundial. A la desaceleración esperada para China y para los países emergentes en conjunto, se suma la desaceleración esperada para los Estados Unidos, la eurozona y, en general, las economías desarrolladas”.
Estas incertidumbres serán el combustible de un aumento de la percepción de riesgo en economías que atravesaron 2018 con depreciaciones de sus monedas, fuga de capitales hacia mercados más seguros y el cierre del grifo del financiamiento internacional de bancos e inversores privados. “Los mercados emergentes, incluida América Latina, mostraron una importante reducción en los flujos de financiamiento externo, a la vez que aumentaron los niveles de riesgo soberano y se depreciaron sus monedas con relación al dólar”, dice la Cepal en su informe. Para la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, la cuestión de fondo es que “ha cambiado el ciclo económico porque hay menos dinamismo, un dólar apreciado y tasas de interés más altas. Hay también una vulnerabilidad en la balanza de pagos y crece además el endeudamiento global”.
El caso argentino fue el más dramático. Tras proyecciones de crecimiento cercanas el 3% para 2018, cerrará este año con una caída de 2,6%, según la Cepal, solo superado por Venezuela (-10%). A mediados de año, el Gobierno de Mauricio Macri pidió y obtuvo un rescate financiero del FMI por 57.000 millones de dólares, en medio de una creciente desconfianza hacia su capacidad de pago de una deuda que se acerca al 80% del PIB. El peso argentino perdió la mitad de su valor desde enero, la inflación se disparó por encima del 40% y una sequía sin precedentes, que derrumbó 31% su producción agrícola, pusieron contra las cuerdas a la Casa Rosada. Brasil ha sido el otro país sudamericano que más ha incrementado su deuda externa este año, hasta el 77,2% del PIB. Son los dos países de la región que más deben, seguidos de lejos por Costa Rica, con una ratio del 52%.
Es por ello que la caída de los precios de las materias primas se sentirá con mayor intensidad en América del Sur, donde sus dos mayores economías están en crisis. Argentina ya está en recesión, tras registrar el tercer trimestre consecutivo de contracción del PIB. Brasil, país con una influencia enorme sobre sus vecinos, lleva dos años consecutivos de crecimiento raquítico: 1,1% en 2017 y 1,3% en 2018.
Los menores ingresos presionarán aún más sobre economías que se encuentran en medio de duros procesos de ajuste fiscal para reducir el déficit primario (antes del pago de intereses de la deuda). La Cepal advierte que el año próximo puede ser incluso más complicado que este, porque “no pueden descartarse nuevos episodios de deterioro en las condiciones financieras para los mercados emergentes”. “Se requiere un manejo prudencial de la deuda y políticas públicas para fortalecer las fuentes de crecimiento y hacer frente al panorama de incertidumbre a nivel global”, señaló Bárcena durante la presentación del informe.
El año que viene estará, entonces, cargado de desafíos, sobre todo entre aquellos más vulnerables al riesgo, como Argentina y Brasil. “Las consecuencias sobre los países”, dice el informe, “dependerán de cuán expuestos se encuentren en términos de necesidades de financiamiento externo, su proporción de deuda denominada en dólares y su deuda de corto plazo. Aquellos que se perciban con desequilibrios importantes y poco espacio para aplicar medidas contracíclicas podrían empeorar sus perspectivas de actividad”. No será el mejor escenario para Argentina y Brasil.