Nos referimos en los ‘Textos en libertad’ de la víspera, al bochornoso incidente de unos aficionados al ciclismo, no al automovilismo, que hace medio siglo dieron el “portazo” en el circuito de la Magdalena Mixhuca (Iztacalco, Distrito Federal) y pusieron en riesgo la celebración del IX Gran Premio de México pero, principalmente, la seguridad de ellos mismos y de los pilotos.

Y apelamos a los conocimientos y recuerdos del historiador del automovilismo nacional, Carlos Jalife Villalón, quien generosamente nos envió detalles y nos remitió a su libro ya clásico, ‘Los Hermanos Rodríguez’ (edición de autor, 2006), que en sus páginas 528 y 529 se refiere a cómo esa gente invadió las zonas prohibidas. El boleto de este tecleador (30 pesos, zona amarilla, puerta 8) advertía que “la persona que rebase la alambrada de púas, será consignada y responsable de cualquier accidente que pueda causar o sufrir”, pero ellos ni tenían boletos, ni les hubiera importado.

Por cierto, en aquel 25 de octubre de 1970 esa pista comenzó a llamarse Autódromo ‘Ricardo Rodríguez’ (1942-1962) y, a causa de la muerte del hermano mayor, Pedro (1940-1971), en 1973 se cambió el nombre al actual de ‘Hermanos Rodríguez’.

Tanto en el libro mencionado, como en su correo electrónico, el también secretario general de la Scudería Hermanos Rodríguez da un testimonio que aquí trataremos de resumir:

“Como siempre un placer leerte y más cuando se trata de automovilismo. Yo también estaba en ese GP pero en la parte interna de las Eses… Algo de eso comento en el capítulo de 1970 de la biografía (su libro) de los hermanos Rodríguez, pero amplió mis apuntes. El caso es que, en efecto, ese día acabó la Vuelta Ciclista de la Juventud en el velódromo y la gente que vio la llegada, sin más que hacer, decidió ir al autódromo y además de las 80 mil personas que ya estaban adentro, llegaron otras 120 mil a dar el “portazo”.

Considera el doctor Jalife que la cancelación del GP de México a partir de 1971 fue –“estirando la causalidad”- una consecuencia adicional del “Tlaltelolcazo de 1968”, pues desde entonces el Ejército dejó de custodiar escenarios masivos y destacaron a policías, pero “la gente francamente no le tenía respeto a los famosos “cuicos” que en su mayoría ni armas portaban”. Pero “es memorable que la gente sí le hacía caso a Pedro, quien con Jackie Stewart pedía que se hicieran para atrás, a los terraplenes, pero en cuanto Pedro se iba se regresaban al borde de la pista”.

Recuerda Carlos Jalife que en la zona donde él estaba, “llegaron los del portazo y se nos pusieron adelante pues ya teníamos apartado nuestro lugar junto a la malla y ellos la tiraron y se colocaron enfrente para ver mejor”. Y “algunos venían alcoholizados y tiraban botellas a la pista para que se rompieran y que ‘los carros se volteen cuando pasen y veamos muchos choques’”. La decepción de esos ignorantes, fue que no hubo tales accidentes.

Otra anécdota es que en esa misma zona solamente un espacio no fue invadido, porque “un señor que estaba a unos metros les dijo que se quitaran y, como se negaron, sacó un machete de su casa de campaña, les dijo a sus amigos “vamos a limpiar la vista” y los invasores mejor se hicieron a un lado. Por su parte Jalife y familiares -él entonces menor de edad-, “terminamos subidos en los árboles para poder ver por encima de los invasores”.

Dice el libro de este experto que, “cuando las noticias llegaron a los fosos”, los organizadores amenazaron con no pagar si no había carrera. Los pilotos habían decidido en votación no correr, “pero era más temible la amenaza de una revuelta popular si no arrancaban” y se dividieron las opiniones. Fue cuando Pedro Rodríguez “propuso salir a convencer a la gente para que regresara tras las alambradas”, como le tocó ver a este tecleador.

“La gira (por la zona irrumpida) fue infructuosa y al regresar a los fosos los pilotos determinaron dar unas vueltas de reconocimiento y decidir si corrían”, pero el director de la prueba, Javier Velázquez, pidió a los corredores que, de no hacerlo, le avisaran cinco minutos antes de hacer el anuncio para tener tiempo de irse del autódromo “y dejarlos a enfrentar el caos que se armaría”. Y “antes de que me linchen”, les dijo también.

Así que la prueba se celebró con los intrusos afuera de las alambradas; no hubo mayores incidentes que el del perro que se le atravesó a Stewart, y Rodríguez -quien ese año ganó el Gran Premio de Bélgica- terminó en sexto lugar con su BRM-Yardley.

Las autoridades internacionales de automovilismo multaron a México por ese incidente, pero le concedieron una nueva fecha para 1971 que, “de hecho -Jalife al habla- aparece en los calendarios internacionales el 24 de octubre de 1971. Con lo que no contaban era que Pedro se iba a morir en el Norisring y, como me dijo Javier: un GP sin un piloto mexicano, no había forma de hacerlo. Y luego me enteré que al no hacerlo tampoco pagaron la multa de 1970 y pues, otra vez, ya nadie reclamó; estábamos de luto todos y para 1972 ya ni se programó el Gran Premio de México”.