El zapatismo se extendió a los estados de Puebla, Guerrero, Tlaxcala y México, y luego llegó a Xochimilco, Milpa Alta y Cuajimalpa, en el Distrito Federal. Tras la caída de Victoriano Huerta, una delegación zapatista asistió a la Soberana Convención Revolucionaria, en Aguascalientes, donde Carranza, ya en el poder, pidió que se le quitara el mando tanto al Caudillo del Sur, como al jefe de la División del Norte, el ‘Centauro’ Pancho Villa. No lo consiguió.
Tampoco los presidentes convencionistas Eulalio Gutiérrez y Roque González Garza lograron deshacerse de Zapata, pero la Convención adoptó las propuestas agrarias del Plan de Ayala y dos zapatistas fueron miembros de los gabinetes de esos mandatarios: Manuel Palafox en Agricultura y Colonización, y Otilio Montaño en Instrucción Pública. Desde ese cargo, Palafox ayudó a reconstruir la agroindustria morelense.
Genovevo de la O duró como gobernador de Morelos hasta mayo de 1915. Le sucedió el también general zapatista Lorenzo Vázquez, que debió ceder la plaza cuando, en mayo de 1916, los carrancistas tomaron Cuernavaca dirigidos por el general Pablo González.
Con ayuda de la aviación, este militar ocupó poblaciones importantes, provocó la huida de los habitantes a los bosques, dio muerte a prisioneros, envió a otros a la ciudad de México, ejecutó a curas amigos de Zapata, y al llegar a la capital del estado derogó leyes y ordenanzas que habían promulgado los convencionistas. Luego se ocupó de saquear objetos, cosechas y ganado de los pueblos y haciendas abandonados a causa del conflicto.
En diciembre de ese año, y después de numerosas acciones guerrilleras, los revolucionarios recuperaron Morelos y el Caudillo del Sur dispuso acciones para rehabilitar el agro, restablecer escuelas, impartir enseñanza para adultos y reglamentar las funciones administrativas.
Para entonces ya estaba sesionando en Querétaro el Congreso Constituyente convocado por Carranza, y que gracias al diputado Luis T. Navarro, antiguo zapatista, recogió muchos de los ideales del Plan de Ayala y los incorporó al artículo 27 de la nueva Constitución, que fue promulgada el 5 de febrero. El 1 de mayo Carranza asumió la Presidencia y tuvo el aval de los diputados para volver a combatir al zapatismo, que pasaba por desavenencias entre sus jefes militares y causaron la muerte de varios de ellos incluido Eufemio Zapata, quien fue asesinado en Cuautla el 18 de junio por Sidronio Camacho, enojado porque su padre, que estaba alterando precios, había sido reprimido por el hermano de Emiliano.
Carranza envió a Morelos nuevas tropas constitucionalistas que tomaron ocho plazas y Zapata huyó. Se restableció de nueva cuenta la vida de la entidad: el comercio, la producción de las haciendas, las corridas del ferrocarril, el llamado ‘repoblamiento’.
Hecho del control de la situación, el carrancista Pablo González tendió una trampa a Zapata y éste cayó. El revolucionario morelense se creyó la farsa de una supuesta rebelión del coronel Jesús Guajardo, aceptó de éste el obsequio del caballo alazán El as de oros, y acudió el 10 de abril de 1919 a la comida que le ofrecería en la hacienda de Chinameca para luego incorporarse a la causa agrarista.
Cuando Zapata llegó, fue recibido con honores por un clarín y luego por una ráfaga de disparos que le quitaron la vida, lo mismo que a varios miembros de su escolta, mientras otros lograron escapar heridos. González y sus soldados recibieron un premio en efectivo y fueron ascendidos; el cadáver de Zapata fue llevado en una mula y tirado en una calle empedrada de Cuautla. Luego lo inhumaron en el panteón municipal.
Durante los ocho años transcurridos entre la proclama del Plan de Ayala y el asesinato del Caudillo del Sur, los pueblos de Morelos sufrieron también las consecuencias de los combates entre federales y revolucionarios en su territorio: vejaciones, saqueos, incendios, levas y el establecimiento de campos de concentración, que llamaron recolonizaciones, como castigo por su rebeldía. Las haciendas fueron devueltas a los latifundistas.
Mientras tanto, los generales del Ejército del Sur lanzaron un manifiesto donde anunciaban que vengarían la sangre de su jefe y consumarían su obra. Nombraron a Gildardo Magaña como su nuevo comandante, se levantaron otra vez en armas y volaron el tren de Cuernavaca. También dieron su apoyo a la candidatura presidencial de Álvaro Obregón y protegieron a sus seguidores, que tuvieron que esconderse cuando el general sonorense se enemistó con Carranza y se trasladó de la ciudad de México a Morelos. Los zapatistas apoyaron el Plan de Agua Prieta que desconocía a Carranza, y el gobernador de Morelos, Juan María Rodríguez, fue depuesto por haber permanecido fiel al carrancismo.
Con Obregón, el Ejército Libertador del Sur fue incorporado al Ejército Nacional y fueron ascendidos a generales de división Genovevo de la O y Gildardo Magaña. Otro zapatista, José G. Parres, fue nombrado gobernador de Morelos por el presidente interino Adolfo de la Huerta.
Durante la gestión de Parres, la Comisión Nacional Agraria comenzó a validar los repartos de tierras que había hecho Zapata, y se realizaron nuevas dotaciones. Obregón le dio su apoyo para el reparto de 27 latifundios. También condonó impuestos, otorgó pensiones a deudos de militares muertos en campaña y declaró día de luto el 10 de abril, aniversario de la muerte de Emiliano Zapata.
*Adaptado del texto original del autor para el libro Todo Morelos, Editorial Adriar, Cuernavaca, Morelos, 2002