Como la flor, tanto amor. Foto: Cuartoscuro

No puedo jurarlo, pero tengo la sensación de que si el próximo Gobierno se decide a investigar a Rosario Robles no se va a desestabilizar el país; es más, creo que ni el barrio en donde vive la todavía Secretaria de Estado sufriría alguna suerte de inestabilidad política, social o económica.

También creo que reabrir los expedientes de Arturo Montiel o de Emilio Lozoya; y abrir nuevos, para los casos de Gerardo Ruiz Esparza, Eruviel Ávila o Manlio Fabio Beltrones, no provocaría más turbulencia en el mercado financiero que la que generó –es un ejemplo– el anuncio de que serían revisadas las comisiones de los bancos.

No se necesita investigar a Carlos Salinas de Gortari o a Ernesto Zedillo Ponce de León para ir “por las cabezas” de la mafia. Pero ir por el Grupo Atlacomulco (Lozoya, Eruviel, Ruiz Esparza) es ir por una mafia poderosa. Lo mismo que ir por Robles o Beltrones. En torno a estos personajes hay, desde hace años, sospechas de corrupción por miles de millones de pesos. A Robles se le señala por desviar recursos públicos durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. A Lozoya, por recibir sobornos. A Eruviel se le señala por posible daño de miles de millones del erario que no ha sido aclarado ante la Auditoría Superior de la Federación, y por posibles acuerdos sospechosos con OHL. A Manlio se le vincula con el presunto desvío de recursos a favor de las campañas del PRI, y no sólo en Chihuahua, sino en varias entidades. A Ruiz Esparza se le relaciona con presuntos actos de corrupción con las principales obras de infraestructura de Peña-Presidente y Peña-Gobernador.

Esos casos están frescos, tan frescos, que todavía es posible encontrar huellas. Y todos ellos son cabezas de grupo. Se desestabilizaría quizás el PRI si los investigan. Pero no el país. No los mercados. Nada.

No quiero ser necio, pero si se investiga la corrupción del pasado no necesariamente se tiene que ir por Salinas, Peña, Zedillo, Calderón y Fox. Hay personajes que no son menores: cargan con sospechas de corrupción desde hace años y el daño presuntamente causado es mayúsculo. Y tocarlos no desestabilizará ni la bolsa del mercado de abastos. No despertará ninguna fuerza oscura desde Mordor. En Mordor ya no queda nada, nada.

En cambio, sí me parece que ir por estos personajes dará oxígeno al país, y dejará en claro, incluso dentro del partido del próximo Presidente, que se va en serio contra la corrupción. No se necesita ir por Salinas si se tiene a Rosario. No se requiere encarcelar a Peña si se tiene a un Lozoya, un Ruiz Esparza, un Beltrones, un Eruviel. Me aventuro incluso a decir que nadie espera, desde hace mucho tiempo, que alguien vaya por Salinas o por Zedillo. Rara vez recuerda uno a ese par. En cambio, creo, sí había esperanza de que se investigara al menos a Rosario, a Lozoya.

Disculpen que insista, pero me parece que es un anuncio poco alentador que se rechace la idea de ir por figuras o, usando la metáfora de Carmen Aristegui, que se tienda una cobija sobre esos casos y sobre esa cobija se quiera construir un mundo nuevo.

Y todo esto lo digo porque el próximo lunes, cuando se publique mi siguiente columna, Enrique Peña Nieto no será más Presidente de México. El 1 de diciembre cae en sábado. No esperaba que fuera el sábado, pero sí el domingo cuando se abriera la carpeta de la “casa blanca” y se iniciara una investigación que diera con alguien, con algo. Esa carpeta llevaría a Armando Hinojosa, necesariamente. Y así, hilo, hilo.

Ayer se publicaron dos textos, uno en The Wall Street Journal y otro en Financial Times. Ambos hablan sobre una pérdida de confianza de los inversionistas extranjeros hacia López Obrador. (No se si exageran, aunque, para mi gusto, Financial Times –o sus editores– tienen una predisposición con AMLO. Le achacan, por ejemplo, lo de los bancos. Con una buscadita en Google se habían dado cuenta no fue él). El reclamo es puntual: el mentado NAIM y la amenaza contra los bancos. Pero en la letra chiquita hay más. Se habla (o los analistas hablan) de riesgos institucionales; dudas sobre el respeto a las instituciones.

Creo, y casi podría jurar, que con una Fiscalía General poderosa e independiente; con un mandato claro y transparencia hasta detrás de las muelas, podría amarse una gran investigación para llevar a la justicia a ese puñado de personajes que parecen de segundo nivel pero que no lo son, y podría reforzar la idea de que las instituciones funcionan en México. Al contrario de las dudas que genera una consulta sobre acciones de la justicia, más que levantar polvo afianzaría el mandato del nuevo Gobierno. Ayudaría, pues, a generar certeza y reforzaría el Estado de derecho, algo que urge a los mexicanos.

No Salinas, no Zedillo; los que están a la mano: llevarlos ante la justicia. No hablo de Fox, de Calderón y de Peña. Sugiero que esos, que son los pesos pesados, sean objeto de una segunda gran investigación, para cuando se haya legitimado la primera. Insisto: llevar a Robles, a Lozoya, a Montiel, a Ruiz Esparza, a Eruviel Ávila o Manlio ante la justicia no causaría ninguna revolución. Bien conducidas las investigaciones, al contrario, generaría estabilidad. Sin tocar (por ahora) a los ex presidentes, sería un arranque poderosísimo de sexenio. No “quinazos” o “gordillazos”: casos que están en la mano.

Un día tengo la esperanza de que Andrés Manuel lo hará así; que se está guardando a los peces gordos para antes de las intermedias. Pero luego me desinflo. Insisto en una estrategia poderosa. En dejar a Salinas bailar “Como la Flor” de Selena otro rato más. Y luego, Ay, ay, ay, cómo le duele. Pero antes de Salinas o de otro de esos, ir por los que están a la mano. Atorarlos. Le hará bien a los mexicanos y, casi casi puedo jurarlo, también al nuevo Gobierno.