Una tarde de sábado de finales de septiembre Xiomara Díaz atendía su restaurante Garden Café, localizado en una hermosa casa de estilo colonial en Granada, uno de los enclaves turísticos de Nicaragua. Eran las tres de la tarde y el local apenas tenía un par de clientes, mientras que las calles de la ciudad que deberían estar colmadas de turistas estaban igual de vacías. La que es considerada la joya de la corona del turismo de este país sufre los embates de la crisis política que se acerca a su sexto mes y que ha generado ya la pérdida de 347 000 empleos, según un informe de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides). Unos 60 000 de esos empleos se han perdido en el sector turístico, uno de los motores de la economía nicaragüense, advierten desde la Cámara de Turismo. Los economistas alertaron que el país entró en recesión, lo que amenaza con disparar las estadísticas de pobreza.

Díaz ha tenido que esforzarse por mantener a flote su restaurante, que también alberga a una tienda de productos hechos por artesanos locales. Hasta antes de la crisis que se inició en abril el Garden Café estaba lleno de comensales nacionales y extranjeros, a tal punto que había días que era difícil encontrar una mesa libre, principalmente los fines de semana. De la misma manera los parques, las calles, los bares y hasta las costas del Lago Cocibolca, que rodean esta ciudad de postal estaban colmados de turistas, que con la explosión de la violencia han dejado de visitar Nicaragua. Estadísticas de la Cámara de Turismo muestran que el país ha dejado de recibir 600.000 visitantes debido a que no se han suspendido las alertas de viaje internacionales. El sector ya reúne pérdidas superiores a los 400 millones de dólares.

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“En Granada el turismo cayó entre un 90 o 95%”, asegura Díaz. “Es casi inexistente. Con solo dar una caminata por el centro histórico de la ciudad te das cuenta de la realidad: que no hay turistas internacionales”. Así como el Garden Café muchos negocios habían abierto en Granada aprovechando la disponibilidad de las casonas coloniales, que hasta antes de la crisis albergaban hoteles, galerías de arte, restaurantes, bares y hasta discotecas. Muchos de esos negocios han echado el cierre por falta de visitantes. La Cámara de Turismo afirma que el 80% de los pequeños hoteles de Nicaragua cerraron sus puertas y el 83% de las empresas del sector han tenido que reducir operaciones.

Como una de las medidas extremas para mantenerse a flote en plena crisis Xiomara Díaz tuvo que despedir a 23 de sus empleados, pero también ha tenido que cerrar por la tarde el restaurante dado los niveles de inseguridad en las ciudades e innovar en ofertas para atraer a la escasa clientela. Ella apuesta por el turismo local, pero con las estadísticas de desempleo aumentando, la escasez de dinero para el consumo, el éxodo de nicaragüenses que huyen de la violencia y la incertidumbre marcando el paso, el panorama es desalentador para quienes habían apostado todo por un sector que crecía rápidamente. “Ese trauma que todos hemos experimentado en el país, pero que también experimentaron los extranjeros, es muy difícil revertirlo. Tendremos que dar pasos gigantescos para invitarlos nuevamente y que tengan confianza en nosotros”, advierte Díaz.

La Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (Fideg) alertó que el 41% de los nicaragüenses viven en condiciones de pobreza, pero que esa porcentaje puede superar el 46% si se contrae el consumo en Nicaragua. Funides, otro centro de pensamiento centrado en el análisis del pulso de la economía, informó recientemente que 1.2 millones de personas que no son pobres corren el riesgo de caer en pobreza si pierden su empleo o si ven reducidos “considerablemente” sus ingresos. La crisis ha afectado a todos los sectores de la economía, incluyendo el financiero. En septiembre uno de los principales bancos del país despidió a 300 trabajadores, principalmente del sector de colocación de tarjetas de crédito.

“Las empresas han tenido que recurrir a mucha de su creatividad. Han tenido que hacer los ajustes necesarios en sus cuentas, en sus operaciones para poder salvar esta situación”, explicó Róger Arteaga, expresidente de la Cámara de Comercio Americana de Nicaragua (AmCham). “Hay empresas que han tenido que retrasar el pago de los impuestos para pagarle al personal, porque hay un compromiso laboral y el empleador necesita ser fiel con el trabajador que necesita retener, porque es el que mantiene la empresa”.

Los empresarios y economistas han advertido a Ortega de que es necesario que se abra a una negociación para encontrar una salida pacífica a la crisis y evitar un mayor deterioro de la economía. El presidente, sin embargo, acusó a los empresarios de ejercer un “terrorismo económico” en Nicaragua al sumarse a las convocatorias de paros nacionales para presionar al régimen. “A los empresarios que han pensado en hacer inversiones en Nicaragua, cuando ven esta crisis y oyen a un presidente que en vez de tratar de buscar cómo solucionarla, más bien está amenazando al sector productivo, no se les ocurre invertir aquí. A nadie se le va a ocurrir invertir en un país donde no hay seguridad jurídica, donde no hay estabilidad social, no hay estabilidad económica, donde las instituciones están tomadas y hay un Ejército y una Policía que están reprimiendo a un pueblo”, advierte Arteaga.

En la colonial Granada, la empresaria Xiomara Díaz espera que haya pronto una solución a la crisis y que los turistas extranjeros vuelvan a colmar las callas y comercios de la ciudad. “Hemos invertido mucho en esta industria, posesionando a Nicaragua”, explicaba Díaz. Tras la caja registradora del Garden Café la joven hacía las cuentas de los ingresos del día, cada vez más menguados. “Se van a requerir años para revivir a este casi muerto que es el turismo”, advertía.