“Creo que el Archivo Octavio y Marie-Jose Paz bien podría ser el primero de la lectura moderna de la cultura contemporánea desde México y nuestra lengua, un archivo de la lectura de nuestra vida intelectual entre estas y otras orillas”, dijo a Excélsior el escritor y crítico peruano, Julio Ortega.

Sin embargo, dicho acervo, que es considerado un tesoro por las bibliotecas del mundo, aún no ha sido inventariado pese a que han pasado 120 días del fallecimiento de Marie-Jose -heredera del legado de Paz-, y más de un mes de que una parte de dicho tesoro fuera declarado Monumento Artístico (correspondencia privada, manuscritos y mecanuscritos de poemas y ensayos resguardados en los cuatro inmuebles), pero no así su biblioteca ni los derechos autorales de su obra literaria, la obra artística que adquirió o le fue donada, sus cuatro inmuebles, ni las cuentas bancarias del único Premio Nobel de Literatura mexicano.

Pero, a diferencia del archivo de Alfonso Reyes, que documenta la historia literaria de México en el mundo, “el de Paz documentaría la lectura de la vida cultural moderna en México. Y, respecto al acervo de Carlos Fuentes, que está en la Universidad de Princeton, que testimonia el diálogo del mayor narrador mexicano con sus pares y sus lectores, el de Paz testimoniaría el diálogo del mayor poeta mexicano moderno con poetas de otras lenguas, pero también con artistas y filósofos transatlánticos”.

Ortega, de la Universidad de Brown, recordó que (a finales de los años 80) cuando visitó al poeta Octavio Paz en su piso de Reforma tuvo una oportunidad para explorar los libros y papeles del autor, pero un repentino pudor lo detuvo.

“Estábamos cotejando nuestros poetas favoritos, cuando tuvo que responder al teléfono y me dejó solo en la sala, rodeado de los estantes de sus libros. Tuve la tentación de recorrer esos estantes y comprobar qué guardaba Octavio en esos severos libreros protegidos por altos paneles de vidrio. Pero un repentino pudor me retuvo, como si curiosear sus libros fuese una intromisión en la intimidad de su lectura. Cuando volvió, comenté el orden de sus libros y él me advirtió, con humor: son los que he leído, dentro tengo los que quiero leer pero se acumulan”, recordó.

Luego vino el incendio de aquel departamento -ubicado en la esquina de Reforma y Río Guadalquivir- en la Navidad de 1996, donde perdió cientos de libros, algunos heredados de su abuelo Irineo Paz, pinturas y objetos que había recibido como regalo, tal como lo reportó la prensa de esa época.

“Así que cuando me llegó la atroz noticia del incendio de su piso, me arrepentí de mi excesiva prudencia. Me arrepentí de no haber comprobado qué libros había leído. Porque Paz no sólo fue un gran escritor, fue, para mí, un modelo de consumado lector. Sus ensayos sobre poetas, escritores, pintores, ideas, fenómenos culturales y artísticos, fueron, sobre todo, grandes lecturas. Modelos de leer, ejemplos de reflexión analítica, y testimonios vivos de su alto compromiso dialógico”, explicó.

“Por eso, abrumado por los homenajes que se sucedieron después de su muerte (algunos prolijos o meramente políticos), pensé que faltaba otro homenaje, uno más cercano a su naturaleza intelectual, el homenaje a la calidad de su lectura”, detalló el investigador y catedrático.

Así que, durante una breve estancia en Madrid, Ortega convocó a una serie de colegas académicos, todos lectores de Octavio, para hablar sobre el Paz lector, que para Ortega fue como abordar al Paz más pasional.

“El programa se armó de inmediato, con entusiasmo pero también con la nostalgia de su lección, porque habíamos perdido a un maestro de lectura, que había dado lección de alto compromiso con el arte de leer, que es el arte de creer, y de propagar la fe en la luz de la lectura.

“Por ello, su archivo, sus libros, su obra toda, es para mí un Archivo de la Lectura de nuestra vida intelectual entre estas y otras orillas. Esto es, un archivo de la contemporaneidad de México y el mundo en la modernidad critica de leer con esperanza”, añadió.

HUACHICOL CULTURAL
Sobre la falta de un inventario del legado documental de Octavio Paz (1914-1998) habló con Excélsior el experto en legislación cultural, Arturo Saucedo, quien lamentó que las autoridades federales no tomaran medidas precautorias y ahora argumenten que, al no haber autorización judicial, no pueden abrir las propiedades del poeta y proceder al inventario.

Aunado a esto, las autoridades tampoco han mostrado públicamente la previsión testamentaria donde Paz pidió que sus documentos fueran enviados o permanecieran bajo resguardo de El Colegio Nacional, añadió.

“Considero que si no hay inventario… pueden hacer lo que sea con el legado documental. Así que las autoridades federales deliberadamente hicieron las cosas mal para disponer discrecionalmente de éste. Porque si desde el principio hubieran tomado las medidas precautorias -entre ellas el inventario-, las autoridades judiciales habrían permitido el acceso y esto formaría parte del proceso de litigio intestamentario”, dijo.

Aunado a esto, lamentó que las autoridades omitieran la propuesta alterna que presentaron intelectuales y promotores como Alberto Ruy Sánchez, Margarita de Orellana, Anthony Stanton, Rafael Vargas y el propio Saucedo, para mejorar la declaratoria.

“Lo que vemos es un modus operandi para disponer discrecionalmente del legado, porque este patrimonio se dejó deliberadamente a la rapiña de buitres culturales y lo más seguro es que sufra expolio, algún tipo de extravío o daño. Yo digo que es una especie de huachicol cultural, donde faltaron medidas precautorias para su protección”, concluyó.