Residencias “fifí”

Por Dolia Estévez

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Si el gobierno entrante quiere ahorrar, parece pertinente que se haga un inventario completo. Foto: Facebook.

Washington, D.C.— Se anuncian tiempos de austeridad. De recortes salariales y gasto austero. Casi todo parece estar en la mira. Avión presidencial, nuevo aeropuerto y mucho más. Hay un área, sin embargo, que ha quedado fuera del debate: las propiedades millonarias del gobierno de México en el extranjero. Residencias y palacetes de la diplomacia mexicana incompatibles con un país de millones de pobres que ni a choza de cartón llegan.

En Washington, donde la presencia mexicana es más nutrida por obvias razones, México es dueño de cinco inmuebles estimados en 70 millones de dólares (mdd), según la oficina del Registro Predial del Distrito de Columbia. Desde que fueron comprados, su valor ha crecido vertiginosamente.

Si el gobierno entrante quiere ahorrar, parece pertinente que se haga un inventario completo, de no existir, de todas las propiedades del Estado mexicano en el extranjero. Vender y comprar inmuebles oficiales fuera del país es complicado. Implica tiempo y tramites burocráticos tediosos y legalistas. De ahí que se requiere un ejercicio de costo beneficio para determinar si son inversiones justificadas.

De entrada, las residencias oficiales del embajador ante la Casa Blanca y del representante permanente ante la OEA parecen superfluas. La primera, ocupada por el Embajador Gerónimo Gutiérrez, es una casona en Loughboro Road, con valor estimado de 6.6 mdd, según la oficina predial, y 7.3 mdd, de acuerdo a Zillow. Consta de siete recamaras, 5 baños y medio, varias salas, amplio salón de recepciones y alojamiento para el personal de servicio. Está construida sobre 7,445 metros cuadrados. La mansión, que data de 1931, fue adquirida en 1979 por José López Portillo y estrenada por el Embajador Hugo B. Margain. La piscina techada y el salón de recepciones fueron agregados en el sexenio de Salinas. Algunos de sus inquilinos, catorce desde Margain, la han redecorado, remodelado y pintado a su gusto. Jesús Silva Herzog provocó polémica cuando instaló en el vestíbulo una estatua de Zapata que fue rápidamente retirada por su sucesor. Arturo Sarukhan puso el “Pájaro de Dos Caras” de Juan Soriano, donado por la pareja de éste, frente a la residencia. Allí sigue.

La segunda propiedad, la residencia del representante permanente ante la OEA que habita el Embajador Jorge Lomónaco, es una casa más pequeña. Sin embargo, debido a estar en Kalorama, el barrio residencial más lujoso de la capital, se cotiza más alto. Valuada en 4.7 mdd por la oficina predial, y en 5.2 mdd por Zillow, está construida sobre 616 metros cuadrados. Ivanka Trump y Jared Kushner compraron una casa equivalente a escasos metros de distancia.

Luego están tres edificios donde trabajan diplomáticos y personal adjunto en su mayoría honesto y comprometido. Sobre la emblemática Avenida Pensilvania, a dos cuadras de la Casa Blanca y frente al Banco Mundial, se encuentra el edificio de la Embajada, el más caro entre los inmuebles mexicanos: 41.3 mdd. Se compró en el sexenio de Salinas. Su ubicación en el corazón del poder político fue para simbolizar la nueva relación bajo el TLCAN.

Le sigue el Instituto Cultural Mexicano, una joya histórica valuado en 13.7 mdd sobre la Calle 16 que se usa para eventos culturales, cívicos, sociales y políticos. También se alquila para bodas para mitigar gastos de mantenimiento.

La última propiedad, la sede de la Misión Permanente ante la OEA sobre la Avenida Massachusetts, conocida como Embassy Row por la concentración de embajadas, está valuada en 3.4 mdd por el registro predial. El estatus diplomático exime al gobierno de México del pago de impuestos sobre la propiedad.

Pero la residencia más escandalosamente “fifí” no está en Washington sino en Madrid. El palacete en la Calle del Pinar en el exclusivo Barrio de Salamanca, habitado por la Embajadora Roberta Lajous, tiene una superficie de 3,019 metros cuadrados, según el Registro de la Propiedad de Madrid. Si bien éste no reportó valuación, su precio se estima en 12 millones de euros. Descrito por el Registro como “casa hotel”, el pequeño palacio está rodeado de un vasto jardín donde se realizan recepciones hasta para 3,500 invitados. También fue adquirido en el sexenio del derroche de López Portillo.

Otra fuente de ahorro puede ser prescindir del uso de coches de marca de lujo como Mercedes Benz y BMW. Al margen de si son comprados o alquilados, como es el caso de la flotilla de las legaciones en Estados Unidos, pueden cambiarse por modelos más económicos como Toyota y Nissan.

En la diplomacia hay dos tipos de individuos: los comprometidos y los presuntuosos. Los primeros trabajan para el país y en defensa de los connacionales. Son disciplinados con el presupuesto público y no lo mezclan con gastos personales. No se encandilan con los lujos intrínsecos del puesto. Los segundos, en cambio, actúan como casta privilegiada con titulo nobiliario. Mandan traer obras de arte, vinos finos y manjares exquisitos, compran automóviles de lujo con dinero público que luego se apropian y explotan a la servidumbre para satisfacer agendas sociales de índole personal.

Aún así, habrá quienes argumenten que cambiar el estatus quo enviaría el mensaje equivocado. La diplomacia, dirán, es sinónimo de lujo, glamor y pompa. México sólo asume. Falso. No decaería la imagen de México, ni su posicionamiento en el mundo, si los embajadores vivieran en residencias cómodas en lugar de casas “fifí”. No le restaría prestigio a México si se desplazaran en un Ford en lugar de un Lincoln. La reputación de un país no la determina la gran vida de sus diplomáticos. Moderar la ostentación no rebaja la dignidad de una nación. El lujo, sobre todo ajeno, corrompe.

Twitter: @DoliaEstevez