AMLO. Foto: Cuartoscuro.

Washington, D.C.— Pido prestada la frase a Jorge Zepeda Patterson: “esta es mi última columna del sexenio”. El próximo viernes, cuando volvamos a encontrarnos en este espacio, la llamada “Cuarta Transformación” tendrá una semana de vida. El gran reto que enfrentará Andrés Manuel López Obrador en esos primeros días será, sin duda, la crisis en la frontera con Estados Unidos. Su bautizo de fuego.

El domingo, Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores de AMLO, se reunirá con su contraparte estadounidense Mike Pompeo en Washington, para concretar un polémico acuerdo mediante el cual México aceptará hospedar a miles de centroamericanos mientras que las Cortes de Estados Unidos decidan su suerte. A cambio, Ebrard pide que Estados Unidos aporte 20 mil millones de dólares para el desarrollo económico de los países centroamericanos. No está claro si el plan “Quédate en México”, que Trump destapó por Twitter, será condicionado a ese financiamiento. México de “patio trasero” a “sala de espera” de la corte imperial.

La crisis en la frontera–que pone a México en medio como relleno de una torta–fue creada y fomentada por Trump. Al negarse a cumplir las leyes de asilo de su país, que establecen que cualquier extranjero que ponga pie en territorio estadounidense tiene derecho a pedir asilo, Trump creo una situación insostenible que empieza a explotar. Es todavía más grave si, como dice el Padre Solalinde, entre los migrantes que huyen de la violencia y miseria de países gobernados por corruptos e ineptos, hay provocadores y delincuentes. Usar a las familias como carne de cañón es tan abominable como aterrarlas con armas no letales.

El potencial de violencia fue evidente el domingo pasado cuando la temida Patrulla Fronteriza lanzó latas de gas lacrimógeno y balas de goma contra la población civil—incluidos niños—en el lado mexicano de la frontera entre Tijuana y San Diego. Una violación del Artículo 2 de la Carta de Naciones Unidas que establece que ningún país deberá “recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado”. La Unión para las Libertades Civiles de Estados Unidos reprobó el “uso excesivo de fuerza”. Trump lo defendió y prometió más de los mismo.

Hay quienes se consuelan con un “no es la primera vez”. Pero sí es la primera vez que una violación de esa magnitud no es condenada enérgica e inequívocamente por México. ¿Hemos perdido la dignidad nacional? La tibieza con que reaccionaron Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray no extrañó. El entreguismo ha sido el pilar de la política exterior del sexenio. La SRE se limitó a informar que presentó una “nota diplomática” a la Embajada de los Estados Unidos en la Ciudad de México que, dicho sea de paso, está acéfala, solicitando una “investigación exhaustiva”.

A unos días de la firma del T-MEC, el pacto comercial a modo que Peña y AMLO negociaron con Trump, Videgaray no va a hacer nada que provoque al inquilino de la Casa Blanca. No sólo eso. La SRE informó que Peña premiará con el Orden Águila Azteca al yerno de Trump, Jared Kushner.

La noticia fue recibida con una sostenida ola de indignación en las redes sociales. Aliado no sólo de Videgaray sino de autócratas como Vladimir Putin y el príncipe heredero de Arabia Saudí–ambos bajo sospecha de haber ordenado asesinatos políticos–y en la mira del Fiscal Especial Robert Muller, Kushner es un tipo mediocre e intrigante. Su único activo es ser marido de la hija de Trump. Sin embargo, Videgaray alega que si no fuera por Kushner, México hubiera perdido millones de empleos y Trump se hubiera salido del TLCAN.

La Orden Mexicana del Águila Azteca es la más alta distinción que se les otorga a los extranjeros en México por servicios humanitarios prestados al país. Ser parte del gobierno de un Presidente que ha tildado de asesinos y violadores a los mexicanos anula su presunta ayuda en la negociación. No hay justificación para premiarlo. Es un insulto a la sociedad y sus símbolos. El sexenio se va como llegó: atropellando la dignidad nacional y burlándose de la opinión pública.

El equipo de López Obrador también optó por no criticar a Estados Unidos por los gases transfronterizos. “Tenemos poco margen en este momento porque no tenemos nuestra propia operación”, se excusó Ebrard (The New York Times 11/26/2018). Sin embargo, ese pretexto caducará en breve. Si quiere empezar con paso firme, Ebrard debe pedir garantías de que la violación de la integridad territorial no se repetirá. Que el espejismo de la delegación gringa a la toma de posesión de AMLO, la “más grande de la historia”, según dice Ebrard, y el glamor de la muñeca nepotista cabeza hueca, no cieguen su compromiso de velar por el interés nacional. No queremos seis años más de tapetismo.

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La crisis migratoria lejos de desaparecer va a escalar. La embestida en Tijuana es el preludio. Un acto de intimidación para medir el agua a los camotes. Aceptar el papel de vestíbulo de las políticas antiinmigrantes y racistas de Trump sentará un peligroso precedente. La relación cordial no puede darse a cualquier precio. Trump no es de confiar. Es impredecible e hipócrita. El entreguismo de Peña puso a López Obrador contra la pared. Es un callejón cuya única salida es marcar la línea. No hacerlo abrirá la puerta a que la próxima vez las balas no sean de goma sino de plomo.

Twitter: @DoliaEstevez