El presidente estadounidense, Donald Trump, manifestó la pasada primavera su deseo de ordenar al Departamento de Justicia la apertura de una investigación que llevara a un proceso judicial contra dos de sus mayores rivales políticos: la candidata demócrata en las elecciones de 2016, Hillary Clinton, y el exdirector del FBI James Comey. Así lo asegura este martes el diario The New York Times citando a dos personas conocedoras del episodio.
En sus casi dos años en la Casa Blanca, Trump ha exhibido reiteradamente su malestar por no poder controlar al Departamento de Justicia. Tras el caso Watergate, que costó la dimisión del presidente Richard Nixon en 1974, se restringió considerablemente la capacidad de un presidente de entrometerse en investigaciones para garantizar su independencia y evitar cualquier atisbo de politización.
Trump le comunicó sus ansias de que se investigara a Clinton y Comey al entonces jefe del equipo legal de la Casa Blanca, Don McGahn, según el Times. El abogado le dijo que, como mandatario, tenía la potestad de ordenar una investigación, pero no de solicitar el procesamiento de alguien. Además, le advirtió de que eso podría suponer un abuso de autoridad presidencial y calificar como motivo para que el Congreso tratara de impulsar un proceso de destitución (impeachment) contra él. McGahn pidió a sus asistentes redactar un memorando sobre las consecuencias que acarrearía una orden de Trump en ese sentido, entre ellas que los fiscales del Departamento de Justicia decidieran ignorar las órdenes del presidente.
Tras hablarlo con McGahn en primavera, Trump ha seguido comentando esa posibilidad a otras personas desde entonces aunque no está claro si ha llegado a ordenar una investigación, según el rotativo. También ha hablado de la posible designación de un fiscal especial que investigara a Clinton y Comey. Se desconocen qué hipotéticos presuntos delitos Trump cree que pueden haber cometido ambos. El mandatario también se ha mostrado crítico con el director del FBI, Christopher Wray, al que él nominó el año pasado, de acuerdo con el Times.
Trump clama repetidamente ser víctima de una “caza de brujas” por parte de Robert Mueller, el fiscal especial designado por el Departamento de Justicia en 2017 para investigar la injerencia rusa en las elecciones de 2016 y si Trump pudo coordinarse con esos esfuerzos. Mueller también explora si, como presidente, el republicano pudo cometer un delito de obstrucción a la justicia en relación con las pesquisas del FBI sobre la intromisión de Moscú.
McGahn ya no trabaja en la Casa Blanca. Trump también ha cambiado la cúpula del Departamento de Justicia. Tras meses de ataques feroces, el presidente forzó el pasado 7 de noviembre la dimisión del fiscal general Jeff Sessions. Colocó como sustituto interino a Matthew Whitaker, un jurista con poca experiencia que precisamente se ha mostrado muy crítico con Mueller y ha pedido investigar a Hillary Clinton.
Trump despidió a Comey en mayo de 2017, entre otros motivos por la “cosa rusa”, según explicó el presidente respecto a la investigación del FBI sobre la injerencia de Moscú. Comey está cooperando con las pesquisas del fiscal especial. Tras su despido, aseguró, en una comparecencia en el Senado, que Trump le pidió “lealtad” y le instó a cerrar las investigaciones a un colaborador suyo salpicado por la trama rusa. Por su parte, Trump ha acusado falsamente al exdirector del FBI de filtrar información clasificada.
En cuanto a Clinton, durante la campaña electoral de 2016, Trump la amenazó, si él era presidente, con pedir a su fiscal general que investigara el servidor de correo electrónico privado de la demócrata, que ya fue analizado por el FBI sin que se hallara irregularidad alguna. “Estarías en la cárcel”, llegó a espetarle en un debate televisivo. Sin embargo, tras ganar los comicios, el republicano dio marcha atrás y dijo que no quería hacer “daño” a Clinton.
Pero tardó poco en dejar caer de nuevo la idea de que debería investigarse a su rival electoral. Círculos conservadores han promovido ideas conspirativas sobre las donaciones de personas rusas a la Fundación Clinton y su hipotética relación con la decisión de la Administración de Barack Obama de autorizar a la agencia nuclear rusa la compra de una compañía de uranio en EE UU. En ese caso tampoco se ha demostrado ningún vínculo ni irregularidad, pero Trump, según el Times, se ha mostrado frustrado con el director del FBI por no investigarlo.